Mensajes | Sebastián Sansón Ferrari
Francisco: Quien sigue a
Jesús no teme hacerse "inferior"
El Santo Padre se reunió con los
participantes en la Asamblea Plenaria del Dicasterio para los Laicos, la
Familia y la Vida, en el último día de trabajos. El Pontífice les ofreció una
reflexión sobre la multiplicidad de ministerios en la Iglesia, el rol de los
laicos y les exhortó a no caer en la autorreferencialidad.
La ministerialidad: este fue el
punto central del discurso del Papa Francisco a los asistentes a la II Asamblea
Plenaria del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, a quienes
recibió en audiencia en la mañana de este sábado 22 de abril.
Tras darles la bienvenida y
agradecer las amables palabras del Cardenal Kevin Farrell, Prefecto del
Dicasterio, el Santo Padre manifestó su gratitud por el trabajo del organismo
vaticano y su compromiso en todos los ámbitos de su competencia. Estas áreas,
como observó el Papa, afectan la vida cotidiana de tantas personas, como
familias, jóvenes, ancianos, grupos de fieles asociados y, más en general,
laicos que viven en el mundo con sus alegrías y trabajos. "Son un
Dicasterio 'popular', diría yo, ¡y esto es hermoso!", según Francisco.
Luego, les solicitó que no pierdan nunca ese carácter de cercanía a las mujeres
y a los hombres de nuestro tiempo.
Al referirse al tema de la
Plenaria ("Los laicos y ministerialidad en la Iglesia sinodal"), el
Pontífice puntualizó que, "cuando se habla de ministerios, generalmente se
piensa inmediatamente en los ministerios "instituidos" -lector,
acólito, catequista-, que son bien conocidos y sobre los que se ha reflexionado
mucho". "Estos ministerios -prosiguió- se caracterizan por una
intervención pública de la Iglesia -un acto específico de institución- y por
una cierta visibilidad. Están relacionados con el ministerio ordenado, porque
implican diversos modos de participar en la tarea que le es propia, aunque no
requieran el sacramento del Orden".
"Los ministerios
instituidos, sin embargo, no agotan la ministerialidad de la Iglesia, que es
más amplia y que desde las primeras comunidades cristianas concierne a todos
los fieles (cf. Lett. ap. m.p. Antiquum
ministerium, 2)". El Obispo de Roma lamentó que
desgraciadamente se habla poco de ello y celebró que le hayan dedicado la
Asamblea a este tópico.
El bautismo
y los dones del Espíritu Santo
¿Cuál es el origen de la
ministerialidad en la Iglesia? A esta pregunta, el Papa propuso dos respuestas
fundamentales: la primera es el bautismo. "En él tiene su raíz el
sacerdocio común de todos los fieles, que, a su vez, se expresa en los
ministerios. La ministerialidad laical no se funda en el sacramento del Orden,
sino en el Bautismo, por el hecho de que todos los bautizados -laicos,
solteros, casados, sacerdotes, religiosos- son christifideles,
creyentes en Cristo, discípulos suyos y, por tanto, llamados a participar en la
misión que Él confía a la Iglesia, también mediante la asunción de determinados
ministerios".
La segunda es: los dones del
Espíritu Santo. "La ministerialidad de los fieles, y de los laicos en
particular, brota de los carismas que el Espíritu Santo distribuye en el Pueblo
de Dios para su edificación (cf. ibid.): primero, aparece un carisma suscitado
por el Espíritu; después, la Iglesia reconoce este carisma como un servicio útil
para la comunidad; finalmente, en un tercer momento, se introduce y difunde un
ministerio específico".
La
ministerialidad no puede reducirse solo a los ministerios instituidos
El Pontífice aclaró que la
ministerialidad abarca un campo amplio. Incluso hoy, como en las comunidades de
los orígenes, ante necesidades pastorales particulares, sin recurrir a la
institución de ministerios, los pastores pueden confiar a los laicos algunas
funciones de suplencia, es decir, servicios temporales, como sucede, por ejemplo,
con la proclamación de la Palabra o la distribución de la Eucaristía.
Asimismo, además de los
ministerios instituidos, de los servicios de suplencia y de otros oficios
encomendados de modo permanente, Francisco sostuvo que los laicos pueden
desempeñar una multiplicidad de tareas, que expresan su participación en la
función sacerdotal, profética y real de Cristo, no solo dentro de la Iglesia,
sino también en los ambientes en los que están insertos.
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