• Noticias

    jueves, 26 de enero de 2023

    Homilía de la Asamblea Comunidades de la Parroquia Santísima Trinidad


    Reflexión | Padre, Cristian Peralta/DC

     


    Homilía de la Asamblea Comunidades de la Parroquia Santísima Trinidad


    Queridos hermanos y hermanas, llamar a una persona «honesta» es uno de los piropos más hermosos que se puede dedicar a un ser humano. La honestidad es esa cualidad de la persona que destaca por su decencia, su honradez y su capacidad de justicia. Quien es una persona honesta tiene un particular amor por la Verdad que le lleva a vivir coherentemente la fe que profesa y los valores que guían su actuar. Quien es identificada como una persona honesta basa sus relaciones en la confianza y el respeto, en la sinceridad y la integridad. Son aquellas personas a las que se les atribuye veracidad, credibilidad, pues sus actos hablan de su profundad bondad.


    Este año la Iglesia Dominicana, a través de nuestros pastores, ha invitado al pueblo de Dios a que como creyentes demos testimonio de honestidad en medio de la sociedad dominicana, para que así colaboremos en la eliminación de la corrupción a todos los niveles de nuestra vida pública y privada. Nos invitan a contrarrestar la corrupción que puede darse en la cultura, en la política y la economía, en la familia y en la ecología, incluso la corrupción que se nos puede colar en nuestro modo de vivir la fe y peregrinar como Iglesia. La invitación eclesial para este año es un desafío enorme, pero que, con la gracia de Dios y el esfuerzo de cada uno de nosotros, seguro que podremos colaborar en la construcción de una sociedad cada vez más libre de corrupción.


    Considero que el primer paso para combatir la corrupción es reconocer que cada uno de nosotros puede ser tentado por ella. Nadie se escapa a esta tentación del «camino más corto», de «la puerta más ancha», del «salto de los procesos» o del «escape de las responsabilidades». Creernos inmunes a la tentadora corrupción es el primer paso para caer en ella. En un discurso dirigido a unos diputados italianos el Papa Francisco (21 de septiembre de 2017) les decía: «Nunca vigilaremos lo suficiente ese abismo donde la persona está expuesta a las tentaciones del oportunismo, el engaño y el fraude, que se vuelven más peligrosas por el rechazo a ponerse en discusión». Hacernos conscientes de esto es el primer paso de honestidad que podemos dar. Y es que la corrupción se instala muy fácil cuando se le abona el terreno de nuestro interior con justificaciones del tipo: «es que es lo normal en este país» o «el que quiere progresar tiene que ser corrupto» o la célebre tergiversación del evangelio que cambia el sentido de la frase de Jesús: «el que esté libre de pecado que tire la primera piedra». Estar atentos a las propias flaquezas y las propias tentaciones es un primer paso para combatir la corrupción.


    Un segundo paso importante para crecer en honestidad y con ello combatir la corrupción es el reconocer que no podemos solos. Cuando un sistema es corrupto, resulta muy difícil ir contra corriente en soledad, más aún, el ir solos será camino de frustración que alentará a la tentación de sumarse a la corriente que nos arrastra. La frustración ante el tamaño de lo que deseamos enfrentar hace que nos rindamos a aquel adagio que afirma que cuando no puedes con el enemigo lo propio es unirse a él. La corrupción no se combate en soledad, sino que amerita la unión con otros en aras de aquello que socaba un ambiente corrupto: el bien común. En algún escrito mío afirmé: «el individualismo es el caldo de cultivo para la corrupción», y es así tanto porque el pensar solo en nosotros mismos nos hace olvidar el cuidado por lo común y provoca que nos dejemos arrastrar por la búsqueda exclusiva de la propia ventaja; como también porque nos hace renunciar a toda lucha por un cambio ya que experimentamos que nuestros esfuerzos serán en vano. Caminar juntos, unir fuerzas y esperanzas, hacer comunión desde la fe y la justicia son un abono eficaz para que crezca la honestidad.


    La invitación de la Iglesia es a caminar juntos aportando tres elementos fundamentales. Primero, el propio testimonio de una vida honesta. No hay gesto que sobre ni acto insignificante cuando se trata de hacer vida el deseo de una sociedad más honesta. Segundo, no sucumbir a la tentación de la autosuficiencia, esa que nos hace olvidar el bienestar de los demás, especialmente la cristiana preocupación por los más pobres, conduciéndonos al nefasto y deshonesto «sálvese quien pueda» que es fuente de egoísmo e indolencia ante el dolor ajeno. Tercero, los creyentes, desde nuestra vocación de bautizados, estamos llamados a ser profetas, es decir, a anunciar con nuestra vida que es posible caminar desde Dios en todos los ámbitos de nuestra existencia, que es posible una vida virtuosa en la familia, en el trabajo, en las relaciones interpersonales, en nuestro ejercicio de la ciudadanía, etc.; pero también esa llamada a ser profetas se ha de desplegar en la condena a los actos de injusticia y corrupción, a no sucumbir al silencio cómplice ante lo que está mal, sino a vivir desde la Voluntad de Dios, que quiere que toda persona tenga vida y vida en abundancia y, por tanto, nuestro compromiso cristiano es combatir todo aquello que signifique muerte para muchos y ciertamente la corrupción es provocadora de muerte especialmente para los más pobres, sobre todo porque la corrupción mata la confianza, que es fuente de encuentro con los demás, de compromiso por la justicia, es la confianza lo que nos permite apostar por la vida.


    Queridos hermanos y hermanas, la iglesia nos invita a ser testigos y testimonio de honestidad en medio de nuestra sociedad. Entre nosotros tenemos ejemplos de personas que podemos señalar con certeza como honestas, que bueno sería que como comunidad cristiana podamos resaltar a esas personas, pues su testimonio alimenta la esperanza y nos asegura que cada uno de nosotros es capaz de vivir una vida decente y con ello, paso a paso, persona a persona, podamos colaborar para que nuestro país sea uno más justo y humano. Y es que la corrupción hace mucho ruido y acalla la sinfonía de los valores del Reino que está de fondo en la vida de tantos quede oculta. No dejemos que los ruidos de corrupción acallen nuestros gestos de honestidad, sino que sean estos gestos cotidianos los que nos alienten a caminar juntos para combatir la deshumanizadora corrupción y como Iglesia podamos hacer de este mundo uno más parecido al Reino que Jesús nos revela: Reino de amor y fraternidad, de justicia y de paz, de vida verdadera, de vida en abundancia para todos.


    Pidamos a María, que ella nos alcance la gracia de una vida digna de ser llamada honesta y nos permita alentar a otros con nuestro ejemplo a desplegar la bondad que habita en sus corazones. Que así sea.


    Publicado por Diario Católico


    No hay comentarios:

    Publicar un comentario

    Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...

    Para Vivir Mejor


    Entradas Recientes



    La Familia


    Amigo del Hogar | Revista

    Orientada esencialmente a la familia desde una visión humano-cristiana, la Revista Amigo del Hogar nace en el año 1942, como obra evangelizadora de los Misioneros del Sagrado Corazón (MSC).

    ¿Quiénes Somos?

    Somos una comunidad religiosa fundada por el P. Julio Chevalier en el año 1854, en Issoudun, Francia. El proyecto al que buscamos ser fieles es, desde el Corazón misericordioso de Jesús, anunciar el amor de Dios al mundo.

    Temas de Salud


    Entradas populares