Papa León XIV | Tiziana Campisi
El Papa: La compasión es
humanidad, ayudar al otro significa involucrarse
En la
Audiencia General, el Papa León XIV nos invita a meditar sobre la parábola del
samaritano y explica que la vida «está hecha de encuentros» y al encontrarnos
«frente al otro, frente a su fragilidad y su debilidad» la elección es ocuparse
de él o hacer como si no pasara nada. La prisa a menudo nos hace pasar de
largo, pero para ofrecer ayuda hay que detenerse, no guardar las distancias. Se
ayuda de verdad si se está dispuesto a sentir el peso del dolor del otro.
«Cambiar de perspectiva» y abrirse
«a la esperanza»: esto es lo que debemos aprender de las parábolas. Porque a
menudo «nos fijamos en un cierto modo rígido y cerrado de ver las cosas» y
sucede que nos falta la esperanza. En cambio, «las parábolas nos ayudan» a
mirar todo «desde otro punto de vista». Así lo explicó León XIV en su segunda
audiencia general, después de haber recorrido a lo largo y ancho la plaza de
San Pedro en un jeep blanco, para saludar a los numerosos peregrinos y fieles
que le recibieron con aplausos, cantos y gritos de alegría, agitando pañuelos,
gorros y pancartas de colores.
Un verdadero baño de multitudes
para el Papa, que corresponde con sonrisas y saludos, deteniéndose de vez en
cuando para bendecir a niños y bebés. Después, ya en la explanada de la
basílica vaticana, continuó la serie de catequesis dedicadas a las parábolas,
dentro del capítulo sobre «La vida de Jesús» del ciclo jubilar «Jesucristo,
nuestra esperanza», y se detuvo en la parábola del samaritano, en la que
afloran la compasión, la atención amorosa al prójimo y la preocupación por el
prójimo, que se expresan, subrayó varias veces, «a través de gestos concretos».
Ante los demás
Dos perspectivas ofrece el
Pontífice analizando el relato evangélico. Hay un hombre que toma un camino, de
Jerusalén a Jericó, a lo largo del cual «es atacado, golpeado, robado y dejado
medio muerto». ¿Cómo no pensar en la vida, «un camino difícil e intransitable»,
y en la “«experiencia que sucede cuando las situaciones, las personas, a veces
incluso aquellos en los que habíamos confiado, nos quitan todo» y nos
abandonan?
La vida, sin
embargo, está hecha de encuentros, y en esos encuentros salimos a la luz por lo
que somos. Nos encontramos ante el otro, ante su fragilidad y su debilidad, y
podemos decidir qué hacer: ocuparnos de él o hacer como si no pasara nada.
Una cuestión de humanidad
Hay quien se encuentra con el
hombre abandonado «en medio del camino». Jesús describe a «un sacerdote y un
levita» que pasan de largo. «Son personas que sirven en el Templo de
Jerusalén», pero su actitud demuestra que «la práctica del culto no conduce automáticamente
a ser compasivo», señala León XIV.
Antes de ser
una cuestión religiosa, la compasión es una cuestión de humanidad. Antes de ser
creyentes, estamos llamados a ser humanos.
Detenerse por los demás
Pero a menudo nuestra vida agitada
no nos permite ser compasivos, sentimos que primero debemos hacer espacio para
nuestras propias ocupaciones.
Son
precisamente las prisas, tan presentes en nuestras vidas, las que muchas veces
nos impiden sentir compasión. Quien piensa que su propio camino debe tener
prioridad no está dispuesto a detenerse por el otro.
Gestos concretos
La parábola relatada por el
evangelista Lucas muestra que alguien se detiene ante aquel hombre herido y
moribundo, «es un samaritano, uno por tanto que pertenece a un pueblo
despreciado» y León XIV señala que «la religiosidad no tiene nada que ver
aquí», esta persona de hecho «se detiene simplemente porque es un hombre ante
otro hombre que necesita ayuda».
Si se quiere
ayudar a alguien no se puede pensar en mantener las distancias, hay que
implicarse, ensuciarse, tal vez contaminarse.
Y esto es lo que hace el
samaritano: «venda las heridas» del moribundo «después de haberlas limpiado con
aceite y vino», lo lleva consigo, «es decir, se hace cargo de él, porque se
ayuda de verdad si se está dispuesto a sentir el peso del dolor del otro»,
precisa el Papa, y luego le busca «un hospedaje donde gasta algo de dinero»
comprometiéndose «a volver y eventualmente a pagar de nuevo, porque el otro no
es un paquete que hay que entregar, sino alguien de quien hay que ocuparse».
Jesús cuida de cada uno de nosotros
La parábola, en definitiva, nos
exhorta a «interrumpir nuestro camino» y a «tener compasión»; esto puede
suceder, señala León XIV, «cuando hayamos comprendido que aquel hombre herido
en el camino representa a cada uno de nosotros», a los que Jesús ha cuidado
tantas veces.
Otra reflexión a la que invita el
Pontífice es la que ofrece la persona que insta a Jesús a narrar la parábola.
Es un doctor de la ley, «una persona experimentada y preparada» quien pregunta
cómo «se “hereda” la vida eterna», y al hacerlo utiliza un verbo que delata una
actitud egoísta. Él «entiende» la vida eterna «como un derecho inequívoco». A
través de su parábola, el Maestro muestra «una manera de transformar esa
pregunta, de pasar del ¿quién me ama? al ¿quién me amó?». «La primera es una
pregunta inmadura», aclara el Papa, «que pronunciamos cuando estamos en un
rincón y esperamos», «la segunda es la pregunta del adulto que ha comprendido
el sentido de su vida» y es también la que «nos empuja a ponernos en camino».
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