Nuestra Fe | Martin Gelabert
Predicar es provocar
El refrán es
conocido: una cosa es predicar y otra dar trigo. O sea, una cosa es dar
consejos a los demás y otra poner en obra esos consejos cuando uno puede
hacerlo. No cabe duda de que hay predicadores de la Palabra incoherentes. Ya
Jesús lo hizo notar a propósito de los escribas cuando dijo: “haced lo que
dicen, pero no hagáis lo que hacen, porque ellos dicen y no hacen” (Mt 23,3).
Ocurre, sin embargo, que cuando el predicador no hace lo que dice, o sea,
cuando el primer afectado por la predicación no es el predicador, esta
predicación termina por resultar increÃble y hasta contraproducente. Lo primero
que se exige a un buen predicador es que sea coherente con lo que predica. Ya
el Vaticano II y los últimos Papas han hecho notar que la distancia entre fe y
vida es uno de los grandes males de nuestra época. Solo una predicación
coherente resulta provocativa.
El término
provocar no tiene necesariamente connotaciones negativas. Provocar no es solo
suscitar enfado en otra persona mediante actos o palabras hostiles. Provocar
puede ser también suscitar una reacción positiva, invitar a cambiar algo o a
realizar algo. Cierto, los cambios, a veces, no resultan fáciles. Y por eso,
incluso si el que pretende hacer cambiar lo hace con buena intención o buscando
el bien del otro, es posible que, por parte del provocado, se den reacciones
contrarias al cambio propuesto. A veces, lo fácil es quedarse uno como está.
Eso sÃ, no siempre lo fácil es lo mejor ni lo que hace feliz.
Lo último que
Jesús encargó a sus discÃpulas y discÃpulos fue anunciar el evangelio a toda la
creación. El evangelio es una buena noticia. Si es mala no es evangelio. En
principio, se dirÃa que todo lo bueno debe ser fácil y agradablemente acogido.
Ahora bien, puede ocurrir que una cosa buena a algunos les parezca mala y, por
eso, la rechacen y se enemisten con el que la propone u ofrece. Proponerle a
alguien que está metido en las drogas o en el alcohol que salga de allà es, sin
duda, bueno para él. Pero no es fácil salir de esa situación, y asÃ, quién es
invitado a hacerlo puede reaccionar violentamente.
Para que una
buena noticia (¡bienaventurados los pobres!, por ejemplo), sea acogida en
ambientes en los que puede ser entendida como mala (el dinero hace la
felicidad, piensa el mundo), necesita ser propuesta con mucha sabidurÃa, no
principalmente para evitar una reacción hostil, sino para lograr que sea
aceptada, aunque es posible que, ni aún asÃ, sea aceptada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...