Evangelización | Carlos Pérez Laporta
Estaréis tristes, pero vuestra
tristeza se convertirá en alegría
Jueves de la 6ª semana de Pascua / Juan 16, 16-20
Evangelio: Juan 16, 16-20
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde
me volveréis a ver». Comentaron entonces algunos discípulos:
«¿Qué significa eso de “dentro de poco ya no me
veréis, pero dentro de otro poco me volveréis a ver”, y eso de “me voy al
Padre”?».
Y se preguntaban:
«¿Qué significa ese “poco”? No entendemos lo que
dice». Comprendió Jesús que querían preguntarle y les dijo:
«¿Estáis discutiendo de eso que os he dicho: “Dentro
de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver”? En verdad,
en verdad os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo
estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá
en alegría».
Comentario
No hay nada de la vida del hombre que quede fuera de
la relación con Dios. Ni siquiera esos momentos en los que no le vemos y nos
parece estar abandonados, aunque de breves parezcan
insignificantes: «Dentro de poco ya no me veréis, pero dentro de otro poco
me volveréis a ver». Estar con Él o no estar con Él es la medida y la forma de
nuestro tiempo. Todo tiene que ver con Él, incluso su ausencia. La tristeza de
no estar con Dios es también de Dios, y nos vincula a Él. Por
eso, Jesús no rehuye la tristeza de los suyos: «vosotros lloraréis y os
lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes». La
tristeza y la lejanía de Dios forman parte de la relación con Él, tanto como la
tristeza y la lejanía entre los amantes forman parte de la relación.
Por eso, puede decirnos «vuestra tristeza se
convertirá en alegría». Porque tristeza y alegría no se alternan ni oponen en
la fe. De ahí que la tristeza misma pueda convertirse en alegría. De hecho, en
el texto griego original dice que la tristeza «llegará a ser» alegría. Porque
la tristeza en la fe no es sencillamente dejada atrás como algo inservible,
sino que alimenta y refuerza la verdadera alegría. Como quien ha estado triste
por no ver al amado, cuando lo ve su alegría tiene toda la potencia de la
tristeza pasada. Es la tristeza misma alegrándose por el encuentro. Es la
tristeza misma dejándose abrazar por el amado, y llegándose así a alegrar.
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