Reflexión | Miguel Ángel Munárriz/FA
Lo Provisional y lo Definitivo
Mt
17, 1-9
«Éste
es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadle»
Jesús
se retiraba con frecuencia a orar, y en ocasiones lo hacía en compañía de sus
discípulos más cercanos. Pero hay tres momentos en que su oración tiene un
carácter especial, y los evangelistas se hacen eco de ello narrando con detalle
la escena. Son los momentos en que debe tomar las decisiones más importantes de
su vida, y en todos ellos recurre a la oración en busca de lucidez para discernir
y fortaleza para responder.
El
primero es en el desierto de Judea tras el bautismo de Juan, y en él, Jesús
debe decidir entre lanzarse a los caminos a predicar la buena Noticia, o volver
a la tranquila existencia en su taller de Nazaret. El segundo es el que se
narra en el evangelio de hoy, donde tiene que optar entre permanecer en Galilea
o universalizar su mensaje llevando la buena Noticia al mismo corazón de Judea.
Si permanece en Galilea como profeta rural, el alcance de su mensaje será muy
limitado, pero al menos su vida no correrá peligro. En cambio, si sube a
Jerusalén se expondrá a un grave riesgo, pues sabe que las autoridades le
buscan para prenderle. El tercero ocurre en Getsemaní en el momento más
angustioso de su vida.
Probablemente
el relato de hoy se basa en uno de estos retiros de oración, pero Mateo
interpreta lo que vieron los ojos físicos con los ojos de la fe. Y lo que nos
dice es que en Jesús hay mucho más de lo que se ve; que quien va a subir a
Jerusalén, va a ser prendido por las autoridades, torturado y muerto en cruz,
es en realidad el Hijo amado; el predilecto; a quien debemos escuchar. Parece
como si Mateo quisiese avisarnos de antemano: “No os equivoquéis; Dios está con
ese hombre que aparentemente va a ser vencido por los sacerdotes; y no con
quienes lo van a matar”.
Encontramos
una teofanía similar en el relato del bautismo de Jesús antes de salir a los
caminos de Galilea, y dada su similitud con la de hoy, podemos aventurar que su
intención es la misma: “Cuando le veáis enfrentado a los santos y los sabios de
Israel, o en compañía de pecadores, o saltándose la Ley, o abandonado por buena
parte de sus seguidores, no debéis olvidar que se trata del Hijo amado, del
predilecto…”
Pero
es posible que Mateo nos esté lanzando un mensaje de mucho mayor calado; y ese
mensaje sería que la “Realidad” no se limita a lo que vemos y entendemos, sino
que hay un mundo que ni se ve ni es comprensible por la razón, pero es el que
realmente importa.
En
cada uno de nosotros hay una realidad provisional y otra definitiva, y los
relatos de la Resurrección cobran su sentido al ser interpretados de este modo.
Cuando Jesús es despojado de la realidad tangible, se manifiesta en él la
realidad definitiva y los discípulos son capaces de captarla. Y es su
testimonio el que nos abre a la esperanza de que nosotros también somos más que
lo que vemos; que la muerte no es el fracaso definitivo, sino el tránsito de
esta realidad efímera a la definitiva.
Publicado
por Feadulta.com
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