Reflexión | P. José Pastor RamÃrez/LD
Consumismo y objetofilia
Definitivamente
la sociedad moderna ha institucionalizado, lo que denomino, la espiritualidad
del consumo: casi todo se orienta a disfrutar de productos, servicios y
experiencias siempre nuevas. En esta “comunidad espiritual” del derroche, el
individuo vale porque consume.
Asimismo,
otro poder similar lo constituye la moda, haciendo de quienes están detrás de
ella, una especie de santones a los que se acude cuantas veces se desea
experimentar un poco de histrionismo en la catedral de la alfombra roja. Sin
lugar a dudas, el “imperio de la moda” se ha transformado en una especie de
devoción laica de la sociedad moderna. Aquà lo que importa es aparentar y
llamar la atención.
Otro
rasgo que marca el estilo moderno de vida es la seducción de los sentidos y el
cuidado de lo externo. Se verifica un culto especial al cuerpo y a la esbeltez.
Se han perdido los lÃmites.
Hay
que reconocer que, igualmente, constituirÃa un error “satanizar” esta sociedad
que ofrece tantas posibilidades para cuidar las diversas dimensiones del ser
humano y para desarrollar una vida integral e integradora. Pero no serÃa menos
equivocado dejarse arrastrar tontamente por cualquier moda o reclamo reduciendo
la existencia a puro bienestar material.
Se
proyecta la idea de que el ser humano es un animal hambriento de placer y de
bienestar. Ignorando que está destinado también a cultivar el espÃritu, a
conocer la amistad y la ternura, a agradecer la vida, a practicar la
solidaridad y a experimentar el misterio de lo transcendente.
Este
mundo embriagado de consumo, de placer, de la moda y de la seducción de los
sentidos ha engendrado a los llamados objetófilos. Quienes se enamoran de cosas
inanimadas. Se sienten sexualmente atraÃdos por objetos, lo relacionan con el
animismo, con una filosofÃa o con una religión que considera que los objetos
poseen alma, inteligencia, sentimiento y que son capaces de comunicarse. A esto
conduce el placer, la moda y la seducción sin lÃmites.
Efectivamente,
la persona inclinada a la objetofilia, por lo regular, posee un historial
sexual traumático; esta es, además, una patologÃa cercana a las parafilias y al
fetichismo. Sin lugar a dudas que, la robótica ha abierto un mundo de
posibilidades a los objetófilos, ya que gracias a ella desvanecen las
diferencias entre objetos animados e inanimados. También hay que reconocer que
los precios exorbitantes de un robo, los vuelven inalcanzable a los presupuestos
de las personas con este trastorno. Por ejemplo, Erika “Aya” Eiffel, campeona
mundial de tiro con arco, declaró que tenÃa una aventura amorosa con “Lance”,
su arco de competición. Además, celebró una boda de compromiso con la torre
Eiffel y cambió su apellido. Otros aman su laptop, su carro o su guitarra.
Estableciendo, con estos objetos, una relación erótica y casi sexual. La
terapia con estos pacientes no siempre logra las metas esperadas. Los
objetófilos tienen predilección por un objeto amado. Querer otros objetos
constituirÃa, para ellos, una infidelidad. A tales niveles de distorsión podrÃa
conducir el consumismo a nuestro ecosistema afectivo y emocional.
Publicado
por ListÃn Diario
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...