Reflexión | Juan F. Puello Herrera/LD
Entre el ego y la envidia
Es
difÃcil desprenderse del ego para llegar a la maravillosa experiencia del amor,
de un amor pleno que solo se logra cuando se sale del egoÃsmo que acogota la
entrega sin condiciones y pone en riesgo las virtudes que nos acercan a Dios.
Se
dice que el ego llega a su máxima expresión cuando éste ha tomado posesión del
yo, una actitud propia del ser humano que tiene proclividad a que todo gire en
torno a él, y a “convertir el yo en el centro de sus pensamientos y en el punto
de referencia de sus acciones”, cuya forma de actuar y pensar se le denomina
egocentrismo, opuesto a la caridad cristiana.
Por
su parte, en un mundo como el que vivimos en que todo se reduce a querer ocupar
los primeros puestos, la propensión a la envidia crece y se agudiza cada dÃa,
que Tomás de Aquino explica afirmando que esta “posee como caracterÃstica
especÃfica el entristecerse del bien ajeno, en cuanto que se mira como un
factor que disminuye la propia excelencia o felicidad”.
Basta
recordar el cuento en que una serpiente que pasaba por el bosque empezó a
perseguir a una luciérnaga; lo hizo durante 3 dÃas y 3 noches seguidos, ya
exhausta, la luciérnaga se detuvo y dando media vuelta se dirigió a la
serpiente: ¿Puedo hacerte 3 preguntas?
Como te voy a devorar igualmente, adelante, pregunta: ¿Pertenezco a tu
cadena de alimentación? No. ¿Te hice algún daño? No. Entonces, ¿por qué quieres
comerme? Porque no soporto verte brillar.
Publicado
por ListÃn Diario
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