Fe y Vida | Juan Luis Vázquez DÃaz-Mayordomo
20 de noviembre: san Edmundo, el rey
al que los vikingos cortaron la cabeza
Saber los salmos de memoria ayudó al rey de los anglos
a resistir a los invasores. Durante su pasión no dejó de invocar a Jesús
Entre la historia y la leyenda se desarrolla en el
siglo IX la vida de san Edmundo, rey y primer patrón de Inglaterra
mucho antes de que la Corona británica se separara de Roma. Edmundo fue el hijo
menor de Alcmundo, rey de los anglos, pobladores del este de la Inglaterra
actual. Eran descendientes de tribus llegadas del norte de Europa en el siglo
VII. Prosperaron durante un tiempo, pero dos siglos después fueron eclipsados
por otros pueblos. Como son los ganadores de las guerras los que escriben la
historia, el nombre de Edmundo habrÃa quedado sepultado en el tiempo si no
hubiera sido porque, tras su muerte, alcanzó una notable fama de santidad.
Las crónicas que hablan de él tienen como fuente principal a san Abón de Fleury, un monje que
escuchó su historia de labios de un obispo, que a su vez la recibió de un
anciano que afirmaba haber sido su escudero. Por ellos se sabe que Edmundo
ascendió al trono de los anglos del este el dÃa de Navidad de 855, a los 14
años. Como rey se apoyó en la fe recibida de sus padres, e incluso llegó a
retirarse un año para aprender de memoria los salmos. Fue un retiro
providencial, porque nada más salir de él tuvo que enfrentarse a su mayor
desafÃo como monarca. Eran los tiempos de las temidas incursiones vikingas
contra las costas de toda Europa. Sabedores de la riqueza que atesoraban los
monasterios, los buscaban como principal objetivo de sus saqueos; pero no
despreciaban pueblos y ciudades si podÃan obtener un buen botÃn.
Fue patrono de Inglaterra
Edmundo fue enterrado en una capilla de madera cerca de donde murió. En el año 924 se trasladó su cuerpo a una abadÃa construida para darle culto y, al exhumar el cuerpo, se descubrió que habÃan desaparecido todas las marcas de las flechas. Su cabeza apareció unida al torso, como si nunca hubiera sido decapitado.
En el año 1010 sus restos fueron
llevados a Londres para protegerlos de los ataques de los vikingos. AllÃ
estuvieron tres años antes de ser devueltos a la abadÃa, hoy en ruinas. Durante
la Edad Media Edmundo fue considerado patrono de Inglaterra, hasta que fue
sustituido por san Jorge en el siglo XIV.
En otoño de 865, un ejército de
más de 5.000 invasores desembarcó en Anglia Oriental. En un primer
momento, Edmundo trató de negociar con ellos y obtuvo la paz en sus fronteras a
cambio de un buen número de caballos. Pero no fue suficiente: los vikingos querÃan cada vez más. Tres
años después, ni siquiera volvieron a casa en invierno, quedándose en
Inglaterra y exigiendo cada vez más compensaciones. Volvieron por el reino de
Edmundo destruyendo todo a su paso, especialmente los monasterios. Los comandaba
un caudillo danés, Hingwar, que envió al rey de los anglos un mensajero con la
siguiente demanda: «Mi señor te ordena que repartas tus tesoros escondidos y la
riqueza de tus antepasados. Eso, si deseas vivir, porque no tienes poder para
resistir». Un obispo aconsejó al rey someterse al chantaje de los vikingos,
pero Edmundo respondió asà al mensajero: «En verdad, eres digno de muerte, pero
no mancharé mis manos con tu sangre impura, porque sigo a Cristo. Alegremente
moriré en vuestras manos si Dios asà lo ha dispuesto. Parte ahora y dile a tu
señor que Edmundo jamás se doblegará ante Hingwar».
La guerra era inevitable.
Sin embargo, las fuerzas no eran similares y, en mitad de la batalla, Edmundo
disolvió sus tropas para evitar una masacre. Él mismo huyó hacia el
interior, pero cayó preso en manos de las
huestes de Hingwar. Los paganos lo ataron a un árbol y lo
azotaron con varas. El rey no se resistió y, en todo momento,
pronunció el nombre de Jesús. Al ver su fe y su valor, Hingwar ordenó dispararle con flechas, y luego mandó decapitarlo y
arrojar lejos su cabeza.
Cuando todo pasó, unos campesinos quisieron rescatar
su cuerpo para darle sepultura, pero no encontraban su cabeza. Entonces
escucharon: «AquÃ, aquû en unos matorrales. Al acercarse, la encontraron entre
las patas de un lobo que la defendÃa de otras alimañas.
Hasta 1849, un viejo árbol se alzaba en el
lugar donde se creÃa que habÃa sido martirizado. Al cortarlo, en su
corazón se encontró una punta de flecha y la madera se utilizó para formar
parte de un altar de una iglesia dedicada a Edmundo.


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