Convivencia | Adriana Masotti
Francisco: La soberbia, un
vicio que envenena el sentimiento de fraternidad
A la multitud
congregada en la plaza de San Pedro para la audiencia general, el Papa invitó a
aprovechar la Cuaresma para luchar contra este mal, detrás del cual "se
esconde el pecado radical, la absurda pretensión de ser como Dios". El
"verdadero remedio" es la humildad
"La
soberbia es la auto-exaltación, el engreimiento, la vanidad": la
catequesis de la audiencia general de hoy en la plaza de San Pedro está
dedicada a este vicio, el último del recorrido sobre los vicios y las virtudes
iniciado el pasado 27 de diciembre. La leyó monseñor Pierluigi Giroli, padre
rosminiano de la SecretarÃa de Estado, "un ayudante mÃo", comentó el
Papa al presentarlo, "porque todavÃa estoy resfriado y no puedo leer bien".
La lectura que la precede está tomada del libro del Eclesiástico:
“La soberbia
es odiosa al Señor y a los hombres (…) ¿De qué se ensoberbece el que es polvo y
ceniza? (…) El Señor derribó los tronos de los poderosos y entronizó a los
mansos en lugar de ellos.”
De todos los vicios, la soberbia es la "gran
reina"
Francisco
describió al soberbio: "es aquel que cree ser mucho más de lo que es en
realidad; aquel que se estremece por ser reconocido mayor que los demás",
a los que desprecia por considerarlos inferiores. El Papa recordó la catequesis
del pasado miércoles, en la que se habló de un vicio similar, la vanagloria,
pero "es una enfermedad infantil" si se compara con la soberbia. Y
afirmó:
Analizando las
locuras del hombre, los monjes de la antigüedad reconocÃan un cierto orden en
la secuencia de los males: se empieza por los pecados más groseros, como la
gula, y se llega a los monstruos más inquietantes. De todos los vicios, la
soberbia es la gran reina. (…) Quien cede a este vicio está lejos de Dios, y la
enmienda de este mal requiere tiempo y esfuerzo, más que cualquier otra batalla
a la que esté llamado el cristiano.
Jesús nos enseñó a no juzgar nunca
Dentro del mal
de la soberbia, continuó el Papa, está "la absurda pretensión de ser como
Dios", está por tanto el pecado radical. Arruina las relaciones humanas,
envenena ese "sentimiento de fraternidad" que deberÃa unirnos a
todos. El soberbio también se revela como tal en su fÃsico y en actitudes
particulares:
Es un hombre
fácil de juzgar desdeñosamente: por nada emite juicios irrevocables sobre los
demás, que le parecen irremediablemente ineptos e incapaces. En su arrogancia,
olvida que Jesús en los Evangelios nos dio muy pocos preceptos morales, pero en
uno de ellos fue inflexible: no juzgar nunca.
El ejemplo del apóstol Pedro
A la persona
soberbia es imposible hacerle ni siquiera una pequeña crÃtica u observación,
continuó el PontÃfice. Es imposible corregirle, con ella sólo hay que tener
paciencia "porque un dÃa su edificio se derrumbará". Y citó el
ejemplo del apóstol Pedro, que alardeaba al máximo su fidelidad: "Aunque
todos te abandonen, yo no lo haré" (cf. Mt 26,33), para luego descubrirse
tan temeroso como los demás ante el peligro de muerte.
Y asÃ, el
segundo Pedro, el que ya no levanta el mentón, sino que llora lágrimas saladas,
será medicado por Jesús y será por fin apto para soportar el peso de la
Iglesia.
La salvación pasa por la humildad
"El
verdadero remedio para todo acto de soberbia" es la humildad por la que
pasa la salvación y MarÃa es ejemplo de ello. En el Magnificat, da testimonio
del Dios que "dispersa con su poder a los soberbios en los pensamientos
enfermos de sus corazones". Por último, Francisco recordó al apóstol
Santiago, que escribió a una comunidad herida por las luchas internas originadas
en el orgullo: "«Dios resiste a los soberbios, pero a los humildes les da
su gracia" (St 4,6). Y concluyó con una referencia al tiempo que estamos
viviendo:
Por tanto,
queridos hermanos y hermanas, aprovechemos esta Cuaresma para luchar contra
nuestra soberbia.
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