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    martes, 23 de mayo de 2023

    El Espíritu Santo se reconoce por sus efectos


    Evangelización | Martín Gelabert

     


    El Espíritu Santo se reconoce por sus efectos

     

    Muchos creyentes, cuando buscan una imagen representativa del Espíritu Santo, piensan en una paloma. Una paloma no mueve a la oración. Sin duda, la imagen es bíblica. Pero no es la única, ni probablemente la mejor. Hay otras menos sensibles que se adecúan más a la realidad del Espíritu: viento, luz, fuego, agua.

     

    El Padre y el Hijo son más identificables. Pero el Espíritu Santo, no. En apoyo de esta afirmación voy a acudir al mundo del arte, y recordar unos pocos cuadros famosos, como “La venida del Espíritu Santo” del Greco, en donde no está representado como una paloma, sino por las clásicas lenguas de fuego. Fra Angélico, en “La anunciación” del Prado lo representa como una paloma, aunque pasa más desapercibido, a pesar de su importancia en aquel acontecimiento, que la golondrina que aparece muy cerca de Él. Y Masaccio, en su crucifixión, también llamada “La Trinidad”, disimula la paloma, hasta hacerla casi irreconocible, en el cuello del vestido del Padre.

     

    El Espíritu Santo es, sobre todo, reconocible por sus efectos. El Credo de la fe cristiana se compone de tres artículos, dedicados a confesar nuestra fe en las tres adorables personas divinas. Del Padre se dice que es creador; del Hijo que es salvador. Y después de nombrar al Espíritu Santo se nombran sus principales obras, de forma que sería mejor poner un “que” delante de cada una de estas obras para dejar bien claro que no se trata de afirmaciones independientes, sino de afirmaciones que sólo tienen sentido como obra del Espíritu: creo en el Espíritu santo que santifica la Iglesia, que crea la comunión de los santos, que perdona los pecados, que resucita a los muertos y que nos da la vida eterna.

      

    La primera obra del Espíritu es santificar a la Iglesia. La Iglesia, formada por personas pecadoras, pero muy amadas por Dios, necesita ser purificada constantemente por el Espíritu, que perdona los pecados. Otra gran obra del Espíritu es resucitar a los muertos, en línea con lo que dice este texto de la carta a los romanos (8,11): el Espíritu que ha resucitado a Cristo de entre los muertos, dará también vida a nuestros cuerpos mortales.

     

    Una obra importante del Espíritu, que no aparece tan explícitamente en el Credo, es inspirar a la Iglesia y a los creyentes para que actualicen la obra de Cristo. El Espíritu, teniendo en cuenta los nuevos tiempos y las necesidades que van surgiendo, pone en boca de los predicadores las palabras oportunas para que el Evangelio sea mejor comprendido y aceptado; suscita profetas que disciernen la presencia de Dios en los acontecimientos y denuncian aquellas realidades que se oponen a la presencia del Reino; mueve a mujeres y varones en la creación de instituciones adecuadas para hacer operante el Evangelio; despierta nuevos carismas para el servicio de la Iglesia y de la humanidad. Así es como el Espíritu “recuerda” todas las cosas que dijo Cristo (Jn 14,26): actualizándole en la vida de la Iglesia y de los creyentes.

     

    Religiondigital.org






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