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    jueves, 6 de marzo de 2025

    De mi padre: hijos y hermanos son por completo, no a medias


    La Escuela Económica | Esteban Delgado (@estebandelgadoq)

     


    De mi padre: hijos y hermanos son por completo, no a medias

     

    Recientemente comentaba en un podcast que hice para elDinero con mi compañero de trabajo y, más que eso, amigo y hermano, Jairon Severino, el hecho de que los hombres con hijos deben identificarlos y reconocerlos sin importar circunstancias, pues, a la hora de su muerte, se evitan dejar situaciones de conflictos familiares, especialmente si han acumulado algún patrimonio heredable.

     

    También decía, y lo mantengo, que, para un hombre, tener hijos después de los 55 o 60 años no es lo más conveniente, toda vez que, de ser un padre responsable, debería estar lo suficientemente bien, física, mental y económicamente, para garantizarle bienestar a ese niño por nacer durante los próximos 20 años. Tener un hijo a los 60 años indica que cuando ese joven esté en los 18, entrando a la universidad, su padre estará cercano a los 80 años, si es que aún vive, lo cual no es lo más recomendable.

     

    Y pienso de esa forma, porque lo aprendí de mi padre, quien hace apenas una semana (27 de febrero) cumplió 38 años de su partida a otra dimensión, pero que, a pesar de su muerte temprana, me dejó muchas enseñanzas que me han servicio para construir mi madurez con un buen nivel de responsabilidad y superación.

     

    Recuerdo que mi padre siempre era muy enfático en decirnos, a mí y a mi hermano mayor, que, sin importar las circunstancias, en caso de causar un embarazo, aun no deseado, debíamos asumir la responsabilidad del reconocimiento de ese hijo por venir. Y enfatizaba tanto con eso, que para nosotros es inconcebible negar un hijo o tenerlo en secreto, sin reconocer que es nuestro.

    Estando niño, escuchaba sus consejos, pero tal vez por mi edad, no lo entendía del todo. Posteriormente, cuando yo estaba en la adolescencia, mi padre enfermó y estuvo unos meses en convalecencia. En ese período, ya acercándose a sus días finales, siempre nos decía: “mis hijos, ustedes son solo cuatro, dos hembras y dos varones. Solo ustedes cuatro”.

     

    Nos repetía esa frase de que supiéramos que él no tenía hijos fuera de su matrimonio con nuestra madre y que, en caso de tenerlos, nos lo habría informado, para que nos mantuviéramos como lo que habríamos de ser: hermanos, no “medio-hermanos”.

     

    Y no era para menos. Mi abuelo, el padre de mi papá, tuvo varios hijos con distintas mujeres. A algunos los declaró con los documentos correspondientes, pero a otros no. Nunca negó a ninguno, pero no se ocupó de mantenerlos a todos en conocimiento de su existencia. Sin embargo, después de la muerte de mi abuelo, mi padre conoció a algunos de sus hermanos, ya de adulto, y a todos los trataba como “hermanos”, nunca decía hermano de padre o hermano de madre, sino, completamente “hermano” o “hermana”.

     

    Del lado de mi madre, mi abuelo materno tuvo muchos más hijos y con más mujeres, pero con la característica de que a todos los reconoció y siempre se ocupó de que sus hijos supieran quiénes eran sus hermanos, independientemente de la relación que tuviera o no con sus mamás.

     

    De ahí que, para mí, tener hijos no es como obtener un juguete. Los hijos son familia y más que eso, son un fruto que debe ser cuidado, cultivado y convertido en un ser humano de bien, productivo y útil para entregarlo a la sociedad. Por eso, cuando se tiene un hijo hay que tener conciencia y responsabilidad para saber que es preciso reconocerlo, declararlo y mantenerlo hasta convertirlo en un ser autosuficiente y debidamente educado. 

     

    Mi sentido de paternidad responsable no solo proviene de los conocimientos que he adquirido con base en la educación académica que he recibido, sino desde mi propia familia, desde mi propio padre, quien fue siempre muy cuidadoso y dedicado en ese aspecto. Los hijos, aun con las diferencias que puedan existir entre sus padres (papá y mamá), deben ser siempre orientados a saber que sus hermanos y hermanas lo son y serán siempre, no a medias, sino por completo.

     

    Tengo tres hijos, uno de una madre y dos de otra. Sin embargo, los tres se tratan como lo que son: hermanos, no medio hermanos. Y, por tanto, reciben de mí el mismo amor, reconocimiento y formación. Eso también lo aprendí de mi padre.






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