Actualidad Mundial | Papa Francisco
El Papa: La Custodia de
Tierra Santa, una misión de paz y diálogo entre los conflictos
Publicamos el
prefacio del Papa Francisco al libro-entrevista "Como una peregrinación -
Mis días en Tierra Santa" (“Come un pellegrinaggio - I miei giorni in
Terra Santa”, Ts Edizioni)) escrita por el custodio de Tierra Santa, el padre
Francesco Patton, con el periodista de L'Osservatore Romano, Roberto Cetera. El
volumen fue presentado en Bolonia el domingo 29 de septiembre, en el marco del
Festival Franciscano.
Custodiar es
la primera tarea que el Señor confía al hombre recién creado. Y en Tierra
Santa, la tierra de Jesús, existe desde hace siglos la Custodia de Tierra
Santa, a cuyo responsable, a su vez, se le han encomendado tareas no
precisamente sencillas: gestionar numerosos santuarios que recorren la vida de
Jesús y que cada año acoge a más de medio millón de peregrinos. Coordinar el
trabajo de numerosos frailes ubicados en ocho países diferentes (Israel,
Palestina, Jordania, Siria, Líbano, Egipto, Chipre y Rodas), frailes que,
procedentes de diferentes naciones, garantizan la principal característica de
la Custodia: su internacionalidad. Un bien precioso, microcosmos representativo
de la catolicidad de la Iglesia, pero que exige un esfuerzo continuo para armonizar
las diferentes culturas y tradiciones.
Una
internacionalidad que puede constituir un laboratorio de lo que serán las
Iglesias occidentales en el futuro, como consecuencia de los grandes
movimientos migratorios. Y luego, no sólo una intensa práctica devocional en
los santuarios, sino también una animada actividad pastoral: consideremos, por
ejemplo, que las cuatro parroquias más importantes del Patriarcado de Jerusalén
– Nazaret, Belén, Jaffa y Jerusalén – están dirigidas por los frailes de la
Custodia. Y luego nuevamente las 16 escuelas que son tan importantes para la
formación de una cultura de paz y de encuentro entre diferentes etnias y
religiones.
El diálogo
ecuménico e interreligioso, que en Tierra Santa va más allá de las
controversias teológicas y entra más bien en la vida cotidiana de muchos, y
requiere extraordinaria apertura, hospitalidad y delicadeza. La complicada
gestión de ese reloj suizo que es el Status Quo, imprescindible
para la presencia ordenada de las distintas confesiones. Pero más que nada pone
de relieve el trágico conflicto que aflige a Tierra Santa desde hace 76 años.
En definitiva,
sobre los hombros de los frailes franciscanos y de su custodio pesa un gran
trabajo y una gran responsabilidad. Una responsabilidad que, como se cuenta al
principio de este libro, el padre Francesco Patton vio caer sobre su cabeza de
forma repentina e inesperada, pero que supo llevar a cabo con eficacia. Y esto
sólo podemos estar agradecidos, porque, como dicen, Jerusalén no es de nadie,
sino que es de todos.
El padre
Francesco llevó a cabo estas difíciles tareas con un estilo propio, que el
lector atento podrá captar en este libro. Con paciencia, modestia y capacidad
de escucha, pero también con decisión y firmeza, cuando los dramáticos
acontecimientos de aquella tierra así lo exigieron. El mandato del padre Patton
estuvo marcado por acontecimientos extraordinarios y terribles, que serán
recordados con el tiempo. Los duros años de la pandemia y luego, a partir del 7
de octubre, esa terrible guerra que el Patriarca de Jerusalén, el cardenal
Pierbattista Pizzaballa, definió acertadamente como "la más larga y más
grave" de las muchas, demasiadas, que han afligido a Tierra Santa y a
Oriente Medio. En estas dramáticas circunstancias, el padre Francesco supo
mantener recto el timón del barco que se le había confiado y, en cambio,
multiplicar sus esfuerzos para estar cerca de las personas afectadas por estas
tragedias. Tengo ante mis ojos la iniciativa más hermosa que, junto con su
vicario, el padre Ibrahim Faltas, se llevó a cabo en estos meses de guerra
atroz en Gaza: el traslado a Italia de 150 niños heridos y enfermos.
Este libro,
que – me alegra subrayarlo – nació de la colaboración de dos estructuras
eclesiales que expresan eficazmente, a través de la internacionalidad, la
catolicidad de la Iglesia: la Custodia y L'Osservatore Romano, nos ayudará a
conocer mejor al padre Patton. Recuerdo su estilo desde nuestro primer
encuentro, cuando le dije riendo: "Por tu apellido pensé que eras un
fraile yanqui y... ¡en cambio eres del Triveneto!". Mi deseo a este padre
yanqui de Trentino, como es costumbre entre los franciscanos, es "Que el
Señor dé la paz", a él y sobre todo a Tierra Santa y a todos los que la
cuidan.
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