Reflexión | Miguel A. Munárriz/FA
Ligeros de equipaje
Lc
13, 22-30
«Esforzaos
en entrar por la puerta estrecha»
En
los diálogos que Platón dedica a la República, Sócrates, su protagonista,
analiza el proceso de formación de un Estado partiendo de su origen, es decir,
de la impotencia de cada individuo para atender por sà mismo todas sus
necesidades.
Sócrates
—en realidad, Platón— considera que las necesidades básicas del hombre son el
alimento, la habitación y el vestido, y partiendo de esta premisa, afirma que
en principio bastarÃan tres hombres para formar un Estado: un agricultor, un
constructor y un sastre. Cuando avanza más en su reflexión, advierte también la
necesidad de ganaderos, mercaderes, marinos y asalariados, asà como la facultad
de acuñar moneda para regular las transacciones comerciales.
Llegado
a este punto, contempla la vida apacible y feliz que llevan sus habitantes, y
concluye: «De esta manera, llenos de gozo y salud, llegarán a una avanzada
vejez, y dejarán a sus hijos herederos de una vida semejante».
Su
contertulio, Glaucón, muestra su desacuerdo con la vida austera que propone Sócrates,
a lo que éste contesta: «Muy bien, ya te entiendo. No es solamente el origen de
un Estado lo que buscamos, sino el de un Estado que rebose placeres. Quizás no
obremos mal planteándolo, porque de esta forma podremos saber por dónde se ha
introducido la injusticia en la sociedad. Sea como sea, el verdadero Estado, el
Estado sano, es el que acabamos de describir. Si ahora quieres que echemos una
mirada al Estado enfermo y lleno de pústulas, nada hay que nos lo impida» ...
En
definitiva, el diálogo continúa mostrando que la abundancia provoca avaricia, y
que la avaricia acarrea guerras, corrompe a los ciudadanos, complica
sobremanera la estructura del Estado y es la primera causa de opresión e
injusticia…
Si
aplicamos este diálogo a nuestros dÃas, para garantizar hoy una existencia
digna bastarÃa atender el alimento, el vestido, la vivienda, la educación y la
salud, y siguiendo el mismo razonamiento de Platón, llegarÃamos a definir una
sociedad austera cuyos ciudadanos se habrÃan sacudido el yugo del consumo,
basarÃan su existencia en unos valores que nos liberan (y no en unos afanes que
nos someten), y serÃan más libres. No tendrÃan el corazón endurecido por la
avaricia y serÃan también más humanos…
Y
ya sabemos que esto no deja de ser una utopÃa, pero, utopÃa o no, creemos que
es la única vÃa para librarnos del desastre al que hemos abocado a este mundo.
No es casual que la práctica totalidad de los tratados de sabidurÃa de la
historia propugnen el mismo principio: «Huid del estado que rebosa placeres»,
«No acumuléis tesoros en la Tierra», «Entrad por la puerta estrecha», «Viajad
por la vida ligeros de equipaje» …
Hoy,
ante la evidencia irreversible del cambio climático, este principio cobra
especial relevancia, y asà lo refleja Jon Sobrino, sacerdote jesuita, en una de
las frases más lúcidas de nuestro tiempo: «Debemos caminar hacia la
civilización de la austeridad compartida».
Publicado
por Feadulta.com
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