Mensajes | Juan Fco. Puello Herrera/LD
Entresijos de la independencia y la revolución
“Nada vive eternamente, y nada dura mucho tiempo, como
tampoco hay gigante que no venga al suelo”.
Entre los términos independencia y revolución existen
diferencias que resultan evidentes, aunque no bien expuestas en muchas
ocasiones. Si apreciamos en su justo sentido el vocablo independencia contiene
aspectos que entraña pasiones y reclamos no resueltos, que inducen a buscar los
medios para ordenar un pueblo que busca su identidad sobre las bases de la
libertad, la justicia y la paz.
Por su parte, la revolución en su esencia más pura
tiene un significado en la que las conmociones políticas inducen a un
levantamiento contra la autoridad establecida, cuya insolencia se hace
insoportable para que la sociedad marche por las sendas de la justicia y la
razón.
Queda en evidencia, que, bajo ningún sentido, jamás un
pueblo puede quedar relegado a una obediencia impuesta de manera perpetua, más
si por ella no se vive la justicia y por la justicia no se vive la libertad, ni
en nombre de una reconstrucción nacional, como tampoco de una revolución, más,
si esta última solo ha servido para enriquecer a los “revolucionarios”, gozar
de privilegios irritantes, como crear material de ficción con supuestas
primeras combatientes.
Desde esa perspectiva, ya específicamente sobre la
revolución, se ha dicho con mucha propiedad, que se trata de un mito, a veces
vista con un enfermizo misticismo que lleva, al extremo de una adoración
trascendental tanto para el hecho en sí como para el comandante o líder de
masas que la encabezó.
Hay revoluciones como la paradigmática revolución
francesa, y seudo revoluciones. Una y otra, no traen buenos augurios cuando
estas a través de hombres insolentes en el corto de tiempo sublevan a las masas
para beneficio propio, convirtiendo la prosperidad pasada en la principal
desgracia de la amargura de un pueblo. En libro de Proverbios lo expresa con
mayor claridad al decir, que “cuando llega el mal, viene también el desprecio,
y con la ignominia, el oprobio”.
Cuantas veces consideramos las diversas situaciones
que conducen a un caudillo a crear estructuras ideológicas sobre la base de
alborotos efímeros, lo que hacen es, que como jefes revolucionarios quieren,
perpetuándose en el poder marchar por la historia del mundo en busca de mando y
notoriedad, que lo catapulte a la gloria de la inmortalidad.
La fatuidad juega un papel de trascendencia en esto,
si observamos que son los necios que consideran a alguien como un hombre de
mérito y reconocimientos.
Coincido pues, con Sergio Fernandez Riquelme, que hay
“mitos sagrados y profanos, metafísicos o costumbristas, pretéritos o actuales,
útiles o inútiles, cuyo impacto en el imaginario personal o colectivo siempre
lo decide, como lo parece demostrar la breve historia del mito revolucionario;
se dice, que son supuestamente ficticios en su origen, impostores de la verdad
racional y adulteración consciente de almas cándidas; pero aparecen en la
realidad de la Historia como parte de nuestras más íntimas experiencias
pasadas, de nuestras posibilidades presentes y soñadas, y de nuestras
expectativas futuras que nos impulsan o nos frustran”. Estos mitos, tienen la
particularidad o la desgracia que se han hecho parte fundamental de la vida
misma de muchos, que los han convertido en una farsa con el fervor que lleva al
fanatismo. Cabe señalar, que el “mito es, por naturaleza, ambiguo,
perteneciendo tanto al ámbito de la realidad más básica y constatable como a la
capacidad imaginativa del hombre, que a la vez es una fusión de realidad e
imaginación, y a la vez verdad y ficción, por eso uno de los significados más
comunes de la palabra mito en la actualidad es mentira, como las musas mismas
que lo declaran a Hesíodo al inicio de la Teogonía: “Sabemos decir muchas
mentiras con apariencia de verdades; y sabemos, cuando queremos, proclamar la
verdad” (CABRERA, Yoandy. Mito y política en Cuba: teoría, conceptos y
variaciones, en Los mitos de la Revolución cubana Estancamiento y regresión de
una utopía, Compiladores Claudia González y Sergio Ángel Primera edición,
Bogotá; Universidad Sergio Arboleda, 2023, p. 26).
Con todo y lo anterior, la subyugación y la
arbitrariedad no son fáciles de anular, en especial los mandatos otorgados a
quienes su fidelidad temporal le ha hecho una mala pasada, cuando el espíritu
que soporta sus caprichos se ha hecho añicos.
Queda definido, en conclusión, siguiendo la línea de
pensamiento de Ángel Ganivet García de gran significación intelectual en su
época (1898), que la mayor parte de las revoluciones son engendros de la
ambición o de la vanidad de los hombres, que no contentos con seguir la
eclosión natural de las cosas, se precipitan a dirigirlas, para cargar con la
gloria de haber salvado a la Humanidad, teniendo en cuenta que el verdadero
revolucionario no es el hombre acción, es el que tiene ideas más nobles y más
justas que los otros y los arroja en medio de la sociedad para que germinen y
echen fruto, y las defiende, si el caso llega, no con la violencia, sino con el
sacrificio.
Publicado por Listín Diario
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...