Testigos de la Fe | Rodrigo Moreno Quicios
Pironio, inspirador de las Jornadas
Mundiales de la Juventud
El cardenal argentino
será beatificado el sábado en Luján. Sus cercanos subrayan su apuesta por los
laicos. «Debemos ser ministros de misericordia», decÃa.
Todas las
personas contactadas por este semanario para preguntarles por Eduardo Pironio
lo definen igual: «Era un hombre de Dios». Laura Moreno, argentina y delegada
episcopal de Jóvenes de la archidiócesis de Madrid lo conoció primero a través
de sus textos y fue en 1985 cuando pudo tratarlo, durante un encuentro de
jóvenes en la diócesis argentina de Córdoba. «Te daba la sensación de que,
aunque estuviera con muchas personas, cuando hablaba contigo el tiempo se
detenÃa», cuenta esta laica teresiana a Alfa y Omega.
Ella es una de las miles de personas que viajarán a Luján el 16 de diciembre
para participar en su beatificación.
Moreno recuerda
de su compatriota cómo consiguió hacerle sentir que «cuando eres joven, el
mundo se puede conquistar». Y explica que hoy se le recuerda «como el
inspirador de las Jornadas Mundiales de la Juventud; lo dicen todos los que
estuvieron en sus propias comisiones y nosotras, que fuimos las primeras en
vivirlo».
«Con su sonrisa y
humildad, el cardenal supo abrir una brecha en el corazón de muchas personas y
encender en ellas la llama del Evangelio. Fue un gran comunicador, pero también
un gran testigo con su ejemplo de vida».
Fernando Vérgez
Secretario personal
1975-1998
Carmen
Aparicio, también laica teresiana y que trabajó junto al cardenal entre 1989 y
1996, mientras este presidió el Pontificio Consejo para los Laicos, achaca el
origen de las JMJ a dos éxitos del argentino: el Jubileo de los Jóvenes de 1984
y la Jornada Mundial de la Juventud de 1985 que, en principio, jamás
trascenderÃa Roma. Fue posible gracias a la implicación de Pironio en el
pontificio consejo, aunque en un principio no fuera su destino ideal. «Le costó
pasar a allà desde la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las
Sociedades de Vida Apostólica; fue un momento de sufrimiento, pero en la
dificultad no se ablandó e impulsó a los laicos a tomar conciencia de que, ahÃ
donde estén, está realizando la misión de la Iglesia», considera Aparicio,
quien recalca que el cardenal «nunca perdió la esperanza y la misericordia».
La
extrabajadora del Pontificio Consejo para los Laicos considera, además, que hay
mucho de Pironio en Bergoglio, quien reveló en 2002 durante un congreso en
Buenos Aires su estrecha amistad con el futuro beato. «Cuando Pironio hablaba
con los sacerdotes les decÃa: “Si a los cristianos no les dejamos ver la
misericordia, ¿cómo van a sentir que Dios los ama? Tenemos que ser ministros de
misericordia”», recuerda Carmen Aparicio, quien opina que su antiguo jefe «es
testigo de que, en un momento en que la Iglesia vive momentos de
desacreditación, hay pastores que realmente lo han sido».
Estos dos
argentinos quedarán unidos el 16 de diciembre por un amigo en común, el
cardenal Fernando
Vérgez. Presidirá la Misa de beatificación
en nombre del Papa y trabajó entre 1975 a 1998 para Pironio. «Me siento
profundamente agradecido por esta decisión que me da la oportunidad de estar
una vez más al lado del hombre del que fui secretario durante tanto tiempo»,
confiesa a Alfa y Omega. A juicio del
purpurado, el rasgo clave del futuro beato es «su apertura a los laicos». «Con
su sonrisa y humildad, el cardenal supo abrir una brecha en el corazón de
muchas personas y encender en ellas la llama del Evangelio. Fue un gran
comunicador, pero también un gran testigo, con un ejemplo de vida que le hizo
ser respetado y apreciado», sentencia.
Finalmente, el
obispo argentino Carlos Malfa, quien fue secretario de Pironio mientras fue
obispo de Mar de Plata entre 1972 y 1975, recuerda sus palabras cuando cumplió
50 años como sacerdote: «Cómo quisiera yo, al final de mi camino, que algún
joven retomara la antorcha de esperanza que yo estoy a punto de entregar a los
que son capaces de decir que sà y permanecer fieles».
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