Espiritualidad | Miguel A. Munárriz/FA
El viento de Dios
Jn
20, 19-31
«Dicho
esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el EspÃritu Santo”»
El
espÃritu de Dios se cernió sobre la Tierra poniendo orden en el caos primitivo,
se coló por las narices del muñeco de barro para que en el mundo pudiese haber
amor, tolerancia, libertad, felicidad… suscitó profetas que guiasen a los
hombres y mujeres por el camino de la vida y sopló como un huracán en Jesús de
Nazaret.
El
texto de hoy nos presenta al EspÃritu empapando a los discÃpulos encerrados en
Jerusalén tras la muerte de Jesús. Aquellos hombres y mujeres habÃan creÃdo en
él y lo habÃan dejado todo por seguirle, pero durante todo el tiempo que
permanecieron a su lado estuvieron creyendo mal. Estuvieron creyendo que era el
mesÃas esperado por Israel, el que iba a expulsar a los romanos e instaurar un
reino de paz y justicia como nunca se habÃa visto otro en el mundo… Y hasta
discutÃan por ver cómo se iban a repartir los altos cargos de ese reino.
Pero
subieron a Jerusalén y todo se desbarató.
La
muerte de Jesús en la cruz supuso un golpe demoledor para su fe, porque los
hechos demostraban que Dios no estaba con él, sino con los sacerdotes que lo
habÃan vencido. Quizás en un primer momento esperaron que bajase de la cruz, o
que resucitase tal como ellos le habÃan entendido, pero pasaron las horas,
pasaron los dÃas, y fueron perdiendo la esperanza.
Dicen
los especialistas que permanecieron encerrados en Jerusalén hasta que finalizó
la Pascua, y que salieron de allà mezclados con los peregrinos que volvÃan a
sus lugares de origen tras celebrarla. Esta interpretación parece corroborada
por el propio Juan, quien afirma en su evangelio que regresaron a Galilea y
retomaron sus ocupaciones. Pedro, Andrés y los Zebedeos volvieron a la mar.
Su
fe habÃa muerto y el mensaje de Jesús parecÃa irremisiblemente perdido, pero
Dios sà que estaba con él, y su EspÃritu actuó con tal fuerza sobre ellos, que
sus ojos se abrieron definitivamente y al fin creyeron bien. Y recuperaron la
esperanza, y con ella recuperaron también el coraje necesario para abrazar con
Ãmpetu arrollador la misión —aparentemente imposible— de proclamar la fe en el
profeta crucificado. Dice Lucas en Hechos que en su primera aparición pública
se convirtieron tres mil personas.
Sin
duda ha sido también el espÃritu de Dios el que ha mantenido el mensaje de
Jesús hasta nuestros dÃas a pesar de las innumerables barbaridades que sus
seguidores hemos cometido en el seno de “su” Iglesia, y ello nos hace albergar
la esperanza de que seguirá soplando hasta llevar a la humanidad a plenitud.
Como
decÃa Ruiz de Galarreta «Creer en el viento de Dios es una hermosa profesión de
fe en que Dios no está ausente, sino presente y activo de una manera muy
concreta: alentando, empujando».
Publicado por Feadulta.com
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