Vida Humana | Alessandro Gisotti
Un corazón ama también en un
pulmón de acero
Conmoción por
el fallecimiento de Paul Alexander a los 78 años, 72 de los cuales los vivió conectado
a un respirador artificial tras contraer la poliomielitis a los 5 años. Sus
ganas de vivir y su capacidad tenaz y creativa para mostrar el valor de la
persona humana, incluso en situaciones extremas de salud, son un legado que va
mucho más allá de su muerte.
La vida puede
ser más o menos fácil. Puede pasar por pruebas terribles. Puede herirte e
incluso aplastarte con su peso. Pero siempre tendrá un sentido. Y ese sentido
es entregarse a los demás. La vida de Paul Alexander -fallecido a principios de
esta semana en Dallas a los 78 años, 72 de los cuales los pasó en un pulmón de
acero- dio testimonio precisamente de eso: por estrecho que sea el espacio que
te deje la vida, siempre habrá suficiente para amar. A los cinco años, Paul contrae
la polio. Es el año 1952. La vacuna contra la polio se descubrirá tres años más
tarde. A los pocos días, su cuerpo se endurece hasta la inmovilidad total de
cuello para abajo. Los médicos comunican a sus padres que sólo le quedan unos
meses de vida y lo "encierran" en un pulmón de acero que le permite
respirar. Sorprendentemente, el niño no muere y, con gran obstinación, consigue
aprender a tomar aire a pesar de la atrofia de sus músculos. Esto le permite,
con el paso de los años, vivir algunas horas del día fuera del cilindro de
acero que lo mantiene con vida. Son horas que Paul aprovecha de forma
asombrosa: se diploma, se licencia y supera las pruebas para convertirse en
abogado. También publica una autobiografía. Tarda ocho años, porque la única forma
de escribir es utilizar un bolígrafo que sostiene en la boca y que mueve
pacientemente sobre las hojas de un pequeño cuaderno.
Paul Alexander
está motivado por una profunda fe en Jesucristo, que le transmitieron sus
padres, cristianos pentecostales. En la apertura del pulmón de acero quiso que
se colocara una cruz con la inscripción Porque tanto amó Dios al mundo (Juan
3:16). En una entrevista concedida al canal de YouTube Special books for
Special Kids -vista por más de tres millones de personas- subraya hasta qué
punto este amor ha marcado su existencia. "Viví toda mi vida con mis
padres, ellos me hablaban del amor de Dios. Éstas, observa, podrían ser sólo
palabras bonitas, pero cuando recibes este mismo amor es realmente una
experiencia extraordinaria". Ese amor que recibió no se lo guarda
celosamente para sí, sino que lo dona generosamente. Sus amigos cercanos lo
describen como una persona jovial a la que le encantaba reír. "Su energía
era tan alegre y vibrante -recuerda uno de ellos- que se volvía contagiosa".
Un hombre, pues, que -por paradójico que pueda parecer dadas sus
circunstancias- amaba la vida y sabía disfrutarla al máximo. Con los años, Paul
se dio cuenta de que su testimonio podía ayudar a muchas personas que sufrían
enfermedades y discapacidades. Se convirtió en un defensor de los derechos de
los discapacitados, se dejó entrevistar para contar su historia y demostrar
que, aunque incapaz de hacer muchas cosas, todo ser humano tiene un valor único
y un potencial infinito.
También es un
comunicador excepcional, lo que demuestra que -incluso en la era de las redes
sociales- no es necesario apuntar todo a la imagen si se tiene un buen
contenido que compartir. Su canal TikTok Conversations with Paul tiene más de
400.000 seguidores y cada uno de sus vídeos es comentado por muchas personas -a
menudo enfermos- que le agradecen el impulso de confianza que les ha dado. En
uno de ellos responde a la pregunta "¿Cómo puedes ser tan positivo?".
"Ser positivo -responde- para mí es una forma de vida. Creo que si la
gente es positiva no dejará que las dificultades de la vida la derriben. He
visto sufrir a mucha gente en mi vida y he aprendido que no hay que dejar que
se derrumben, sino aportar algo para ayudarlos. Si una chica viene a verme, le
digo: 'Estás estupenda', y ella sonríe. Esa sonrisa me hace feliz".
La vida de
Paul Alexander, por tanto, dio esperanza a quienes lo conocieron de diversas
maneras y lo hará durante mucho tiempo porque esa vida, tan sacrificada, tuvo
sentido. "La esperanza -dijo Vaclav Havel en palabras que bien podrían
describir la parábola existencial del hombre que vivió en un pulmón de acero-
no es optimismo. La esperanza no es la convicción de que lo que estamos
haciendo tendrá éxito. La esperanza es la certeza de que lo que estamos
haciendo tiene sentido".
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