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Infancia
sin prisa: la importancia de vivir cada etapa a su tiempo
Hoy en dÃa, muchos niños viven
experiencias antes de tiempo, a menudo impulsados por sus propios padres. La
presión social y el bombardeo de las redes sociales facilitan que las familias
cedan a modas que no son apropiadas para la edad de sus hijos. Ejemplos de ello
incluyen grandes fiestas de cumpleaños a temprana edad, uso de ropa de adultos,
exposición a series y pelÃculas no aptas para su edad, uso de dispositivos
móviles antes de los 10 años, maquillaje en niñas aún en la infancia, «looks» o
motilados en niños, etc.
La importancia
de vivir la infancia plenamente
Andrea Bonilla, psicóloga clÃnica especializada
en infancia, adolescencia y familia en la Universidad Francisco de Vitoria,
advierte que adelantar estas experiencias obliga a los niños a crecer
antes de tiempo, truncando una de las etapas más valiosas de su vida: la
infancia. Este perÃodo es clave para desarrollar habilidades como la
autonomÃa y la capacidad de distinguir entre el bien y el mal. Si los niños no
viven plenamente su infancia, es posible que enfrenten problemas en la
adolescencia o en la edad adulta, como baja autoestima, falta de identidad y
una necesidad constante de estimulación, lo que puede derivar en conductas de
riesgo, como adicciones.
Esta psicóloga alerta de que “la etapa de
la infancia está no sólo para aprender, sino también para disfrutar sin
preocupaciones (‘de eso ya se encargan papá y mamá’) y ser
niños en toda su plenitud”. Por ello, recomienda postergar decisiones
y experiencias propias de otras etapas para cuando los niños estén preparados
para gestionar adecuadamente su entorno.
«Todos lo
hacen»: La presión social
El equilibrio entre los valores del hogar y la
presión social puede resultar abrumador, y a veces los padres ceden a
decisiones de las que luego se arrepienten. Bonilla sugiere que los padres
deben evaluar cada concesión en función de la madurez y personalidad de sus
hijos, siendo firmes en su compromiso con los valores que desean inculcar. Las
experiencias de los niños deben estar alineadas con su desarrollo, no
con modas o decisiones de otras familias. También es crucial trabajar
la flexibilidad, adaptándose a medida que los hijos maduran, sin sucumbir al
impulso de evitarles sufrimiento a costa de su bienestar a largo plazo.
El arte de
rectificar
La educación es un proceso de prueba y error, y
equivocarse es parte de ese camino. Bonilla recuerda que es esencial que los
padres reconozcan sus errores y corrijan el rumbo si es necesario. Este acto de
humildad enseña a los hijos que también pueden rectificar si cometen errores,
promoviendo asà un ambiente de aprendizaje mutuo.
Ante todo, los padres deben priorizar el
bienestar fÃsico, emocional y social de sus hijos, diferenciando entre sus
propios miedos y los peligros reales. La confianza en los hijos es clave; si
los padres han sido consistentes en su educación, los niños sabrán
desenvolverse por sà mismos, con el apoyo de sus padres cuando lo necesiten.
Una infancia sobre estimulada
Cargar a los niños con experiencias, actividades
extraescolares, juguetes y pantallas para las que no están preparados puede ser
perjudicial para su desarrollo. Catherine L’Ecuyer, en su libro Educar
en el Asombro, explica que la sobre estimulación anula la capacidad de
asombro, la creatividad y la imaginación de los niños, generando un cÃrculo
vicioso. Los niños sobre estimulados buscan constantemente más estÃmulos, y
pueden volverse hiperactivos, apáticos y dependientes de la atención de los
adultos.
Esta sobre estimulación les
lleva a necesitar cada vez más sensaciones intensas para mantenerse
entretenidos, lo que puede resultar en problemas graves
durante la adolescencia, como vandalismo, violencia, consumo de alcohol o
drogas. Por ello, es esencial que los padres protejan la infancia de
sus hijos, dándoles espacio para explorar el mundo de manera gradual y
saludable.
Con información de la Revista
Misión
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