Papa Francisco | Ángeles Conde Mir
El Papa a los sacerdotes: «Las intransigencias
doctrinales» son síntoma de mundanalidad
En una
carta, les dice además que la mundanidad se esconde incluso en «las buenas
intenciones» y «las motivaciones religiosas»
Desde
Portugal, el obispo de Roma, es decir, el Papa, ha escrito unas palabras para
los sacerdotes de su diócesis «desde el corazón y el afecto que siento por cada
uno de vosotros», escribe.
En la
misiva escrita con motivo de la dedicación de la basílica de Santa María la
Mayor, Francisco parafraseando una homilía suya de la Misa crismal de este año,
les da las gracias por su esfuerzo, hecho en tantas ocasiones sin recibir el
merecido reconocimiento. Al mismo tiempo, les recuerda que el ministerio
sacerdotal «no se mide en los éxitos pastorales». Porque es la Gracia de Dios
la que sostiene su labor apostólica y les permite «soportar los fracasos y
decepciones, alegrarse con sencillez de corazón, ser mansos y pacientes, volver
a empezar y tender la mano a los demás».
Dice el
Papa en la misiva que no solo el descanso les permite «recargarse», sino, sobre
todo, «estar abiertos al encuentro fraterno entre nosotros». «En ese espíritu
os escribo», indica el Pontífice que les asegura que está «en camino con
vosotros». «Por eso, quiero haceros sentir que soy cercano en las alegrías y
sufrimientos, en los proyectos y cansancios, en las amarguras y en el consuelo
pastoral», les escribe contándoles además que reza todos los días por ellos.
«El
peligro más grande para la Iglesia»
En esa
oración, Francisco confiesa que le vuelve un pensamiento constante: «Que Dios
nos pide ir a fondo en la lucha contra la mundanidad espiritual». El Papa
retoma unas palabras de Henri de Lubac en las que el teólogo afirma que la
mundanidad espiritual es «el peligro más grande para la Iglesia» y concluye que
«si esta mundanidad espiritual invade la Iglesia y trabaja para romperla, sería
infinitamente más desastrosa que cualquier mundanidad simplemente moral».
La
espiritualidad de la apariencia
El Papa
reconoce que ha repetido muchas veces estas ideas, pero considera que
recordarlas es prioritario. Indica que la mundanidad «es un modo de vivir que
reduce la espiritualidad a apariencia», a «hombres revestidos de formas
sagradas que, en realidad, continuan pensando y actuando según las modas del
mundo». Sucede, advierte el Pontífice, cuando se dejan arrastrar por lo
efímero, la mediocridad, la rutina y las tentaciones de poder e influencia
social. Además, detalla algunos síntomas como «la vanagloria, el narcisismo,
las intransigencias doctrinales y los extremismos litúrgicos». Dice que dejan
entrever una forma de mundanidad que se esconde en una aparente religiosidad e
incluso amor a la Iglesia, pero que no buscan la gloria de Dios, sino «la
gloria humana y el bienestar personal».
Explica
Francisco que la mundanidad espiritual llega de puntillas y se esconde «en
buenas intenciones o dentro de motivaciones religiosas». Por eso, en esta carta
invita a los sacerdotes de Roma, en un mensaje que es aplicable a cualquier
sacerdote de cualquier parte del mundo, a practicar «la vigilancia interior».
«Actitudes
distanciadoras y altivas»
El Santo
Padre apunta a una forma concreta de mundanidad espiritual que es el
clericalismo. Al Papa le preocupa ver que se cae una y otra vez en esta
tentación «cuando quizá sin darnos cuenta hacemos ver a la gente que somos
superiores, privilegiados, colocados en lo alto y, por
tanto, separados del resto del Pueblo santo de Dios». Lamenta que este
clericalismo haga perder la memoria del bautismo recibido y haga vivir la
autoridad sin darse cuenta de las incongruencias y sin humildad, «con actitudes
distanciadoras y altivas», preocupados por el yo, las propias
necesidades.
Clericalismo
en los laicos
Francisco
también advierte de que este clericalismo se extiende a los laicos y operadores
pastorales, cuando se cierran en sus propios grupos, «cuando desarrollan lazos
posesivos respecto a su papal en la comunidad» o cuando son arrogantes. «El
diablo se insinúa alimentando la queja, la negatividad y la insatisfacción
crónica», señala.
En
cualquier caso, el Papa no quiere ser pesimista y anima a seguir adelante
«arremangándose y rezando arrodillados, ustedes que pueden» indica, haciendo
una simpática alusión a su problema de rodilla. Como antídoto a esta mundanidad
espiritual y a su forma más dañina, el clericalismo, Francisco propone mirar a
Jesús «a la compasión con la que ve nuestra humanidad herida, al a gratuidad
con la que ha ofrecido su vida por nosotros en la cruz».
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