Papa Francisco | Luis Ricardo Cruz Montes*
La fragilidad de un
Sumo Pontífice
¿Y entonces? Ayer, 23 de marzo de 2025,
salió del hospital policlínico Gemelli el Papa Francisco, tras 38 días de
hospitalización por una neumonía bilateral, entre otras complicaciones médicas.
Su salida hasta el balcón del hospital fue un momento muy emocionante para
todos los católicos que rezábamos por su recuperación y hoy es un motivo para
seguir pidiendo por su salud y agradecer por su recuperación progresiva.
Hay un punto importante en esta escena
tan especial: el Papa antes que dar un discurso o una bendición se fija en el
detalle de unas flores amarillas llevadas por una señora. Francisco se ha
caracterizado desde hace 12 años por romper protocolos y ayer no fue una
excepción. Sin embargo, surge una pregunta entre esas rupturas: ¿El Papa debe
ser débil o frágil? Está bien ser cercano, cambiar escenarios ostentosos por
sobrios, proponer reformas, etc., pero ¿Qué hay de la fragilidad de Francisco?
Francisco desde el 2020 ha venido
decayendo físicamente, pero espiritualmente se ha mantenido más firme que
nunca. Poco a poco su rodilla le fue traicionando, después su físico se ha
visto notablemente engordado, y ahora su sistema respiratorio que nos tuvo en
tensión durante días.
No es nuevo ver a un Papa con
dificultades físicas, nuestras generaciones saben de las imágenes vistas con
San Juan Pablo II, pero a pesar del Parkinson y sus constantes enfermedades…
¿Se vio débil al Papa? La respuesta es no, incluso en sus dificultades físicas
lograba arrodillarse ante el Santísimo y hacía viajes apostólicos, nunca le
vimos frágil, debilitado sí, pero frágil jamás. Siempre mostraba fortaleza,
pero jamás fragilidad, incluso en el jubileo del 2000, su imagen apagada por la
edad se mantenía imponente.
Francisco es todo lo contrario, es un
Papa que desde el primer signo de debilidad optó por sentarse en la adoración eucarística,
optó por la silla de ruedas sencilla, decidió ir al hospital e incluso decir:
“No puedo continuar la lectura” en el Jubileo de las Fuerzas Armadas 2025. Ver
a Francisco después de tanto tiempo más que ser un signo de esperanza es un
contemplar su fragilidad.
El Sumo Pontífice, el Obispo de Roma,
el Santo Padre hoy está debilitado, casi sin poder hablar, necesitado de ayuda
dispuesto a seguir la misión encomendada con una sonrisa en sus labios.
Francisco es el ejemplo vivo de un Sumo
Pontífice frágil, que no se deja vencer. En su fragilidad vemos la fragilidad
de todo lo que ha denunciado en estos 12 años de pontificado (los cuales los
cumplió en el hospital): la fragilidad de un mundo al borde de la tercera
guerra mundial, la fragilidad de un mundo al borde del colapso medioambiental,
la fragilidad de un mundo al borde de la automatización de las máquinas y el
desgaste de lo “humano”, la fragilidad de un mundo roto, que en medio de tanto se
embarca en un jubileo dedicado a la esperanza.
Cuando vimos a Francisco en aquella
Plaza de San Pedro vacía durante la pandemia rezando por el mundo entero, vimos
en su rostro, el rostro de la humanidad pérdida y desorientada buscando al
Señor resucitado. Cuando vimos a Francisco abrir la Puerta Santa de San Pedro,
en la Navidad 2024, en su silla de ruedas, vimos en él al mundo que necesitado
de ayuda pone su esperanza en el Dios con nosotros. Ahora que vemos a Francisco
aún débil por los medicamentos, la estancia en el hospital, el círculo
interminable de médicos y enfermeras, lo que vemos es la fragilidad de un Sumo
Pontífice que con su sonrisa fijada en los detalles de los más sencillos nos
muestra la esperanza de que un mundo rehabilitado, reconciliado, sano y
fraterno es posible.
Ver a un Papa frágil nos recuerda a
todos los cristianos, las palabras de Jesús a San Pablo: “Te basta mi gracia,
mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12, 9).
*Novicio MSC
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