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    miércoles, 1 de junio de 2022

    Etiquetar y encasillar, dos actos irreverentes


    Fundación Salesiana Don Bosco | P. José Pastor Ramírez/LD

     


    Etiquetar y encasillar, dos actos irreverentes


    El mundo está lleno de personas etiquetadas, encasilladas o marcadas por sobrenombres; señaladas como si fuesen malolientes o peligrosas pecadoras. En numerosas ocasiones, por simplificar, se tiende a “etiquetar” dentro de una determinada categoría. Por ejemplo, es un equívoco invocar una ideología, una patria, una carrera o una religión para justificar la agresión, el desprecio o la destrucción de la persona. Existe una “intolerancia”, un atentado contra la dignidad y el valor inalienable de la persona humana. Se ha de ser, por el contrario, más tolerante, con mayor capacidad para “aceptar” al otro, no para destruirlo o eliminarlo. Regularmente, las etiquetas surgen del deseo interior de “dominar” al otro, de someterlo y de controlarlo.

     

    Las etiquetas son usadas en la familia, en la escuela, entre los grupos de amigos, en la vida social, política y religiosa. Además, es una práctica que no respeta ni la edad ni el grupo social ni el sexo. Cuando estas expresiones se usan en el trabajo forman parte de lo que se denomina, Mobbing, pero cuando es desde la escuela o desde la familia se designa como Bullying. Ambos comportamientos son agresivos, inhumanos e irrespetuosos. Las “etiquetas negativas” procuran inseguridad y sensación de rechazo en quienes se les adjudican. Es decir, son profecías autocumplidas.


    Cuando se etiqueta a la persona se está levantando una muralla que incomunica; se bloquea la capacidad de identificar sentimientos y necesidades en el otro; se detiene la capacidad de compasión y de misericordia hacia los demás; se eliminan las posibles opciones para superar las diferencias; se dificulta ver la realidad del otro. Etiquetar es una forma de “anular” al otro, de arrinconarlo, de silenciarlo, de negarle sus derechos, su dignidad; la etiqueta impide ver la riqueza de la persona para fijarse en el adhesivo. Las personas que tienen obsesión por encasillar y se gozan en ello, generalmente, no se conocen.


    Etiquetar es una forma de reducir la riqueza de matices de un individuo a la limitada percepción personal de quien lo hace. Es una incapacidad para aceptar la diversidad entre los individuos como seres únicos, irrepetibles y sagrados.


    Las etiquetas son fáciles de poner, pero muy difíciles de eliminar, permanecen toda la vida. La persona se habitúa tanto a la etiqueta, que acaba comportándose de ese modo. Estudios realizados demuestran que las expectativas que se tengan sobre una persona, sean estas positivas o negativas, pueden modificar los comportamientos de los individuos. Se suele encasillar también por la cultura, la religión o la familia a la que pertenece: “el inteligente”, “el santo”, “la pantera negra”, “el desequilibrado”.


    Publicado por Listín Diario


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