Actualidad | Jenet Erickson/Z
La salud mental de los adolescentes: una crisis que ya no
podemos ignorar
Una
reciente investigación publicada en la prestigiosa revista The Lancet arroja
luz sobre la que es sin duda una, si no la mayor, de las pruebas a las que se
enfrenta esta generación: la crisis de la salud mental de los adolescentes.
La
notable reformadora social, Jane Addams, dijo una vez: «Todos sabemos que cada
generación tiene su propia prueba, el estándar actual por el cual sólo ella
puede juzgar adecuadamente sus propios logros morales». En esos momentos,
añadió, «enorgullecerse de los resultados del esfuerzo personal cuando el
momento exige un ajuste social, es no comprender en absoluto la situación».
Una
reciente investigación publicada en la prestigiosa revista The Lancet arroja
luz sobre la que es sin duda una, si no la mayor, de las pruebas a las que se
enfrenta esta generación: la crisis de la salud mental de los adolescentes.
Como aquellos de los que hablaba Addams, esta prueba exige un ajuste social. La
cuestión es si vamos a aprehender y responder de un modo que esté a la altura
del reto que tenemos ante nosotros.
De
hecho, el estudio confirmó un cambio generacional significativo. La cohorte más
tardÃa de adolescentes evaluados entre 2000 y 2002 tuvo un inicio más temprano
de los problemas, con trayectorias medias más pronunciadas y sostenidas de
problemas emocionales en comparación con el conjunto más temprano. Esto era
especialmente cierto en el caso de las adolescentes. Aunque ambos grupos de
chicas adolescentes mostraron problemas emocionales crecientes durante la
adolescencia, las nacidas en 2000-2002 tuvieron puntuaciones de problemas
emocionales particularmente altas que empezaron antes y duraron más que el
grupo anterior. Aunque no tan altos como los de las chicas, los chicos
adolescentes nacidos en la última serie también tenÃan puntuaciones más altas
de problemas emocionales valorados por los padres, con un aumento más temprano
y más sostenido de los problemas que la serie anterior.
Por
supuesto, los resultados no son inesperados. A principios de este año, los
Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades provocaron un debate
nacional cuando informaron de que casi el 60% de las adolescentes
estadounidenses declaraban sentirse «constantemente tristes o desesperanzadas»
y que el 30% habÃa considerado seriamente la posibilidad de suicidarse. Este
hallazgo se produjo poco después de la investigación del Programa de
Florecimiento Humano de Harvard, que descubrió que después de décadas de mayor
bienestar, el bienestar de los adultos jóvenes ha disminuido drásticamente en
comparación con los grupos de mayor edad, siendo los adultos jóvenes menos
felices, menos saludables, menos estables económicamente, experimentando menos
significado, teniendo mayores luchas con el carácter y relaciones más pobres
que los adultos jóvenes en el pasado. Como concluye el autor, Tyler
Vanderweele: «En términos relativos, a los jóvenes no les va tan bien como
antes».
Lo
que confirma el estudio de investigación de The Lancet es que los adolescentes
de hoy en dÃa de múltiples partes del mundo experimentan una aparición más
temprana y un periodo más prolongado de problemas emocionales agudos que los
nacidos anteriormente. De hecho, el curso evolutivo de los problemas
emocionales ha cambiado de una generación a otra, y el mayor riesgo emocional
corresponde a las chicas. Y no aparece en la infancia, sino en la adolescencia.
Las diferencias sustanciales y crecientes sólo aparecen a partir de los 11
años.
La
pregunta, por supuesto, es por qué está ocurriendo y qué hacemos. Como señalan
los autores de The Lancet, numerosos cambios interconectados, como los cambios
en la vida familiar, los entornos sociales y educativos, el uso de herramientas
digitales para el aprendizaje y la socialización, las expectativas de la
sociedad y la forma en que los jóvenes se perciben a sà mismos, han supuesto
cambios significativos en la vida de los jóvenes en relación con las
generaciones pasadas. Lo que sà parece estar claro es que estos cambios
interconectados están haciendo que la transición crÃtica del neurodesarrollo de
la adolescencia sea mucho más difÃcil desde el punto de vista psicológico,
especialmente para las chicas. Sin duda, un ajuste social adecuado implica
aprehender con precisión algunos de estos cambios interconectados.
Hace
más de 15 años, la Asociación Americana de PsicologÃa (APA) publicó su
histórico análisis de la sexualización desenfrenada de la mujer. En «un estudio
tras otro», descubrieron que las mujeres eran retratadas de forma sexual y
cosificadas (por ejemplo, utilizadas como objeto decorativo, o como partes del
cuerpo en lugar de como una persona completa) con un «estrecho (y poco
realista) estándar de belleza fÃsica muy enfatizado». Los efectos en las
mujeres fueron profundos: emociones negativas como la vergüenza, la ansiedad e
incluso el asco de sà mismas estaban fuertemente asociadas a esta cosificación.
Centrarse en sus cuerpos y compararse con ideales estrechos se asoció con
«capacidad mental perturbada». La alimentación desordenada, la baja autoestima
y la depresión también se relacionaron con la exposición a ideales
sexualizados. Y el consumo de mensajes sexualizantes se relacionó repetidamente
con una menor salud sexual, estereotipos sexuales y concepciones distorsionadas
de la feminidad.
Pero
esto fue antes de que las redes sociales se convirtieran en omnipresentes y la
sexualización de las niñas y las mujeres pasara a los esteroides. Como señala
la galardonada periodista Donna Nakazaw en Girls on the Brink, hoy en dÃa la
sensibilidad innata de las niñas a su entorno tiene que desarrollarse dentro de
una cultura exacerbada de rendimiento, comparación y juicio. Las niñas tienen
muchas más probabilidades que los niños de «gustar» o «no gustar» en función de
su aspecto, y aprenden rápidamente que cuanta más ropa se quiten, más «me
gusta» obtendrán.
En
un mundo asÃ, como describe perspicazmente la escritora del New York Times
Michelle Goldberg, las chicas están «constantemente empaquetándose para el
consumo público y viendo cuantificada su popularidad y la de los demás».
Semejante contexto de desarrollo no puede sino exacerbar las inseguridades
normales de la adolescencia, un periodo en el que «tanto la formación del yo
como encontrar un lugar al que pertenecer son primordiales». Uno tiene que
preguntarse cómo puede un adolescente atravesar este crÃtico y delicado periodo
de desarrollo de formación de la identidad cuando, en las conmovedoras palabras
de Freddie DeBoer, las redes sociales crean «una sensación de otra conciencia
que está soldada a tu propia conciencia y que tiene voz y voto todo el tiempo».
Sin
duda, esta interconexión es sólo una parte de los factores biológicos,
psicológicos, sociales y culturales que están moldeando negativamente el
desarrollo de los adolescentes hoy en dÃa. Pero es una parte que exige el
ajuste social del que hablaba Jane Addams si queremos estar a la altura de la
gran prueba de nuestros dÃas, para nosotros mismos y para los jóvenes
vulnerables de los que somos responsables.
Por eso son necesarios todos nuestros esfuerzos, a través de la
polÃtica, la educación de padres y jóvenes y las familias.
Publicado
por Zenit.org
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