Papa Francisco | Sebastián Sansón Ferrari/VN
Francisco: La Iglesia, casa de reconciliación
El
segundo paso en la “peregrinación penitencial” del Santo Padre en Canadá, este
lunes 25 de julio: el encuentro con los indígenas y la comunidad parroquial en
la Iglesia del Sagrado Corazón, de Edmonton.
“Estoy
contento de poder encontrarme con ustedes y de volver a ver los rostros de
varios representantes indígenas que hace algunos meses fueron a visitarme a
Roma” (ndr: encuentros de fines de marzo y principios de abril). El Romano
Pontífice expresó su emoción al reunirse, por segunda vez, con los pueblos
originarios durante su 37º viaje apostólico a Canadá (la primera fue esta
mañana en la zona de Maskwacis). Ahora, el punto de encuentro fue la Iglesia
del Sagrado Corazón de los Primeros Pueblos, en Edmonton, construida en 1913
que sirve a los residentes del vecindario central de Mc Cauley con un enfoque
especial en los más descartados. Es un sitio muy especial: en 1991, el
arzobispo Joseph MacNeil la designa parroquia nacional de las Primeras Naciones,
los Métis y los Inuit, la primera de su tipo en Canadá.
“Aquel
encuentro fue muy significativo. Ahora estoy en la casa de ustedes, amigo y
peregrino en sus tierras, en el templo donde se reúnen para alabar a Dios como
hermanos y hermanas”, afirmó, y recordó que, “en Roma, después de escucharlos,
les dije que ‘un proceso de sanación eficaz requiere acciones concretas’”
(Discurso a las delegaciones de los pueblos indígenas de Canadá, 1º de abril de
2022).
Cristo,
centro del círculo sagrado de la vida
El
Santo Padre fue recibido por unas palabras de bienvenida del párroco, de dos
fieles de la parroquia y por un canto indígena.
Candida
Shepherd, miembro del consejo de la parroquia, forma parte de la comunidad
desde mediados del año 90. Se define como “orgullosa miembro de la Nación Metis
de Alberta". "Estoy eternamente agradecida por la forma en que
nuestra comunidad conecta la Espiritualidad de nuestros ancestros indígenas y
nuestra profunda relación con el creador y mi recorrido católico", señaló.
Por
su parte, Bill Perdue, presidente del comité de finanzas de la comunidad,
creció en el barrio, se bautizó allí en 1963 y, desde entonces, "rindo
culto aquí", aseveró. "Como persona de herencia mestiza, estoy
orgulloso de vivir mi fe católica en una parroquia que reconoce y honra a mis
antepasados indígenas e irlandeses", aseguró.
Los
representantes explicaron que, en la actualidad, la Iglesia del Sagrado Corazón
de los Primeros Pueblos es una comunidad étnicamente diversa que incluye a las
numerosas Primeras Naciones de Canadá, a los metis, a los inuit y a los
católicos eritreos, así como a los residentes del barrio McCauley de
Edmonton. "Aunque está designada
como una parroquia indígena, acogemos a todos los pueblos, ya que todos
formamos parte del único círculo de la vida", sostuvieron.
La
Iglesia, comunidad abierta e inclusiva
El
Papa manifestó su alegría al constatar que, en dicha parroquia, en la que
confluyen personas de diversas comunidades de las First Nations, de los Métis y
de los Inuit, junto con gente no indígena de los barrios locales y diversos
hermanos y hermanas inmigrantes, dicho trabajo ya ha comenzado. “Esta es una casa
para todos, abierta e inclusiva, tal como debe ser la Iglesia, familia de los
hijos de Dios donde la hospitalidad y la acogida, valores típicos de la cultura
indígena, son esenciales; donde cada uno debe sentirse bienvenido,
independientemente de la propia historia y de sus circunstancias vitales”,
comentó.
Luego,
les agradeció “por la cercanía concreta a tantos pobres, esto me toca mucho,
–que también son numerosos en este rico país- por medio de la caridad, esto es
lo que desea Jesús, que nos ha dicho y nos repite siempre en el Evangelio:
‘Cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron
conmigo’ (Mt. 25,40)”.
El
Papa lamenta nuevamente el rol de ciertos católicos en el pasado
El
Sucesor de Pedro también advirtió que “en la Iglesia el trigo se mezcla con la
cizaña”, "también en la Iglesia", repitió, y puntualizó que
“precisamente a causa de esa cizaña” quiso realizar esta peregrinación
penitencial e iniciarla esta mañana “haciendo memoria del mal que sufrieron los
pueblos indígenas por parte de muchos cristianos y con dolor pedir perdón”.
Una
vez más, el Pontífice insistió en que le duele pensar “que algunos católicos
hayan contribuido a las políticas de asimilación y desvinculación que
transmitían un sentido de inferioridad, sustrayendo a comunidades y personas
sus identidades culturales y espirituales, cortando sus raíces y alimentando
actitudes prejuiciosas y discriminatorias, y que eso también se haya hecho en
nombre de una educación que se suponía cristiana”.
“La
educación siempre debe partir del respeto y de la promoción de los talentos que
ya están en las personas. No es ni puede ser nunca algo elaborado previamente
que se impone, porque educar es la aventura de explorar y descubrir juntos el
misterio de la vida. Gracias a Dios, en parroquias como ésta, día tras día, se
construyen por medio del encuentro las bases para la sanación y la
reconciliación.”
Gracias
a los obispos canadienses
Saliendo
por un momento del discurso escrito, el Obispo de Roma no pudo ocultar su
inmensa gratitud a los obispos canadienses, que hicieron posible su viaje.
"Una Conferencia Episcopal unida hace gestos grandes, da muchos frutos.
Muchas gracias a la Conferencia Episcopal", enfatizó.
La
reconciliación
Reconciliación
es la palabra clave en la que se detuvo el Obispo de Roma y propuso unas
reflexiones en torno a ella. Formuló dos preguntas: “¿Qué nos sugiere Jesús al
respecto? ¿Qué significado tiene hoy para nosotros?”.
“La
reconciliación obrada por Cristo no fue un acuerdo de paz exterior, una especie
de compromiso para contentar a las partes”, aclaró, y “tampoco fue una paz
caída del cielo, que llegó por imposición de lo alto o por absorción del otro”,
recalcó. “Es Jesús quien nos reconcilia en la cruz, en aquel árbol de la vida,
como les gustaba decir a los primeros cristianos”, sostuvo el Papa.
Los
indígenas, mucho para enseñarnos
“Ustedes,
queridos hermanos y hermanas indígenas, tienen mucho que enseñarnos sobre el
significado vital del árbol que, unido a la tierra por las raíces, da oxígeno
por medio de las hojas y nos nutre con sus frutos”, reflexionó el Santo Padre.
Y, como bien acotó, “es hermoso ver la simbología del árbol representada en la
fisonomía de esta iglesia, donde un tronco une a la tierra un altar sobre el
cual Jesús nos reconcilia en la Eucaristía, ‘acto de amor cósmico’ que ‘une al
cielo y la tierra, abraza y penetra todo lo creado’ (cfr. Laudato si’, 236)”.
Francisco
confesó que este simbolismo litúrgico le recuerda un “pasaje estupendo”, dijo,
que pronunció Juan Pablo II en el país, durante una Liturgia de la Palabra con
los indígenas de Canadá, en el viaje apostólico de uno de sus predecesores, el
15 de septiembre de 1984: “Cristo anima el centro mismo de cada cultura, por lo
que el cristianismo no solo comprende a todos los pueblos indígenas, sino que
el mismo Cristo, en los miembros de su cuerpo, es indígena”. “Y es Él quien en
la cruz reconcilia, vuelve a unir y lo que parecía impensable e imperdonable,
abraza a todos y a todo. Todos y todo”, agregó Bergoglio.
El
Pontífice recordó que “los pueblos indígenas atribuyen un fuerte significado
cósmico a los puntos cardinales, estos no sólo se conciben como puntos de
referencia geográfica sino también como dimensiones que abrazan la realidad en
su conjunto e indican el camino para sanarla, representada por la llamada
‘rueda de la medicina’”. Y, retomando sus comentarios sobre la iglesia,
consideró que este templo “hace propia esa simbología de los puntos cardinales
y les atribuye un significado cristológico. Jesús, por medio de las
extremidades de su cruz, abraza los puntos cardinales y reúne a los pueblos más
lejanos, sana y pacifica todo (cf. Ef 2,14). Allí cumple el designio de Dios:
“reconciliar todas las cosas” (cf. Col 1,20).
Mirar
juntos a Cristo
“Si
queremos reconciliarnos entre nosotros y dentro de nosotros, reconciliarnos con
el pasado, con las injusticias sufridas y la memoria herida, con sucesos
traumáticos que ningún con suelo humano puede sanar, hay que levantar la mirada
a Jesús crucificado, hay que obtener la paz en su altar.”
El
Papa resaltó que "precisamente, es en el árbol de la cruz donde el dolor
se transforma en amor, la muerte en vida, la decepción en esperanza, el
abandono en comunión, la distancia en unidad. La reconciliación no es tanto una
obra nuestra, es un don que brota del Crucificado, es paz que viene del Corazón
de Jesús, es una gracia que hay que pedir".
"En
nombre de Jesús, que esto no vuelva a pasar en la Iglesia"
En
referencia a los dolores experimentados por los indígenas en el pasado en las
escuelas residenciales, Francisco exclamó: "En nombre de Jesús, que esto
no vuelva a pasar en la Iglesia". "Que Jesús sea anunciado como Él
desea, en la libertad y en la caridad, y que cada persona crucificada que
encontremos no sea para nosotros un caso que resolver, sino un hermano o una
hermana a quien amar, carne de Cristo a la que amar", auguró el Papa.
La
Iglesia, cuerpo vivo de reconciliación
Según
el Obispo de Roma, "la misma palabra reconciliación es prácticamente
sinónimo de Iglesia". "El término, en efecto, significa 'hacer un
concilio de nuevo'".
“Por
eso, la Iglesia es la casa donde conciliarse nuevamente, donde reunirse para
volver a comenzar y crecer juntos. Es el lugar donde se deja de pensar como
individuos para reconocerse hermanos mirándose a los ojos, acogiendo las
historias y la cultura del otro, dejando que la mística del estar juntos tan
agradable al Espíritu Santo favorezca la sanación de la memoria herida.”
Rezar,
ayudar juntos, compartir las historias de vida
“Este
es el camino, no decidir por los otros, no encasillar a todos dentro de esquemas
prestablecidos, sino ponerse ante el Crucificado y ante el hermano para
aprender a caminar juntos. Esta es la Iglesia —y ojalá fuese siempre así—, no
un conjunto de ideas y preceptos que inculcar a la gente, sino una casa
acogedora para todos. Esta es la Iglesia —y ojalá fuese siempre así—, un templo
con las puertas siempre abiertas donde todos nosotros, templos vivos del
Espíritu, nos encontramos, servimos y nos reconciliamos. Queridos amigos, los
gestos y las visitas pueden ser importantes, pero la mayor parte de las
palabras y de las actividades de reconciliación ocurren a nivel local, en
comunidades como ésta, donde las personas y las familias caminan a la par, día
tras día. Rezar juntos, ayudar juntos, compartir las historias de vida, las
alegrías y las luchas comunes abre la puerta a la obra reconciliadora de Dios.”
El
estilo de Dios: Cercanía, compasión y ternura
Aludiendo
de nuevo a la simbología del templo, en el que sobre el altar y el sagrario se
aprecian cuatro estacas de una típica tienda indígena que, como el Papa señaló,
se llama tipi, amplió que "la tienda tiene un gran significado bíblico.
Cuando Israel caminaba en el desierto, Dios habitaba en una tienda que se
instalaba cada vez que el pueblo se detenía. Era la Tienda del Encuentro".
“La
tienda nos recuerda que Dios camina con nosotros y le gusta encontrarnos
juntos, reunidos, en concilio. Y cuando se hace hombre, el Evangelio dice,
literalmente, que “puso su tienda entre nosotros” (cf. Jn 1,14). Dios es el
Dios de la cercanía, en Jesús nos enseña el lenguaje de la compasión y de la
ternura. Esto se debe entender cada vez que vamos a la iglesia, donde Él está
presente en el tabernáculo, palabra que significa precisamente tienda. Dios
pone su tienda entre nosotros, nos acompaña en nuestros desiertos; no vive en
palacios celestiales, sino en nuestra Iglesia, y desea que sea casa de
reconciliación.”
La
oración final del Papa
Por
último, las palabras de Francisco se conviertieron en plegaria: "Jesús,
crucificado resucitado, que habitas en este pueblo tuyo, que deseas
resplandecer a través de nuestras comunidades y nuestras culturas, tómanos de
la mano y, también en los desiertos de la historia, guía nuestros pasos por el
camino de la reconciliación. Amén".
Tras
su discurso, todos los presentes rezaron el Padrenuestro, el Sucesor de Pedro
impartió la bendición e intercambiaron regalos.
Al
salir, el Pontífice bendijo la estatua de Santa Catalina Tekakwitha
(1656-1680), la primera indígena canonizada en la Iglesia católica.
Publicado
por Vatican News
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