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    miércoles, 1 de marzo de 2017

    Ser Profeta

    Biblia | William Arias
      

    Ser Profeta
      
    Cuando escuchamos a alguien, pero principalmente un cura, que critica mucho al gobierno o las instancias sociales de hoy, decimos comúnmente que este es un profeta, ya que se ajusta a la definición clásica de que un profeta es aquel que denuncia y anuncia, pero resulta que según el biblista latinoamericano: Fidel Oñoro, la realidad del profeta está más allá del simple denunciar y anunciar.

    Según él, si tomamos el texto bíblico de Jeremías 1, 4-10, que es el clásico texto de su llamada, del cual se han escrito tratados vocacionales y canciones, ahí encontraremos lo que es en realidad el ser profeta. En el versículo 5 el Señor le dice a Jeremías que antes de formarlo en el seno materno ya le conocía, y antes de nacer le había consagrado, es decir, el profeta primeramente es un elegido por Dios, ha sido llamado por el Señor.

    Jeremías pone sus objeciones, pues se reconoce limitado para tal elección, que es un muchacho y en el versículo 7 el Señor le dice, que no diga eso, pues el irá donde él le envíe y hablará lo que él mande; entonces aparece el segundo elemento de la vocación profética, y es que el profeta es un enviado de Dios, lo suyo no es por voluntad propia, es Dios que le dice lo que tiene que hacer y a donde debe ir.

    Entonces el Señor hace un gesto de tocar la boca de Jeremías (vers. 9), y agrega que pone su palabra en su boca, entonces el profeta es un mensajero de Dios, el no proclama su palabra o lo que está de moda o en boga, sino la palabra de Dios, es su portavoz ante los hombres y mujeres de este mundo.

    Y por último en el verso 10, Dios le dice qué hacer, le autoriza para que extirpe y arrase, destruya y derroque, para que reconstruya y plante; en otras palabras el profeta está para quitar lo malo y pecaminoso que hay en el mundo, para reconstruir la alianza perdida con Dios y para plantar o hacer un mundo nuevo entre las relaciones de los hombres con Dios y entre ellos mismos, es decir el profeta no es un simple vocinglero o hablador, es un hombre de lucha y de trabajo.

    En conclusión podemos decir que el profeta es un elegido por Dios, enviado como mensajero suyo a proclamar su palabra, lucha y destruye  todo lo malo que hay en el mundo, restablece nuestra unión con Dios y trabaja por un mundo nuevo. No es solo un hablador sin más, no se distingue por ser prolijo en palabras fuertes o altisonantes, o por la verborrea pública que hace en contra del sistema y gusta a mucha gente; él es un hombre de Dios, como fueron llamados los primeros grandes profetas de Israel: Elías y Eliseo; está en sintonía con el Dios que le ha elegido y enviado, su misión no es fácil, pues continuar lo que hay no es difícil, pero arrasar lo que hay porque no está dentro del plan bondadoso de Dios y volver a unos hombres y mujeres a hacer alianza con Dios, cuando estos no quieren, y más todavía, trabajar por la implantación de  la novedad salvífica de Dios, es un duro trabajo, una ardua labor, pero él sabe que no está para complacerse, ni complacer a nadie, sabe que sólo está por y para Dios, que es el que lo ha hecho profeta de su pueblo. ADH 809.

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