Valores | Alcedo A. RamÃrez
Agua,
Patria y Tierra
Desde mucho antes del
27 de Febrero de 1844, quizás en los primero años del siglo XVII, los
1600’s, el sentimiento de la
Dominicanidad se estaba gestando en los corazones y las mentes de los
pobladores de la parte oriental de la
Isla de Santo Domingo, gracias a la devoción que crecÃa a diario por la ya
considerada Protectora del Pueblo, Nuestra Señora de la Altagracia.
El Juramento y Compromiso de los Trinitarios, liderados por Juan Pablo Duarte, son un
ejemplo contundente y una prueba efectiva de esta realidad, que se convirtió en
algo tangible a partir de la noche gloriosa del trabucazo de Mella y la firme dirección asumida por el gran Francisco del Rosario Sánchez. La
República Dominicana ere una realidad, ubicada en el Mapa Mundial, con todos
sus tesoros naturales con los que Dios creó esta hermosa Isla.
Con el paso de los años, la llegada de los nuevos tiempos y
sus herramientas modernas, se ha podido comprobar que la República Dominicana es un paÃs con grandes recursos naturales,
hÃdricos y minerales, en sus tierras,
además de contar con una población muy
especial, alegre y trabajadora, aunque
no con mucha educación a nivel general, lo que hace más difÃcil y
problemático el cuidado y la salvaguarda de dichas riquezas, en detrimento de
nuestra nación y su futuro sostenible.
Asà las cosas, empeoradas por los descuidos oficiales, la
misma población tiene que salir a las calles y recurrir a las protestas y vigilias para defender el mejor uso y la protección de sus recursos
naturales, a fin de que sean bien conservados o, por lo menos, explotados
con las normas adecuadas de seguridad y
sostenibilidad, reduciendo a su mÃnima expresión los posibles riesgos
ambientales y de contaminación.
Esto último fue lo
ocurrido en San Juan de la Maguana, para luchar por la preservación de sus aguas, bosques y tierras, que están siendo amenazados por una explotación minera de
oro, en el corazón de la Cordillera Central y justamente donde nacen los principales rÃos de la Región
Sur del paÃs, lo cual hace de la misma la zona hidrológica más importante y
rica de la nación y de todo Centro América y el Caribe.
Sin embargo, no
podemos asumir una actitud y postura intransigentes, negándonos a que los
necesarios estudios y evaluaciones de
impacto ambiental que pueda tener en la zona la antes mencionada
explotación minera sean realizados, por
empresas y personas con las requeridas cualificaciones y que gocen de la más
alta eficiencia, independencia y practica ética profesional, comprobadas por
los múltiples proyectos y trabajos
realizados, a la vez de que podamos
visitar y ver una explotación ejemplar y similar en marcha, operación y
producción, en alguna otra parte del mundo.
Únicamente asÃ, en
base a los resultados que se obtengan, podemos decidir razonable y
lógicamente el futuro de estas
explotaciones mineras, tanto en San
Juan de la Maguana, como en el resto de la República Dominicana. Amén,
ahora y siempre.
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