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    miércoles, 28 de mayo de 2025

    El Papa: La compasión es humanidad, ayudar al otro significa involucrarse


    Papa León XIV | Tiziana Campisi

     



    El Papa: La compasión es humanidad, ayudar al otro significa involucrarse

     

    En la Audiencia General, el Papa León XIV nos invita a meditar sobre la parábola del samaritano y explica que la vida «está hecha de encuentros» y al encontrarnos «frente al otro, frente a su fragilidad y su debilidad» la elección es ocuparse de él o hacer como si no pasara nada. La prisa a menudo nos hace pasar de largo, pero para ofrecer ayuda hay que detenerse, no guardar las distancias. Se ayuda de verdad si se está dispuesto a sentir el peso del dolor del otro.

     

    «Cambiar de perspectiva» y abrirse «a la esperanza»: esto es lo que debemos aprender de las parábolas. Porque a menudo «nos fijamos en un cierto modo rígido y cerrado de ver las cosas» y sucede que nos falta la esperanza. En cambio, «las parábolas nos ayudan» a mirar todo «desde otro punto de vista». Así lo explicó León XIV en su segunda audiencia general, después de haber recorrido a lo largo y ancho la plaza de San Pedro en un jeep blanco, para saludar a los numerosos peregrinos y fieles que le recibieron con aplausos, cantos y gritos de alegría, agitando pañuelos, gorros y pancartas de colores.

     

    Un verdadero baño de multitudes para el Papa, que corresponde con sonrisas y saludos, deteniéndose de vez en cuando para bendecir a niños y bebés. Después, ya en la explanada de la basílica vaticana, continuó la serie de catequesis dedicadas a las parábolas, dentro del capítulo sobre «La vida de Jesús» del ciclo jubilar «Jesucristo, nuestra esperanza», y se detuvo en la parábola del samaritano, en la que afloran la compasión, la atención amorosa al prójimo y la preocupación por el prójimo, que se expresan, subrayó varias veces, «a través de gestos concretos».

     

    Ante los demás

    Dos perspectivas ofrece el Pontífice analizando el relato evangélico. Hay un hombre que toma un camino, de Jerusalén a Jericó, a lo largo del cual «es atacado, golpeado, robado y dejado medio muerto». ¿Cómo no pensar en la vida, «un camino difícil e intransitable», y en la “«experiencia que sucede cuando las situaciones, las personas, a veces incluso aquellos en los que habíamos confiado, nos quitan todo» y nos abandonan?

     

    La vida, sin embargo, está hecha de encuentros, y en esos encuentros salimos a la luz por lo que somos. Nos encontramos ante el otro, ante su fragilidad y su debilidad, y podemos decidir qué hacer: ocuparnos de él o hacer como si no pasara nada.

     

    Una cuestión de humanidad

    Hay quien se encuentra con el hombre abandonado «en medio del camino». Jesús describe a «un sacerdote y un levita» que pasan de largo. «Son personas que sirven en el Templo de Jerusalén», pero su actitud demuestra que «la práctica del culto no conduce automáticamente a ser compasivo», señala León XIV.

     

    Antes de ser una cuestión religiosa, la compasión es una cuestión de humanidad. Antes de ser creyentes, estamos llamados a ser humanos.

     

    Detenerse por los demás

    Pero a menudo nuestra vida agitada no nos permite ser compasivos, sentimos que primero debemos hacer espacio para nuestras propias ocupaciones.

     

    Son precisamente las prisas, tan presentes en nuestras vidas, las que muchas veces nos impiden sentir compasión. Quien piensa que su propio camino debe tener prioridad no está dispuesto a detenerse por el otro.

     

    Gestos concretos

    La parábola relatada por el evangelista Lucas muestra que alguien se detiene ante aquel hombre herido y moribundo, «es un samaritano, uno por tanto que pertenece a un pueblo despreciado» y León XIV señala que «la religiosidad no tiene nada que ver aquí», esta persona de hecho «se detiene simplemente porque es un hombre ante otro hombre que necesita ayuda».

     

    Si se quiere ayudar a alguien no se puede pensar en mantener las distancias, hay que implicarse, ensuciarse, tal vez contaminarse.

     

    Y esto es lo que hace el samaritano: «venda las heridas» del moribundo «después de haberlas limpiado con aceite y vino», lo lleva consigo, «es decir, se hace cargo de él, porque se ayuda de verdad si se está dispuesto a sentir el peso del dolor del otro», precisa el Papa, y luego le busca «un hospedaje donde gasta algo de dinero» comprometiéndose «a volver y eventualmente a pagar de nuevo, porque el otro no es un paquete que hay que entregar, sino alguien de quien hay que ocuparse».

     

    Jesús cuida de cada uno de nosotros

    La parábola, en definitiva, nos exhorta a «interrumpir nuestro camino» y a «tener compasión»; esto puede suceder, señala León XIV, «cuando hayamos comprendido que aquel hombre herido en el camino representa a cada uno de nosotros», a los que Jesús ha cuidado tantas veces.

     

    Otra reflexión a la que invita el Pontífice es la que ofrece la persona que insta a Jesús a narrar la parábola. Es un doctor de la ley, «una persona experimentada y preparada» quien pregunta cómo «se “hereda” la vida eterna», y al hacerlo utiliza un verbo que delata una actitud egoísta. Él «entiende» la vida eterna «como un derecho inequívoco». A través de su parábola, el Maestro muestra «una manera de transformar esa pregunta, de pasar del ¿quién me ama? al ¿quién me amó?». «La primera es una pregunta inmadura», aclara el Papa, «que pronunciamos cuando estamos en un rincón y esperamos», «la segunda es la pregunta del adulto que ha comprendido el sentido de su vida» y es también la que «nos empuja a ponernos en camino».

     

    Vaticannews.va

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