Nuestra Fe | Edoardo Giribaldi
Fernández: «Mater Populi
Fidelis», un signo de cuidado por la fe del pueblo de Dios
En la Curia
General de la Compañía de Jesús, se presentó la Nota del Dicasterio para la
Doctrina de la Fe sobre los títulos marianos. El Cardenal Prefecto: es fruto de
décadas de reflexión; «no complacerá a todos», pero su equilibrio no abruma a
los creyentes con «cuestiones teológicas». Gronchi: El título «Corredentora»
corre el riesgo de oscurecer la singular mediación sacrificial de Cristo y, por
lo tanto, puede generar confusión en la armonía de las verdades de la fe
cristiana.
Recopilar dudas y propuestas que
han llegado a la Santa Sede en las últimas décadas para clarificar ciertos
aspectos de la relación entre María y el pueblo de Dios. La devoción a la
Virgen es un «tesoro de la Iglesia», capaz de ayudar a los creyentes a venerarla
como «una de ellos», compartiendo sus sentimientos y «problemas», y abriendo
sus corazones «a la gracia que solo Dios puede crear y comunicar en lo más
profundo de nuestros corazones». Analizando estos aspectos, el nuevo documento
del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, titulado Mater Populi Fidelis, Nota doctrinal
sobre algunos títulos marianos referidos a la cooperación de María en la obra
de la salvación, fue
presentado hoy, 4 de noviembre, en la Curia General de la Compañía de Jesús.
Intervinieron el Cardenal Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la
Fe, Víctor Manuel Fernández, y el profesor Maurizio Gronchi, Profesor de la
Pontificia Universidad Urbaniana y asesor del Dicasterio. El encuentro fue
moderado por monseñor Armando Matteo, Secretario de la Sección Doctrinal del
Dicasterio.
Dudas y propuestas de los fieles
El documento tiene un valor
«especial» y «superior» en comparación con los publicados en los últimos dos
años, enfatizó el cardenal Fernández en su discurso, especificando que, firmado
por el Papa, pertenece al Magisterio ordinario de la Iglesia y «debe ser tomado
en consideración en el estudio y análisis profundo de temas mariológicos». Un
texto, añadió el cardenal argentino, que no surgió de la nada, ya que responde
a dudas y propuestas que han llegado a la Santa Sede durante los últimos
treinta años con respecto a la devoción mariana y los títulos. Ya en tiempos
del entonces cardenal Joseph Ratzinger, el tema había sido abordado con
detenimiento, dando lugar a un análisis al que San Juan Pablo II prestó
«particular atención». Esto, señaló el cardenal, demuestra cuán profundamente
arraigado está el documento. Sus raíces se encuentran en una reflexión de una
década.
«La relación de María con nosotros»
El Purpurado ofreció entonces
algunas claves para comprender la Nota. La exhortación apostólica Evangelii
Gaudium, explicó, trata sobre la proclamación del Evangelio y no sobre el tema
más amplio de la evangelización. De igual modo, Mater Populi Fidelis aborda
específicamente «la relación de María con nosotros», es decir, la auténtica
«devoción mariana a la luz de la Palabra de Dios». El tema central del
documento es, por tanto, «la maternidad de María hacia los creyentes», un tema
que «provoca la devoción de los fieles» y que abarca dos aspectos
fundamentales: su cercanía maternal y su intercesión. «No es necesario inventar
otros conceptos para realzar el papel de María en la vida de los fieles»,
afirmó el cardenal. El documento explora la devoción mariana en la Biblia,
confirmando que no es «una invención de la Iglesia» ni un producto «meramente
psicológico o cultural», sino «una obra del Espíritu Santo en los fieles».
Aprender la «nueva confianza»
La devoción mariana se presenta,
por lo tanto, como un «tesoro de la Iglesia». «No queremos juzgar a los
cristianos comunes como creyentes de segunda clase porque no han cursado
estudios de teología o porque no participan en estructuras eclesiales», enfatizó
el cardenal. «En cambio, queremos aprender de ellos la nueva confianza, la
capacidad de confiar sin vacilar, la viva ternura de su amor espontáneo por el
Señor y su Madre». Muchos fieles, observó, no dudan de la trascendencia: «No se
preguntan si Dios existe o no; saben con certeza que necesitan el misterio que
los trasciende». Es una fe que se expresa a su manera, no a través de palabras
o teorías, sino como una «expresión mistagógica y simbólica de esa actitud
evangélica de confianza en el Señor que el Espíritu Santo inspira libremente en
los creyentes». Al adornar imágenes marianas, los fieles reconocen y honran a
la «María histórica», que es «una de ellos»: una madre que llevó a su hijo en
su vientre, lo crio y afrontó los desafíos de la maternidad. La Virgen es
también quien «comprende lo que significa ser migrante o exiliado» y sabe lo
que significa ser «despreciado por pertenecer a la familia de un humilde
carpintero». El título del documento, explicó Fernández, muestra cómo la
devoción mariana no es «un asunto individual», sino que se extiende a toda la
población de creyentes: un concepto que se expresa concretamente en
peregrinaciones, experiencias comunitarias, pero también en las más íntimas y
personales.
Discernir para proteger
En este contexto, surge la
preocupación por clarificar la legitimidad de ciertos títulos marianos. En
efecto, existen grupos y publicaciones, incluso en línea, que «con frecuencia
generan dudas entre los fieles más sencillos». Por lo tanto, el documento distingue
entre títulos que corresponden a una «auténtica devoción mariana inspirada por
el Evangelio» y otros que «no fomentan una comprensión adecuada de la armonía
del mensaje cristiano». No se trata, aclaró, de «juzgar las intenciones de los
fieles que buscan nuevas formas de expresar la belleza de María», sino de
discernimiento para salvaguardar la «fe genuina». Este estudio, que incluía el
título de María «Corredentora», pero no solo eso, se topó con lo que el
cardenal denominó un «problema importante»: «Algunos no han respetado el
embargo y han publicado lo que nuestro documento dice sobre el título de
Corredentora, pero estos párrafos son incomprensibles a menos que se lea el
documento completo. Y luego añaden en sus comentarios: “Pero no dice eso, pero
tampoco dice esto otro”, y estos aspectos se discuten cinco, diez, veinte
páginas después».
La Nota nos invita a considerar los
textos bíblicos que afirman con contundencia la unicidad de Cristo. «En ningún
otro hay salvación», afirman los Hechos de los Apóstoles, y «Porque hay un solo
Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre», leemos
en la Primera Carta a Timoteo. A partir de estos pasajes, la Iglesia ha
explicado el «lugar único de Cristo», que, sin embargo, no excluye que «en
otros sentidos, el Hijo involucre a María en una mediación participada».
La Devoción Mariana de los Papas
El cardenal añadió una reflexión no
presente en el texto escrito de la Nota, explicando que pretende «acompañar y
apoyar» el amor de los creyentes a María y su confianza en su intercesión
maternal, evitando que esta devoción pierda su «frescura» y la «fragancia del
Evangelio». Desde esta perspectiva, el documento busca superar la dialéctica
entre el «maximalismo y el minimalismo» marianos: entre el exceso que corre el
riesgo de «divinizar» a la Virgen y la reducción que la vacía, reduciéndola a
un mero símbolo. Entre estos dos extremos se encuentra la postura adoptada por
los tres últimos Papas, una síntesis de «valoración positiva y cuidado
vigilante». Así, Benedicto XVI fue reconocido por tener una devoción mariana
«sobria pero intensa». Por otro lado, el Papa Francisco exhibió una devoción
más "exuberante y popular", ejemplificada por sus gestos sencillos y
constantes: la visita a la Salus Populi Romani antes y después
de cada Viaje Apostólico, o la oración ante la imagen de Nuestra Señora
Desatadora de Nudos.
Hablando de Francisco, el cardenal
argentino también compartió un recuerdo personal: en conversaciones con su
compatriota, el Papa Francisco, sobre temas complejos, a veces pedía una pausa
y meditaba un momento en oración ante esa imagen mariana. «La mañana de su
muerte, cuando me llamaron para despedirme de él, me detuve un instante ante su
mesita de noche: había varias imágenes de la Virgen, a quien él veneraba. Sentí
una profunda emoción y ternura». Lo mismo ocurre con la sólida e «intensa» fe
mariana del Papa León XIV, quien, como miembro del Dicasterio para la Doctrina
de la Fe, participó en la Feria IV y firmó Mater Populis Fidelis como
Pontífice. «Quizás este documento», afirmó Fernández, «no complacerá a todos,
pero su fuerza reside en su equilibrio: al superar la estéril oposición entre
el maximalismo y el minimalismo marianos, demuestra un genuino cuidado por la
fe del pueblo de Dios, sin sobrecargarla con cuestiones teológicas que no
llegan al corazón de su experiencia y amor por María».
La «Maternidad Espiritual» de María
El texto vuelve, pues, «al centro»:
a la «maternidad espiritual» de María, manifestada en su intercesión y en sus
gestos maternales concretos que abren el corazón «a la gracia que solo Dios
puede crear y comunicar en lo más profundo de nuestros corazones». La Nota,
concluyó el cardenal, se presenta, por tanto, como un apoyo y acompañamiento a
los fieles, sin complicar la doctrina «con cuestiones que no conciernen a la
gran mayoría de los fieles ni añaden nada esencial a su amor por María».
El título de «Corredentora»
El profesor Gronchi tomó entonces
la palabra de nuevo, recordando que ya en el siglo X, a María se la llamaba a
veces «Redentora», título que posteriormente se transformó en «Corredentora».
Aunque este título pretendía enfatizar su «maternidad divina», su naturaleza
teológica problemática se ha puesto de manifiesto en varios aspectos. Algunos
Papas lo han utilizado en el pasado, pero sin definir claramente su
significado. Fue el entonces cardenal Ratzinger quien, en particular, respondió
a la solicitud de una definición dogmática de la corredención de la Virgen,
declarando: «El significado preciso de los títulos no está claro, y la doctrina
que contienen tampoco». El profesor señaló que, a pesar de haberlo hecho en el
pasado, Juan Pablo II, tras la Feria IV de la entonces Congregación para la
Doctrina de la Fe en febrero de 1996, no utilizó el título de «Corredentora»
para referirse a María en la encíclica Redemptoris Mater, documento
en el que el Pontífice «explica el papel» de la Virgen «en la obra de la
redención». El teólogo observó que el Papa Francisco se expresó de manera
similar, afirmando que la Virgen «nunca quiso apropiarse de nada que
perteneciera a su Hijo: nunca se presentó como corredentora», sino como
«discípula». «La conclusión de la Nota es clara e inequívoca», dijo Gronchi:
«Siempre es inapropiado utilizar el título de corredentora para definir la
cooperación de María. Este título corre el riesgo de oscurecer la singular
mediación sacrificial de Cristo y, por lo tanto, puede generar confusión y
desequilibrio en la armonía de las verdades de la fe cristiana».
El título de «Mediadora»
El docente procedió entonces a
analizar el título de «Mediadora», utilizado por los Padres orientales ya en el
siglo VI y que se hizo más común en Occidente a partir del siglo XII. Se aplica
«inevitablemente a María en un sentido subordinado», sin pretender añadir
«eficacia o poder alguno a la singular mediación de Cristo». De hecho, el
Concilio Vaticano II prefirió utilizar la definición de «cooperación maternal».
Sin embargo, Gronchi aclaró que debe recordarse que la singularidad de la
mediación de Cristo es inclusiva, puesto que inspira diversas formas de
«cooperación participativa» en las criaturas, emanando siempre de una única
fuente. En el caso de la Virgen, su devoción no deriva de méritos personales,
sino de la gracia que la Trinidad ha obrado en ella. De manera singular, se
sitúa del lado de las criaturas, de los discípulos, de los creyentes, de
nuestro lado. Cuando pretendemos atribuirle funciones activas paralelas a las
de Cristo, nos alejamos de esa belleza incomparable que le es propia.
El título de «Madre de los Creyentes»
La mediación de María, continuó
Gronchi, se realiza de forma maternal, convirtiéndola en modelo para la
Iglesia: no solo madre de los discípulos, sino de toda la humanidad. Desde esta
perspectiva, es necesario distanciarnos claramente de la idea de que María se
interpone entre Dios y la humanidad como una especie de pararrayos,
contrarrestando la idea de un Dios airado, un juez aplacado por el sacrificio
de su Hijo, y posicionando a la Virgen como una alternativa necesaria ante la
insuficiente misericordia divina. Como recordó el Papa León XIV en su homilía
durante la Misa del Jubileo de la Santa Sede, «la fecundidad de la Iglesia es
la fecundidad misma de María» y se realiza en los creyentes en la medida en que
viven, a pequeña escala, lo que la Madre vivió: amar según el amor de Cristo.
El título de «Madre de la Gracia»
El documento presta especial
atención al título de «Madre de la Gracia». Si bien reconoce el papel de María
en la vida de gracia de los creyentes, Gronchi explicó que deben evitarse las
expresiones que la describen como un «depósito de gracia separado de Dios» o
como una «fuente de la que mana toda gracia». Aquí también se aplica el juicio
expresado por el entonces Cardenal Ratzinger, según el cual el título de
«Mediadora de todas las gracias» «no se fundaba claramente en la Revelación
divina». La maternidad de la Virgen en el orden de la gracia, aclaró Gronchi,
es de naturaleza dispositiva e intercesora: ayuda a los fieles a preparar sus
corazones para la gracia, «que solo el Señor puede infundir». Por lo tanto,
atribuirle la «mediación» en la realización de una obra exclusivamente divina
no honra a la Virgen. Finalmente, la nota recuerda una advertencia importante,
también presente en las normas para el discernimiento de supuestos fenómenos
sobrenaturales: aun cuando la Iglesia concede el nihil obstat, tales eventos
«no se convierten en objetos de fe» y los fieles «no están obligados a
venerarlos».


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