Fe y Vida | ADN Celam
Vivir la comunión, evangelización y misión para hacer carne
Praedicate Evangelium
Después
de siete años los cardenales se han encontrado nuevamente, en unas
circunstancias sociales y eclesiales muy diferentes de las de 2015. Un colegio
cardenalicio con muchos rostros nuevos, la mayoría llegados de donde décadas
atrás era impensable, inclusive imposible, que un obispo, también un simple
cura, pudiese imaginarse estar vestido de púrpura.
Un
Papa de sueños y utopías
El
Papa Francisco concibe a los cardenales como sus colaboradores más cercanos, y
nadie duda que el Papa de la escucha afina el oído cuando lo voz viene de la
periferia. Es en esos lugares tradicionalmente olvidados que busca la
inspiración el actual Obispo de Roma, un Papa al que fueron a buscar al fin del
mundo y que se presentó ante la opinión pública mostrando el deseo de hacer
realidad una Iglesia pobre y para los pobres. Eso, sobre todo eso, ayuda a
entender la elección de muchos de quienes hoy forman parte del Colegio
Cardenalicio.
A
Bergoglio se le puede considerar un Papa de sueños, de horizontes, que sigue
viviendo desde utopías que solamente concibe quien tiene proyectos a largo
plazo, quien asume el Kairós, el tiempo de Dios, que va mucho más allá del
crono, determinando muchas veces por las prisas y la impaciencia.
Por
eso su Reforma, encargada por el cónclave que le eligió, ha sido pausada,
consensuada, discernida por mentes y espíritus de todos los rincones del
universo. Todo ello para ayudar a entender lo que es un ministro dentro de la
Iglesia, algo que el Papa Francisco dijo claramente al final de su homilía,
definiéndolo como “alguien que sabe maravillarse ante los designios de Dios y
con este espíritu ama apasionadamente a la Iglesia, pronto para servir en su
misión donde y como quiera el Espíritu Santo”.
Sentir
estupor como camino de salvación
La
gran pregunta que todo ministro, en la medida en que este es entendido como
servicio, tiene que hacerse cada día es si continúa sintiendo estupor ante la
manifestación de Dios en su vida, pues “este estupor es una vía de salvación”.
Todo lo demás, el sentirse dueño y seguro, hace que el Mentiroso consiga
“mundanizar a los seguidores de Cristo y hacerlos inocuos”, recordaba en su
homilía el Santo Padre.
El
primer paso para llegar a la Reforma tiene que ser aquello que San Pablo VI
afirmaba en su primera encíclica, la Ecclesiam suam: “la Iglesia debe
profundizar en la conciencia de sí misma…, de su propio origen, de su propia
naturaleza, de su propia misión”. Los nueve años transcurridos en el actual
pontificado pueden ser entendidos desde esta perspectiva anunciada por el Papa
Montini casi 60 años atrás.
Situarse
desde la periferia
Una
Iglesia que hoy necesita situarse desde la periferia, desde los más pobres,
como señalaba el cardenal Baltasar Porras, y desde ahí en la necesaria actitud
de misión permanente y de unidad, al servicio de la fe. Todo ello en un clima
de encuentro fraterno, con libertad para expresarse, algo que ha llevado a algunos
de los purpurados a mostrarse contrarios a algunos elementos de una Reforma que
supone cambios radicales en modos de entender y poner en práctica el
funcionamiento de la Iglesia y de la Curia Romana.
Todo
ello desde una dimensión misionera, como han destacado el Cardenal Orani
Tempesta, arzobispo de Rio de Janeiro, que ve la nueva constitución como un
impulso de esa dimensión tan necesaria en la Iglesia. Un aspecto también
recogido por el arzobispo patriarca de Lisboa, Cardenal Manuel Clemente, que ve
en la Praedicate Evangelium un elemento para “dar un sentido más evangelizador,
más pastoral a la Curia Romana”.
En
estado de misión
Algo
vivido como “un encuentro muy importante de comunión de todos los cardenales de
la Iglesia católica de todas las partes del mundo”, en palabras del Cardenal
Carlos Osoro. El arzobispo de Madrid también lo ha vivido como “un momento de
reflexión, de ahondar más en lo que para nosotros puede significar ponernos en
estado de misión”. Desde lo más profundo de su corazón, el purpurado expresa su
gozo ante una experiencia de encuentro con hombres que están en todos los
lugares del mundo, “haciendo presente la comunión de Cristo y viviendo la
comunión con el sucesor de Pedro, con el Papa”, insistiendo en la necesidad de
un cardenal vivir fuertemente y transmitir esta experiencia de comunión.
Un
encuentro que ha hecho ver a los cardenales la necesidad de hacer eso mismo en
las diócesis, independientemente de que se llame o no de la misma manera, pero
siempre dejando claro la necesidad de “vivir en comunión y vivir la misión”,
insistía el Cardenal Osoro, que sintetizaba el encuentro de dos días entre el
Papa Francisco y los cardenales de todo el mundo en una frase: “la Iglesia
tiene que estar en estado de misión permanente”, dejando claro que “el día que
olvidemos eso, olvidamos lo que es la Iglesia”.
De
vuelta para casa, comienza la tarea, que parece haber sido claramente
explicitada por el Papa Francisco, llamando a los cardenales a ser portadores e
impulsores de una propuesta que es fruto de un largo proceso de discernimiento.
La esperanza es una Iglesia que entre en un proceso iniciado en el Concilio
Vaticano II y que debe ser impulsado una vez más en este momento de la
historia.
Publicado
por ADN Celam
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