La
Escuela Económica | Esteban Delgado (@estebandelgadoq)
¿Falta educación
financiera o disciplina individual?
Es
frecuente escuchar la prédica de que, en República Dominicana, y en muchos
otros países, es necesario fortalecer la educación financiera, a los fines de
que las personas tengan mayor facilidad y habilidad a la hora de tomar
decisiones que guarden relación directa con sus finanzas personales.
Desde el
punto de vista de lo evidente, no deja de ser cierto que la población se
percibe limitada en cuanto a la necesaria educación financiera. Sin embargo,
hay un elemento que resalta, al menos en lo que percibimos quienes recibimos
solicitudes de orientación sobre finanzas personales: la mayoría de las
personas que lo requieren tienen niveles educativos adecuados, suficientes como
para que la administración de sus finanzas sea adecuada.
En otras
palabras, se puede decir que muchos de los ciudadanos y ciudadanas que caen en
situaciones difíciles con respecto a sus finanzas, son gente con conocimientos
básicos sobre la adecuada administración, pero que, aun así, incurren en
acciones que tienden a colocarles en situaciones de endeudamiento insostenible.
¿Por qué
ocurre eso? Una respuesta aceptable podría ser que solo puede tener problemas
financieros alguien que tenga acceso financiero. Es decir, el pobre, carente de
recursos, tiene menos posibilidades de envolverse en un lío grande de
endeudamiento, pues, en principio, no tendría acceso a créditos. Eso en parte
es verdad, pero no hay que perder de vista que los pobres, por su condición,
tienden a recurrir al financiamiento informal (el prestamista) que cobra
elevadísimos intereses y hace que su pobreza sea más pronunciada. Lo que pasa
es que esa clase social y sus problemas financieros, son menos visibles para
quienes se identifican como “asesores” en finanzas personales.
La otra
parte es la relacionada con aquellos que tienen buen nivel social y educativo,
por lo que no tendrían motivos para afectar sus finanzas personales por
desconocimiento. En esos casos, se trata más de indisciplina y falta de fuerza
de voluntad en las decisiones relativas a sus finanzas.
La
tentación a tener varias tarjetas de crédito, cuando lo recomendable es una o a
lo sumo dos; la debilidad emocional que le hace aceptar ser garante o codeudor
de alguien (familiar o amigo) que al final le queda mal y usted termina
enganchado con esa deuda; las compras compulsivas, que implican gastar dinero
en cosas que realmente no necesitan, a lo cual se incluyen otros gastos en
placeres (bares, restaurantes, viajes) que posiblemente están por encima de sus
capacidades del momento.
Esas son
solo algunas de las actitudes de personas que incurren en esas prácticas sin
detenerse a pensar sobre la conveniencia o no de hacerlo, además de si tienen o
no la capacidad para asumir esos gastos y pagarlos sin incurrir en
endeudamiento o en atrasos.
Al final,
la mayor parte de personas que han caído en el caos de unas finanzas personales
desordenadas e insostenibles, lo han hecho “con conocimiento de causa”, es
decir, a sabiendas de que podían caer en esa situación, pero ignorando, por el
momento, ese llamado de razonamiento.
La poca
voluntad política y la indisciplina en la administración de sus ingresos ya
sean fijos o variados, independientemente de que sean muchos o pocos, va a
terminar siempre en una situación de endeudamiento insostenible que,
obviamente, le afectará su historial crediticio, le provocará relaciones
personales conflictivas y le causará serios traumas sicológicos, de depresión y
de desesperación.
Todo lo
anterior se puede evitar con solo asumir una actitud de disciplina en la
administración de los recursos disponibles, de mantener siempre presente que
cada centavo que usted gaste debe ser en algo que verdaderamente necesita y no
simplemente porque lo quiere.
También
debe aprender a decir que no, porque siempre que las personas cercanas saben
que tenemos un nivel de solvencia relativamente bueno, aparecen con “problemas”
de deudas o de otras situaciones en procura de que les ayudemos. Si su amigo,
amiga, pariente o allegado tiene alguna situación de deuda, trate de orientarle
y de darle opciones para superarlas, pero nunca se preste a servirle de garante
o a facilitarle de lo suyo, porque es muy probable que termine quedándole mal.
Esos casos son más frecuentes de lo que usted se imagina. A la larga, no falta
tanto la educación financiera, sino la disciplina financiera.
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