La Escuela Económica | Esteban Delgado
Mejor perder ganando, antes que ganar y acabar perdiendo
Al leer el tÃtulo de esta columna es posible que
muchos piensen en que el tema es sobre dinero, meramente económico; pero no es
asÃ. En realidad, es sobre la convivencia social, aunque los ejemplos que daré
se pueden aplicar en el ámbito de los negocios, pues se trata de ganar o
perder, en cualquier caso.
En otras ocasiones me he referido a estos temas,
pero no por la intención que me mueve en este momento. La motivación ahora es
por lo acontecido recientemente entre un mayor general (almirante) retirado de
la Armada dominicana y un comunicador. El primero mató al segundo en
represalia, porque éste le habrÃa agredido fÃsicamente sin razón. Las responsabilidades
tocarán a los tribunales.
Sin embargo, el hecho cierto es que dos individuos
cayeron en desgracia y junto a ellos sus familiares cercanos, por llevarse de
los impulsos, antes que de la inteligencia emocional positiva.
En mi caso, siempre he tenido por creencia de que
es mejor pasar por “pendejo” y salir bien, antes que presumir de guapo para
terminar perdiendo, aunque aparente que he ganado.
Recuerdo cuando pequeño que mi padre y mi madre nos
llevaron a los cuatro hermanos al Parque Zoológico Nacional. Cuando estábamos
en fila para tomar el tren del recorrido, llegó un hombre con aire de
agresividad, nos tomó el turno y fue grosero cuando mi padre le reclamó.
A mi hermano y a mà nos sorprendió que nuestro papá
no haya defendido su derecho y evitara una discusión mayor, a lo que él nos
dijo: “mis hijos, yo no soy cobarde, lo que soy es evitador”. Con el tiempo,
nos dimos cuenta de que nuestro padre analizó la situación y razonó sobre cómo,
de armar un pleito, terminarÃa perdiendo más por menos, aunque ganara la pelea.
Pensó en su familia.
Posteriormente, me ocurrió algo parecido. Yo estaba
con mis tres hijos pequeños y mi esposa, en una vÃa de la capital en nuestro
vehÃculo. Fue hace más de 20 años. HabÃa una camioneta grande delante de nosotros
con un señor (cincuentón) y una chica de no más de 25 años. Cuando le toqué la
bocina para que avanzara, el individuo, en lugar de avanzar, lo que hizo fue
retroceder intencionalmente con su enorme defensa trasera y golpeó la parte
delantera de nuestro carrito. Luego avanzó.
Ante esa actitud prepotente y abusiva, yo, que
llevaba una pistola con permiso legal, tuve la intención de seguirlo,
reclamarle y, de ser posible, vengarme. Pero decidà algo positivamente
distinto. Respiré profundo, analicé la circunstancia (estaba con mi esposa y
tres niños pequeños) y dejé eso asÃ.
Los niños no se dieron cuenta y mi esposa de
entonces, que hoy es mi amiga, sé que de leer esto recordará que guardamos
silencio todo el camino hasta llegar a casa, sanos y salvos.
En ambos casos, el de mi padre y el mÃo, pasamos
por “pendejos”, aunque yo prefiero decir “evitadores”, y nos libramos de
pleitos que, aún ganándolos, nos podrÃan llevar a desgracias mayores.
En el caso del general y el comunicador, habrÃa
sido distinto si el segundo no hubiera agredido al primero; pero, además, la
diferencia habrÃa sido mucho mayor si el general, en lugar de reaccionar de
manera airada y envalentonado, hubiera decidido respirar profundo y asumir esa
situación como una batalla perdida, pero no una guerra mal ganada. Hoy el
comunicador estarÃa vivo y él estarÃa en libertad.
Ambas familias estarÃan bien, más si se considera
que él andaba solo, con lo cual, nadie en su entorno se habrÃa enterado de que
sufrió una humillación.
Recuerdo que mi padre también nos decÃa: “mis hijos
anden siempre solos. De esa forma, en caso de que les ocurra algo humillante y
tengan que evitar el pleito o salgan perdiendo, nadie de su entorno lo sabrá y
ustedes podrán relatar el cuento diciendo que ganaron, sin que los demás sepan
que en realidad perdieron”.
Puedes pelear con alguien que te haya dado una
golpiza. Llegas a tu casa todo “abollao” y dices: “peleé con tres, los majé a
los tres. Aunque me dieron unos cuantos golpes, finalmente salieron corriendo”.
Es mentira, pero como nadie andaba contigo, a quien se lo cuentes, tiene que
creerte.
Sé que para un militar es difÃcil aguantar una
agresión, pero su propia condición de militar debió hacerle recordar que se
pierden batallas para, finalmente, ganar la guerra. No lo contrario.
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