Vida Religiosa | Jesús Bastante
Pascual Chávez aboga por una vida consagrada "menos visible pero
más profética, menos clerical pero más evangélica"
El ex rector mayor de los salesianos llama a los religiosos a
"desclericalizar" unas estructuras marcadas por el clericalismo
“Jesús está vivo, dejemos de buscarlo entre los
recuerdos, dejemos de buscarlo entre los muertos del pasado, está
vivo, está aquí, se hace el encontradizo. Jesús está vivo, pero a los
discípulos, como sabemos, les cuesta reconocerlo, todos siguen atados a su
propio dolor, a la desilusión por sus expectativas no realizadas”. Quien fuera
sucesor de Don Bosco, Pascual Chávez, pronunció la ponencia marco
de la Asamblea de la CONFER con un llamamiento a la alegría frente a los
"profetas de desgracias" y frente a un mundo que, especialmente en
Europa, parece condenar al ostracismo a la vida religiosa.
“¡Es hora de ir a Galilea! Ahí está nuestro pasado
y nuestro futuro, nuestra memoria y nuestra profecía, nuestras raíces y nuestra
fecundidad”, glosó Chávez, quien admitió que “nunca antes como hoy la vida
consagrada se ha sentido tan amenazada y ‘condenada a la extinción’”, hasta
el punto, señaló, de que “hay congregaciones e institutos que han decidido no
sólo no hacer más ningún tipo de promoción vocacional, sino también cerrar las
puertas a quienes llaman pidiendo entrar”.
“Según los responsables de estos institutos, no
sería ni humano ni responsable admitir nuevos reclutas de religiosos o
religiosas destinados a administrar estructuras, atender a ancianos y quizá
hacer algún servicio social o ministerial. ¿Qué futuro podemos ofrecerles?”,
incidió, en un marco que “refleja sobre todo el mundo occidental europeo”, no
así Asia o África. “Cada año dejan la vida religiosa 3.000 personas. Es una
hemorragia”, destacó, citando al Papa Francisco.
Pese a todo, añadió, “la situación actual de la
vida consagrada en Europa no debe ser vivida en sentido solamente o sobre todo
negativo; puede volverse por el contrario una oportunidad, un paso en el cual
aquello que muere debe morir para dar lugar al nacimiento de algo nuevo”.
Frente a ello, apostó por “una vida consagrada, a lo mejor más pobre y
débil, menos visible, pero más profética y más centrada en lo esencial
suyo que es la gloria de Dios y no su mismo sobrevivir, que es representar a
Dios y no defender sus propias obras; una vida consagrada menos
clerical pero más evangélica, más «ligera» y cercana a la gente, más capaz
de leer las necesidades de nuestro tiempo y de captar las preguntas que él
pone, de ofrecer, con el testimonio de la vida gozosamente y libremente donada,
respuestas gracias a un lenguaje que todos puedan comprender”.
Una
apostasía que intenta exiliar a Dios
“Reconocer la debilidad y fragilidad de la vida
consagrada puede ser realmente una experiencia de gracia y de nuevo nacimiento de
la fe”, apuntó el salesiano, quien invitó a “aceptar la realidad y ser
transparentes entre nosotros”, y reconocer “la falta de fe, una
apostasía que intenta exiliar a Dios, volverlo insignificante, sacarlo del
mapa”. En segundo lugar, “la cultura individualista y el ‘derecho a pasarlo
bien’” que “han entrado en el ritmo de vida de muchos religiosos; algunos
de nuestros hermanos viven un bien asumido e indiscutido ‘ateísmo
práctico’”. En tercer lugar, la “inestabilidad de las personas” en mitad de
“una sociedad que no ofrece certezas” y donde todas las decisiones pueden ser
reversibles”. La “fragmentación” de la sociedad o “el miedo a lo que es nuevo y
desconocido”.
¿Qué hacer frente a esta realidad? “Lo que importa
es lo que debemos ser en la Iglesia y en el mundo, importa ser como nos
ve Dios y no como nos recibe el mundo: testigos del amor de Dios, una
provocación evangélica en contracorriente con los valores de esta sociedad, una
hermandad posible de los diversos, un testimonio creíble de una cultura alternativa
a la cultura imperante de la indiferencia, una esperanza para los más pobres”.
Porque, añadió Chávez, “no importa en el fondo
ser muchos o pocos, importa ser plena y gozosamente nosotros mismos” y
“volver a Jesús y al seguimiento radical de Él”. Con todo, admitió, “la vida
consagrada está llamada a hacer un esfuerzo para recobrar su voz en la sociedad
europea, no tanto y no sólo para volver a ocupar un espacio social, sino para
seguir fiel a su vocación”.
Precisamente por eso, “el mayor desafío que
la vida consagrada debe enfrentar lo constituye ella misma (las actitudes
de resignación, de pesimismo, de nostalgia del pasado o de cerrazón en
estructuras etc.) recomenzando por tener plena confianza que el Señor”.
Al tiempo, “el desafío del lenguaje, de la capacidad de hacer comprender la
vida consagrada”, y “afirmar nuevamente valores que nos distinguen y que tal
vez ya no son comprendidos”, como la consagración, la castidad, la
obediencia o la pobreza.
Dejar que
los pobres sean nuestros maestros
“Estamos hoy desafiados a vivir el voto de pobreza
como estilo de vida, pero también como capacidad para colocarnos en la frontera
de la marginación”, señaló el salesiano. “Dejar que los pobres sean
nuestros maestros”, insistió, frente a unas “estructuras que no
responden ya a las necesidades de hoy”.
En este sentido, señaló cómo “parece necesario
‘desclericalizar’ la vida consagrada en una Iglesia que se presenta con
frecuencia muy clerical”.
Otro desafío, subrayó, “es el uso adecuado de las
nuevas tecnologías, para que nos ayuden a incrementar nuestro servicio y no
constituyan un obstáculo, sobre todo por lo que se refiere a la tendencia de
refugiarse en la virtualidad”.
En lo tocante al envejecimiento de la vida
religiosa, Pascual Chávez llamó a afrontar “el desafío de valorizar a los
ancianos que se hallan entre nosotros”, a la vez que el de “una adecuada
integración de los religiosos más jóvenes, porque frecuentemente falta una
generación intermedia que facilite esta integración”.
Tras las preguntas, las posibles respuestas, que
hay que buscar entre los jóvenes, en la vida comunitaria, en el trabajo social,
en el diálogo ecuménico e interreligioso y, también, en la secularización. Todo
esto, añadió Chávez, implica “construir comunidades donde se vive con alegría
el don de la fraternidad”, así como “ofrecer itinerarios serios de camino
espiritual a las personas que buscan respuestas a sus inquietudes religiosas y
tienen una cierta nostalgia de Dios”. “Recobrar la centralidad de la
misión” o poner en valor la participación de los laicos son otros de
los aspectos a mejorar en las congregaciones religiosas. También, “vivir
profundamente la experiencia de la interculturalidad, en la perspectiva del
enriquecimiento mutuo, sin sentidos de superioridad”.
Con todo, el ex rector mayor invitó a “mirar
al futuro con esperanza”, aceptando “la debilidad como oportunidad” y
“situarse en las fronteras geográficas, sociales y culturales”. Y, también
afrontar “el nacer de nuevas formas de vida religiosa y de nuevas comunidades,
que tratan de responder en forma diversa a las nuevas necesidades de nuestra
sociedad”.
La vida
consagrada nunca dejará de existir
“Personalmente, estoy convencido de que la vida
consagrada, entendida y vivida como seguimiento radical y fiel imitación de
Jesús, nunca dejará de existir, porque siempre habrá hombres y mujeres que,
fascinados por la persona de Cristo, iluminados por el Evangelio, guiados por
la fuerza del Espíritu, y comprometidos con la plena humanización del mundo, se
reunirán en comunidad compartiendo la misma experiencia espiritual, sostenidos
por el mismo espíritu para apoyarse unos a otros, realizar una misión
compartida, y convertirse en un modelo social alternativo y una levadura de
transformación cultural” enfatizó Chávez, quien calificó la vida consagrada
como “un bosque que representa una reserva y un sostén de la ecología
espiritual y social de toda la Iglesia y del Mundo, donde la vida nace, se
desarrolla y fecunda con frescura, dinamismo, creatividad y luminosidad”.
“Sin la vida consagrada, el cuerpo de la Iglesia se
vería privado de aquellos miembros que por vocación y profesión expresan
públicamente mejor el modo de ser y de actuar de Cristo, y perdería también
su relevancia social”, constató, reivindicando “la acción
misionera de la Iglesia en los lugares más lejanos e inaccesibles, donde
son los religiosos los únicos presentes, de tal manera que sin su presencia la
de la Iglesia faltaría”.
Una crisis
surgida del Vaticano II
“Hoy, a pesar de tener un Papa que goza de
gran popularidad, asistimos a un declive de la Iglesia, al menos en ciertas
zonas del mundo, especialmente por los abusos de autoridad, de conciencia,
sexuales, de gestión patrimonial, y por la falta de una renovación que le
permita responder al nuevo escenario cultural y social que está emergiendo. Y
no es de extrañar que este hecho coincida precisamente con la crisis de la vida
consagrada, como consecuencia del envejecimiento del personal, del peso de las
estructuras a gestionar, del escaso o nulo flujo vocacional, de una sociedad
cada vez más secularizada e indiferente al hecho religioso y más desinteresada
y crítica de la Iglesia y sus instituciones”, admitió Chávez, quien calificó el
momento actual como “una crisis de identidad, credibilidad y
visibilidad” que, en su opinión, surgió “después del Concilio Vaticano II”.
“Entonces se intentó actualizar la vida consagrada
a la nueva sensibilidad del mundo, particularmente de los países pobres o en
vías de desarrollo, caracterizados por la lucha de liberación, por la euforia
del proceso de transformación social, por la desvalorización de la
religiosidad popular, expresiones todas de una estigmatización del
capitalismo liberal y una canonización del socialismo y el marxismo”,
apuntó.
“Debemos hacer frente a esta nueva situación, es
decir, que en Europa y en el mundo occidental en general, la vida consagrada
podrá contar con un número inferior de miembros, en comparación con los que ha
podido contar en el último siglo, y con nuevas configuraciones; y esto se debe
a la convergencia de los factores señalados anteriormente, al menos hasta que
se produzca un cambio de tendencia”, resaltó el religioso, quien reclamó que
“lo que se espera de nosotros es la resistencia profética a la
insensata ideología del progreso, llevada al extremo de la
autosuficiencia, la de pretender prescindir de Dios”.
“No se trata, pues, de supervivencia de la vida
consagrada y de los Institutos, sino de profecía”, clamó Chávez. “Somos
válidos no porque seamos útiles, sino porque somos significativos y relevantes,
capaces de suscitar interrogantes e involucrar a las personas que quieren
compartir la pasión por el Reino, encarnando la profecía de Cristo con una vida
paradójica, la del Evangelio”.
Dejar
morir, dejar crecer
Esto implica “la tarea ineludible de recolocarse,
de dejar morir lo que tiene que morir (obras, estructuras,
formas de organización y acción) para que la vida consagrada pueda resurgir con
una fidelidad dinámica, que le permita privilegiar las opciones esenciales ( el
primado de Jesucristo, el Evangelio sin glosa, la comunión con la Iglesia, el
compromiso por el Reino, el servicio a los hombres), aquellas que le dan
identidad, dinamismo y fecundidad propios, y le permiten adaptar sus
estructuras a la misión, de tal forma que respondan a ella”.
Por ello, destacó, “hoy las Congregaciones, al
menos en Europa Occidental pero no sólo, deben necesariamente reestructurarse”.
Por tanto, “no se trata sólo y sobre todo de cerrar o entregar obras, sino de
transformarlas en presencias, de abrir otras nuevas para responder a las nuevas
necesidades y nuevos desafíos, y de situarnos allí donde podamos ser más
significativos socialmente y más fecundos pastoral y vocacionalmente, aprender
a trabajar en red y crear sinergia con los laicos”.
“Debemos ser ‘minorías creativas’, si
de verdad queremos convertirnos en levadura transformadora”, finalizó,
resaltando que “lo que a Dios le falta ciertamente no es poder; lo que le falta
a Dios es nuestra libertad que permite realizar lo imposible”.
“Para ser presencia profética en la Iglesia y en el
mundo, la vida consagrada debe evitar la tentación de amoldarse a la mentalidad
secularizada, hedonista y consumista de este mundo y debe dejarse guiar por el
Espíritu que la originó. como forma privilegiada de seguimiento e imitación de
Cristo. Así podremos conocer y asumir la voluntad de Dios sobre nosotros, en
esta etapa de la historia, y llevarla a nuestra vida con alegría, convicción y
entusiasmo”.
Religiondigital.org
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