Vida Humana | De Charles de Pechpeyrou/VN
El proyecto “Mama Hekima” de sor Bitshanda para dar dignidad a
las mujeres
La
monja congoleña de la Congregación de las Hijas de la Sabiduría lleva 10 años
trabajando para enseñar a las mujeres de su país a adquirir mayor autonomía e
independencia, no sólo económica. El proyecto cuenta con un apoyo cada vez
mayor y supone la producción y venta de productos agrícolas como la yuca. Las
mujeres han aprendido a superar las diferencias entre ellas y a experimentar la
solidaridad mutua.
Proceden
de diversos entornos sociales y tradiciones religiosas, pero se enfrentan a las
mismas dificultades: las mujeres de la República Democrática del Congo afrontan
cada día a problemas relacionados con las dificultades económicas, la crianza
de los hijos, las enfermedades de los familiares y la falta de conocimiento e
información sobre sus derechos. Para salir de esta situación y ganar la
dignidad que a menudo les niega la sociedad, lo mejor es unir fuerzas y
apoyarse mutuamente. Concretamente. Por eso, la hermana Virginie Bitshanda, de
la Congregación de las Hijas de la Sabiduría, decidió hace diez años crear la
asociación Mama Hekima (Madres de la Sabiduría, en swahili) en la ciudad de
Kisangani, con el fin de reunir a las mujeres «sencillas» de la ciudad, sin
exclusión ni distinción étnica o religiosa, para ayudarlas a alcanzar la
autosuficiencia financiera.
Las
dificultades iniciales
«Entre
ellas había mujeres católicas, musulmanas, testigos de Jehová, protestantes y
otras de la Iglesia del Despertar —cuenta la monja a nuestro periódico— y al
principio no estaban de acuerdo con esta opción de avanzar juntas. El primer
grupo que se formó había pedido que se le uniera por denominación religiosa, ya
que no creían que fuera posible trabajar juntas con tantas diferencias
religiosas». «Esto no nos sorprendió —continúa— porque al escuchar los
‘sermones’ emitidos en los canales de televisión, comprendimos cómo todos estos
‘mensajes’ que contienen críticas negativas, incitan a la división, a la
hostilidad, a la violencia».
La
fuerza de las mujeres es portadora de esperanza
Pero
la hermana Virginie no es de las que se rinden ante las dificultades. Para
crear un espíritu de equipo, se basó en el programa de tres años que había
seguido en el pasado en Canadá, en el Instituto de Formación Humana Integral de
Montreal, cuya línea consiste en estudiar y conocer las realidades culturales
presentes y tener en cuenta las mentalidades del entorno, para acompañar a
grupos de personas. «De este modo, comprendimos mejor las condiciones
indecorosas que la sociedad impone a estas mujeres. Estar en contacto con ellas
también nos ha permitido ser testigos y confirmar que las fortalezas
-capacidad, valor, calidad, amor- de estas mujeres son impresionantes y aportan
esperanza».
La
posibilidad de trabajar juntas
Las
madres fueron construyendo poco a poco la armonía entre ellas, decidiendo verse
más allá de la diferencia. Consiguieron cooperar, superar las diferencias
étnicas y religiosas y buscar la paz en caso de dificultades relacionales. Las
mujeres han demostrado una gran creatividad e iniciativa. «Sola, una mujer no
puede hacerlo —comenta la monja monfortiana—, sin embargo, unida a otras,
siempre se encuentra una solución».
Con
el apoyo de la asociación promovida por la hermana Virginie, las «Mama Hekima»
de Kisangani aprendieron rápidamente a trabajar juntas. Se reúnen en pequeños
grupos de hasta veinte personas según sus intereses. Las sesiones de formación
se centran en temas como la educación cívica, los derechos de la mujer, la
planificación familiar, la gestión del presupuesto familiar y la planificación
de actividades generadoras de ingresos. Las dificultades económicas son, de
hecho, uno de los mayores retos a los que se enfrentan estas mujeres,
desarrollando herramientas para aumentar su independencia económica.
Producción
y venta de productos agrícolas
La
primera fuente de ingresos es la producción y/o venta de productos agrícolas,
empezando por la yuca, cultivada por sus raíces tuberosas comestibles, que
forman una parte importante de la base alimentaria diaria de muchas poblaciones
africanas. «Al principio, —recuerda la hermana Virginie— algunos pequeños
grupos la compraban para producir harina o el llamado ‘chikwangue’, una especie
de rollo de pasta de mandioca fermentada, plato tradicional de la cuenca del
río Congo».
Cuando
la mandioca se hizo más escasa, intervino el espíritu de solidaridad femenino
adquirido durante la primera fase de conocimiento mutuo: «otro pequeño grupo se
encargó de cultivarla para suministrarla a los que producen el kwangue». En la
actualidad, cada grupo —ahora hay unos diez, formados por unas 20 mujeres— está
dirigido por su propio comité directivo que supervisa el proceso de venta de
los productos. Las madres también han diversificado sus actividades económicas,
con la fabricación de hornos de leña.
Un
ejemplo estimulante para los demás
Cada
vez son más las mujeres que piden formar parte de la asociación, ser
supervisadas y acompañadas por igual. También disfrutan del éxito los niños.
«Muchos sufrían desnutrición o enfermedades y se han curado —se alegra la
hermana Virginie—, además, muchas madres pueden enviar a sus hijos a la escuela
e incluso a la universidad». Y no sólo eso: el ejemplo de las «Mama Hekita»
también estimula el deseo de autonomía e independencia económica entre sus
amigas y todos los que les rodean.
Agradecidas
por recuperar su dignidad de ‘mama’
Mirando
hacia atrás, Sor Virginie se felicita por los resultados obtenidos, en primer lugar,
gracias al apoyo de la Congregación de las Hijas de la Sabiduría, pero también
de los colaboradores externos. «Diría que el primer objetivo que nos propusimos
—familias bien alimentadas, niños escolarizados— se ha conseguido en gran
medida —comenta—, pero nuestras madres han hecho más: han aprendido a tomar las
riendas de su vida, a levantar la cabeza y a no dejarse explotar por todos los
sistemas injustos de nuestro país». «Qué alegría, qué estímulo para estas
mujeres que no dejan de agradecer a las hermanas y a la congregación que
piensen en ellas —concluye la monja monfortiana— y por nuestra parte, qué
alegría ver que pueden beneficiarse de este acompañamiento que, poco a poco,
les ayuda no sólo en su sostenimiento económico, sino también a recuperar su
dignidad de ‘mama’».
Publicado
por Vatican News
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