Economía | Leonardo Perozo
El estafador italiano, Carlo Ponzi. | Fuente externa.
Los herederos caribeños de Carlo Ponzi
El 11 de diciembre de 2008, menos de tres meses
después del colapso de Lehman, el FBI arrestó al financiero y administrador de
activos Bernie Madoff, exdirector del Nasdaq. En pocos días, su colosal estafa
por valor de casi US$65,000 millones, tramada con un estrepitoso “esquema
Ponzi”, había salido a la luz pública, siendo la más afectada la comunidad
judía estadounidense, desde la Fundación Wiesel hasta Steven Spielberg.
La aventura de Madoff terminó mal; fue condenado a
150 años de prisión, su hijo Mark se ahorcó dos años después del arresto de su
padre y su otro hijo Andrew murió de linfoma en 2014. Actualmente, Bernard
Madoff guarda prisión en Carolina del Norte, pero el “esquema Ponzi” que
utilizó con extraordinaria habilidad sigue disfrutando de óptima salud.
Miles de personas continúan siendo estafadas en
todo el mundo con la técnica inventada por el italiano Carlo Ponzi, nacido en
Lugo (Ravenna) en 1882, quien emigró a Estados Unidos en 1903 con dos dólares y
cincuenta centavos en el bolsillo, llegando, en 1920, a ganar en promedio
U$250,000 por día.
¿Cómo? Con su “esquema” piramidal, consistente en
la promesa de inversiones con ganancias extraordinarias, que permite a quienes
inician la cadena y a los primeros involucrados la obtención de altos
rendimientos en el corto plazo, pero que precisa continuamente de nuevas
víctimas dispuestas a entrar en la pirámide.
¡Es decir, a pagar! Las “supuestas ganancias”, de
hecho, solo provienen de las cuotas pagadas por los nuevos inversionistas y no
de actividades productivas o financieras. Ponzi terminó en prisión, como
Madoff, pero su esquema brilla hoy, más que nunca bajo el sol caribeño de
nuestra isla, casi un siglo después.
Veamos los casos más recientes. Steven Canady, en
EE.UU., fue sentenciado en 2017 a cumplir en prisión entre seis y 18 años por
un esquema Ponzi de US$7 millones, implementado a través de Alliance Warburg
Capital Management. Canady fue acusado previamente de otro esquema Ponzi que
prometía 1,000% de retorno en treinta días.
Chad Roger Deucher fue condenado a siete años de
prisión por otra estafa de US$16 millones; prometió rentabilidades del 22%,
incluso con publicidad en internet y radio, gracias a su fondo inmobiliario que
en realidad era otro esquema Ponzi más.
Por otro lado, ha sido condenado a 41 años de
prisión Andrew D. Kelley, quien había estafado a inversores por monto
ascendente a cerca de ocho millones de dólares con su Blackbird Capital
Partners, declarándose miembro y fiel seguidor de la Iglesia de Jesucristo de
los Santos de los Últimos Días. Durante el juicio admitió ser un “mentiroso
compulsivo”. En todos los casos mencionados hasta este punto, los “promotores”
presentan pseudo-planes de inversiones y rentabilidades por instrumento.
En los mares caribeños de nuestra isla, también
tenemos nuestros propios casos de estudio sobre esquemas Ponzi; tal parecería,
por la notoriedad adquirida y la enorme exposición mediática de los criollos
Mantequilla y J. J. Gonzalez, que más que “presuntos defraudadores”, fueran
héroes nacionales. Ambos casos y personajes, puestos en el ojo de la población
por parte de notables personalidades y medios de comunicación en procura de la
noticia, pero que no le hacen ningún servicio a la patria.
El verdadero servicio a la patria ante el
desbordamiento de este tipo de personajes de ciencia ficción, parte de la
creación verdadera de conciencia y cultura en materia financiera, en la
creación de mecanismos para incluir la educación financiera como parte del
currículo de la formación básica y media, e implementar métricas para medir su
eficacia, como parte de la responsabilidad social del Estado, de sus
instituciones, y de las instituciones privadas que operan en el sector financiero,
en sentido amplio.
En otro plano, las alertas levantadas por estos
casos deben llamar a la atención de las partes interesadas sobre la necesidad
de propiciar mayor coordinación entre los órganos de supervisión, fiscalización
y los de persecución del delito, a fin de evitar el desbordamiento de estos
casos y sus actores, y el efecto rebaño producido sobre la población, que
ocasionan los medios de comunicación y los nuevos influencers.
Pero ¿por qué sucede esto? ¿Por qué el ya conocido
y centenario esquema Ponzi continúa cobrando miles de víctimas?
La respuesta está en dos palabras: avaricia e
ingenuidad, en el caso de los países desarrollados, mientras que, en el caso
dominicano, me permitiría agregar necesidad y falta de educación y cultura
financiera, sobre todo en la base de la pirámide socioeconómica.
Un inversionista con un mínimo de educación
financiera sabe perfectamente que obtener ganancias anuales de dos o incluso
tres cifras porcentuales de forma lícita es prácticamente imposible, excesivo, o
altamente riesgoso.
Si hay alguien que promete ganancias exorbitantes a
la ligera, es muy probable que sea alguien que persiga estafar, o bien tratarse
de alguien que expone a sus inversionistas a un alto riesgo de quiebra.
¿Se puede ganar un 10%-12% al mes? Sí, podría ser
posible con el apalancamiento que proporcionan algunos instrumentos financieros
avalados por las autoridades monetarias correspondientes, pero estas
posibilidades de arbitraje y rendimiento, suelen ser coyunturales y con
características de mercados altamente volátiles, en los cuales incluso,
pudiendo estimar el riesgo, existe, como evidencian cientos de casos en la
literatura financiera, pero con una altísima probabilidad de perderlo todo.
Vale la pena recordar que, todo aquel que promete
dinero fácil, puede afectar gravemente tu salud, ¡y la de su bolsillo!
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