Papa Francisco | Patricia Ynestroza
El Papa: Dios prefiere una oración de
protesta y no una religiosidad hipócrita
El Papa
Francisco, en su audiencia general de hoy, continuó con la serie de catequesis
dedicada a la vejez y concluyó el libro de Job del Evangelio. La protesta de
Job a Dios nos enseña a ser libres al momento de orar, protestarle a Dios, y Él
en el silencio nos escucha
El Papa
Francisco, en su catequesis de hoy dedicada a la vejez, recordó la figura de
Job, como testigo de la fe que no acepta una “caricatura” de Dios, más bien le
“grita”, le protesta a Dios “frente al mal, para que Dios responda y revele su
rostro. Y Dios al final responde, como siempre de forma sorprendente -dijo el
Papa- muestran a Job su gloria, pero sin aplastarlo, es más, con soberana
ternura".
El Papa en
su Catequesis, recuerda la manera de rezar de Job, protestando a Dios, pero sin
considerarlo un perseguidor. Al respecto, el Papa dijo a los fieles presentes,
que protestarle a Dios es una forma de rezar, los niños o los jóvenes le
protestan a los padres, es una forma de llamar la atención y pedirles que se
ocupen de ellos:
“Si tienes
en tu corazón alguna llaga, algún dolor y tienes ganas de protestar, protesta
también [contra] Dios, Dios te escucha, Dios es Padre, Dios no se asusta por
nuestra oración de protesta, ¡no! Dios lo entiende. Pero sé libre, sé libre en
tu oración, no aprisiones tu oración en patrones preconcebidos. ¡No! La oración
debe ser así, espontánea, como la de un hijo con su padre, que le cuenta todo
lo que le viene a la boca porque sabe que su padre le entiende”.
Las pruebas de Job
Francisco
dijo que el libro de Job representa de “forma dramática y ejemplar lo que en la
vida sucede realmente. Es decir, que sobre una persona, sobre una familia o
sobre un pueblo se derriban pruebas demasiado pesadas, desproporcionadas
respecto a la pequeñez y fragilidad humana. En la vida a menudo, come se dice,
“llueve sobre mojado”. Y algunas personas se ven abrumadas por una suma de
males que parece verdaderamente excesiva e injusta”.
Cada uno
de nosotros nos hemos impresionado del grito, de personas que conocemos, que
son así:
“Todos hemos
conocido personas así. Nos ha impresionado su grito, pero a menudo nos hemos
quedado también admirados frente a la firmeza de su fe y de su amor. Pienso en
los padres de niños con graves discapacidades, o en quien vive una enfermedad
permanente o al familiar que está al lado… Situaciones a menudo agravadas por
la escasez de recursos económicos. En ciertas coyunturas de la historia, este
cúmulo de pesos parecen darse como una cita colectiva. Es lo que ha sucedido en
estos años con la pandemia del Covid-19 y lo que está sucediendo ahora con la
guerra en Ucrania”.
Al respecto,
el Papa confirmó que no podemos justificar estos “excesos” como una
racionalidad superior de la naturaleza y de la historia, ni tampoco bendecirlos
religiosamente como respuesta justificada a las culpas de las víctimas, que se
lo han merecido.
La protesta a Dios es una forma de rezar
Es “una
especie de derecho de la víctima a la protesta, en relación con el misterio del
mal, derecho que Dios concede a cualquiera, es más, que Él mismo, después de
todo, inspira. El “silencio” de Dios, en el primer momento del drama, significa
esto. Dios no va a rehuir la confrontación, pero al principio deja a Job el
desahogo de su protesta. Quizás, a veces, deberíamos aprender de Dios este
respeto y esta ternura”. Y a Dios no le gusta esa enciclopedia
-llamémosla así- de explicaciones, de reflexión que hacen los amigos de Job.
Aseveró Francisco, ese es el jugo del lenguaje, que no es el correcto: es esa
religiosidad la que explica todo, pero el corazón permanece frío. A Dios no le
gusta eso. Le gusta más la protesta de Job o el silencio de Job.
Dios nos guarde del pietismo hipócrita y presuntuoso
Repasando el
pasaje bíblico, el Pontífice recuerda a los amigos de Job, que cuando los
necesitaba, en vez de consolarlo, se dedicaron a juzgarlo con esquemas
preconcebidos:
“Cuando
finalmente Dios toma la palabra, Job es alabado porque ha comprendido el
misterio de la ternura de Dios escondida detrás de su silencio. Dios reprende a
los amigos de Job que suponían que sabían todo, de Dios y del dolor y, habiendo
venido a consolar a Job, terminaron juzgándolo con sus esquemas preconcebidos.
¡Dios nos guarde de este pietismo hipócrita y presuntuoso! ¡Dios nos preserve
de esa religiosidad moralista y de esa religiosidad de preceptos que nos da
cierta presunción y te lleva al fariseísmo y a la hipocresía!”
La protesta de Job y el silencio de Dios
Dios se
expresa con ira contra los amigos de Job, pero no los castiga porque Job
intercede por ellos. La declaración de Dios nos sorprende, afirmó el Santo
Padre, porque hemos leído las páginas encendidas de la protesta de Job, que nos
han dejado consternados. “Sin embargo - dice el Señor - Job ha hablado bien,
porque se ha negado a aceptar que Dios es un “Perseguidor”. Y como recompensa,
Dios le devuelve a Job el doble de todos sus bienes, después de pedirle que ore
por esos malos amigos suyos”, Job, incluso cuando estaba enojado contra Dios,
ha negado que sea un perseguidor, lo busca, señaló Francisco:
“El punto de
inflexión de la conversión de la fe se produce precisamente en el culmen del
desahogo de Job, donde dice: «Yo sé que mi Defensor está vivo, y que él, el
último, se levantará, sobre el polvo. Tras mi despertar me alzará junto a él, y
con mi propia carne veré a Dios. Yo, sí, yo mismo le veré, mis ojos le mirarán,
no ningún otro» (19,25-27)”.
Podemos
interpretarlo así, dijo el Papa: “Este pasaje es hermoso. Me recuerda el final
de ese brillante oratorio de Haendel, el Mesías, después de esa celebración del
Aleluya la soprano canta lentamente este pasaje: 'Sé que mi Redentor vive', con
paz. Y así, después de todo este asunto del dolor y la alegría de Job, la voz
del Señor es otra cosa. "Sé que mi Redentor vive": es algo hermoso.
Podemos interpretarlo así: 'Dios mío, sé que Tú no eres el Perseguidor. Mi Dios
vendrá y me hará justicia. Es una simple fe en la resurrección de Dios, una
simple fe en Jesucristo, una simple fe en que el Señor siempre nos espera y
vendrá”.
La sabiduría de la vejez
El Papa nos
recordó que la profesión de fe de Job – que emerge precisamente en su incesante
llamamiento a Dios, a una justicia suprema – se completa al final con la
experiencia casi mística que le hace decir: «Yo te conocía solo de oídas, más
ahora te han visto mis ojos» (42,5). Y exclamó el Papa, que muchas personas,
después de una experiencia mala, algo oscura, cedemos y conocemos a Dios
mejor que antes. Y decimos, como Job:
"Que te
conocía un poco de memoria, o de oídas, pero ahora te he visto, porque a ti te
he conocido. Este testimonio es especialmente creíble si la vejez lo asume, en
su progresiva fragilidad y pérdida. ¡Las personas mayores han visto mucho en la
vida! Y también han visto la inconsistencia de las promesas de los hombres. Hombres
de derecho, hombres de ciencia, hombres de religión incluso, que confunden al
perseguidor con la víctima, imputando a esta toda la responsabilidad de su
dolor. ¡Se equivocan!"
Por eso, el
Pontífice aseveró que los ancianos que encuentran el camino de este testimonio,
que convierte el resentimiento por la pérdida en tenacidad para seguir la
promesa de Dios -hay un cambio, no es así, del resentimiento por la pérdida a
la tenacidad para seguir la promesa de Dios-, estos ancianos, dijo por último,
son una guarnición insustituible para la comunidad a la hora de afrontar el
exceso de maldad:
"La
mirada de los creyentes que se dirigen al Crucificado aprende precisamente
esto. Que lo aprendamos también nosotros, de tantos abuelos y abuelas, de
tantos ancianos que, como María, unen su oración, a veces desgarradora, a la
del Hijo de Dios que en la cruz se entrega al Padre. Miremos a los ancianos,
miremos a los ancianos, a las ancianas, a los viejitos; mirémoslos con amor,
miremos su propia experiencia que han sufrido tanto en la vida, que han
aprendido, tanto en la vida, que [han] pasado, por tanto, y cómo al final
tienen esta paz, una paz -diría- casi mística, que es la paz del encuentro con
Dios, que pueden decir 'te conocía de oídas, pero ahora mis ojos te han visto'.
Que estos ancianos se parezcan a esa paz del hijo de Dios en la cruz que se entrega
al Padre".
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