Reflexión | P. Ciprián Hilario, msc
"Busquemos a Dios en la creación y estemos vigilantes en
los días ordinarios"
(Viernes
14 noviembre 2025)
Las
lecturas nos invitan a reconocer a Dios a través de las maravillas de la
creación (Sabiduría y Salmo) y a vivir en constante vigilancia espiritual,
porque el Reino de Dios irrumpe de manera inesperada en la cotidianidad, como
en los días de Noé y Lot (Evangelio de Lucas).
8
puntos para reflexión:
1.-
La necedad de ignorar al Creador (Sab 13,1):
Todos
los hombres son "necios por naturaleza" si, conociendo las obras
visibles, no llegan al Autor. No es ignorancia, sino excusa: la belleza
del mundo apunta al Artífice.
2.-
La belleza como camino hacia Dios (Sab 13,3-5):
Si
el fuego, el viento, el agua o los astros cautivan, ¡cuánto más su Creador! La
creación no es un fin, sino un espejo que refleja la grandeza, poder y
bondad de Dios.
3.-
El cielo proclama sin palabras (Sal 18,2-4):
"Los
cielos narran la gloria de Dios". No hay lenguaje humano, pero su mensaje
llega a "toda la tierra". La creación es un testimonio universal y
silencioso de Dios.
4.-
La rutina como lugar de juicio (Lc 17,26-28):
En
tiempos de Noé comían, bebían, se casaban; en Sodoma plantaban y construían. La
vida cotidiana no es neutral: puede ser ocasión de salvación o de perdición
según la disposición del corazón.
5.-
La súbita intervención divina (Lc 17,29-30):
El
diluvio y el fuego cayeron "el mismo día". Así será la venida del
Hijo del Hombre: inesperada, repentina, irreversible. No hay tiempo para
arrepentirse en el último segundo.
6.-
El desprendimiento radical (Lc 17,31-33):
"El
que esté en el terrado, que no baje a recoger sus cosas". Quien busque
salvar su vida la perderá. La salvación exige soltar, no aferrarse a lo
material o a la seguridad aparente.
7.-
La separación inevitable (Lc 17,34-36):
"Dos
en una cama: uno será tomado, el otro dejado". La cercanía física no
garantiza la salvación. Dios juzga el corazón, no las apariencias ni los
vínculos humanos.
8.-
Vigilancia activa en lo cotidiano (conclusión):
No
se trata de huir del mundo, sino de vivirlo con los ojos puestos en Dios.
Que la belleza de la creación nos lleve a adorar al Creador, y que cada día —al
comer, trabajar, relacionarnos— sea una respuesta de fe ante la posible
venida del Señor.
Invitación
final:
Hoy,
al mirar el cielo, el mar o una flor, preguntémonos: ¿veo al Creador o me
detengo en la criatura? Y al terminar el día, examinemos: ¿he vivido este día
como si Cristo pudiera volver esta noche? Que así sea. Amén.


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