Papa Francisco | Zenit
¿Qué es lo extraordinario a lo que Jesús nos invita? Así lo
explica el Papa
En
torno a 20 mil personas se congregaron en la Plaza de San Pedro para escuchar
al medio día la alusión del Papa, antes de rezo de la oración mariana del
Ángelus.
Las
palabras que Jesús nos dirige en el Evangelio de este domingo son exigentes y
parecen paradójicas: nos invita a poner la otra mejilla y amar incluso a los
enemigos (cfr. Mt 5,38-48). Para nosotros es normal amar a los que nos aman y
ser amigos de quien es nuestro amigo; sin embargo, Jesús nos provoca diciendo:
si actuáis de esta manera, «¿qué hacéis de extraordinario?» (v. 47). ¿Qué
hacéis de extraordinario? Este es el punto sobre el que me gustaría atraer hoy
vuestra atención, sobre este qué hacéis de extraordinario.
“Extraordinario”
es lo que va más allá de los límites de lo habitual, que supera la praxis
habitual y los cálculos normales dictados por la prudencia. En general,
nosotros tratamos, en cambio, de tener todo bastante en orden y bajo control,
de forma que corresponda a nuestras expectativas, a nuestra medida: temiendo no
recibir la reciprocidad o de exponernos demasiado y después quedar
decepcionados, preferimos amar solamente a quien nos ama para evitar las
desilusiones, hacer el bien solo a quien es bueno con nosotros, ser generosos
solo con quien puede devolvernos un favor; y a quien nos trata mal respondemos
con la misma moneda, así estamos en equilibrio.
Pero
el Señor nos advierte: ¡esto no es suficiente! Nosotros diríamos: ¡esto no es
cristiano! Si nos quedamos en lo ordinario, en el balance entre dar y recibir,
las cosas no cambian. Si Dios tuviera que seguir esta lógica, ¡no tendríamos
esperanza de salvación! Pero, por suerte para nosotros, el amor de Dios siempre
es “extraordinario”, va más allá, va más allá de los criterios habituales con
los que nosotros humanos vivimos nuestras relaciones.
Las
palabras de Jesús, por tanto, nos desafían. Mientras nosotros intentamos
quedarnos en lo ordinario de los razonamientos utilitarios, Él nos pide que nos
abramos a lo extraordinario, a lo extraordinario de un amor gratuito; mientras
que nosotros tratamos siempre de cuadrar las cuentas, Cristo nos estimula a
vivir el desequilibrio del amor. Jesús no es un buen contable: ¡no! Siempre
conduce al desequilibrio del amor. No nos maravillemos de esto. Si Dios no se
hubiera desequilibrado, nosotros nunca hubiéramos sido salvados: ¡ha sido el
desequilibrio de la cruz lo que nos ha salvado! Jesús no hubiera venido a
buscarnos mientras estábamos perdidos y alejados, no nos hubiera amado hasta el
final, no hubiera abrazado la cruz por nosotros, que no merecíamos todo esto y
no podíamos darle nada a cambio. Como escribe el apóstol Pablo, «en verdad,
apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se
atrevería uno a morir; más la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo
nosotros todavía pecadores, murió por nosotros» (Rm 5,7-8). Así es, Dios nos
ama mientras somos pecadores, no porque somos buenos o capaces de devolverle
algo. Hermanos y hermanas, el amor de Dios es un amor siempre en exceso,
siempre más allá de los cálculos, siempre desproporcionado. Y hoy nos pide
también a nosotros vivir de esta manera, porque solo así lo testimoniaremos de
verdad.
Hermanos
y hermanas, el Señor nos propone salir de la lógica del provecho y no medir el
amor en la balanza de los cálculos y de las conveniencias. Nos invita a no
responder al mal con el mal, a osar en el bien, a arriesgar en el don, aunque
recibamos poco o nada a cambio. Porque es este amor el que lentamente
transforma los conflictos, acorta las distancias, supera las enemistades y sana
las heridas del odio. Entonces podemos preguntarnos, cada uno de nosotros: yo,
en mi vida, ¿sigo la lógica del provecho o la de la gratuidad, como hace Dios?
El amor extraordinario de Cristo no es fácil, pero es posible; es posible
porque Él mismo nos ayuda donándonos su Espíritu, su amor sin medida.
Recemos
a la Virgen, que dando a Dios su “sí” sin cálculos, le ha permitido hacer de
ella la obra maestra de su Gracia.
Publicado
por Zenit
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