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    sábado, 5 de diciembre de 2009

    Balance al final del año


    Balance al final del año
    Declaración del milenio. En el mes de septiembre del año 2000 la ONU convocó a los líderes políticos de los países miembros de la organización. Fue una magna concentración, la más numerosa de todos lo tiempos. En ese año comenzaba el tercer milenio de nuestra era.
    El objetivo de la reunión era ver de qué manera era posible “crear un futuro común, basado en nuestra común humanidad en toda su diversidad”. Se pretendía crear “un mundo más pacífico, próspero y justo” sobre la base de “la dignidad humana, la igualdad y la equidad”. Vieron que para eso era necesario “hacer que la globalización sea una fuerza positiva, pues hasta ahora sus beneficios y costos no estaban repartidos de forma equitativa”, pues privilegia a los países más desarrollados en perjuicio de los países más pobres y menos desarrollados. Se propusieron que en el siglo XXI, que comenzaba aquel año, se reconocieran y respetaran los valores comunes de toda la humanidad sin ninguna distinción: libertad, igualdad, solidaridad, tolerancia, respeto a la naturaleza y responsabilidad compartida.
    Objetivos. Para comenzar se propusieron superar una serie de problemas muy graves, que afectan a gran parte de la humanidad y que exigen una solución urgente. De los objetivos fijados destacamos los siguientes: Erradicar la pobreza y el hambre; lograr la enseñanza primaria a nivel mundial; reducir la mortalidad infantil; promover la igualdad entre los dos sexos. Para conseguir estos objetivos fijaron etapas en la solución de cada uno de esos objetivos a fin de poder evaluar el proceso.
    La declaración puede ser asumida por cualquier persona que acepte la dignidad de la persona humana, común a todos los hombres y mujeres en cuanto a necesidades, derechos y deberes sin distinción de razas, sexos, religión o política. La igualdad de todos los seres humanos es el principio fundamental que da sentido humano a nuestro actuar y a nuestras relaciones con los demás. De hecho fue aprobada por los 189 países representados en la reunión y firmada, como señal de aceptación y de compromiso, por 147 jefes de gobierno.
    Después de 9 años. Ya han pasado 9 años de la declaración y del compromiso colectivo. ¿Qué balance se puede presentar de este compromiso universal? Debido al poco espacio de que disponemos, nos fijamos sólo en el primer objetivo: la erradicación de la pobreza y el hambre.
    Para año 2015 la población que pasa hambre debería quedar reducida a la mitad, pero, en vez de disminuir, ha aumentado. Hoy padecen hambre 75 millones más que en el año 2000, es decir, 1,200 millones de personas. Una de cada cinco personas se acuesta con hambre; cada año mueren de hambre 100.000 personas; cada dos segundos muere un niño por falta de alimentos.
    En los últimos años aumentó la producción de cereales. Pero el aumento de producción no se destinó a dar de comer a los hambrientos, sino a producir combustible para los carros.
    Los países más desarrollados se habían comprometido a colaborar en los objetivos del milenio aportando el 0.7% del presupuesto nacional (es decir, de cada 100 dólares deberían aportar al proyecto de milenio 70 centavos. Una migaja), pero ningún país está cumpliendo el compromiso adquirido.
    Palabras que lleva el viento y números que se quedan en datos estadísticos. Parecería que la Declaración del Milenio fuese escrita para ser aprobada y aceptada, pero no para ser cumplida. Pasa lo mismo con tantas otras declaraciones de la ONU como la declaración Universal de los Derechos Humanos. Son palabras que se lleva el viento, documentos escritos en papel mojado.
    Y seguirá siendo igual mientras no se cambie el sistema económico vigente, cuya finalidad no es buscar soluciones para cubrir las necesidades de la gente, sino aprovechar las necesidades de la gente para ganar todo el dinero posible. Con este sistema no hay remedio.

    La actual crisis financiera, provocada por la corrupción y la extorsión de los bancos y aseguradoras, era la gran oportunidad para dejar morir el sistema vigente y crear un nuevo orden económico mundial. Pero el dinero, que no había para erradicar la pobreza y el hambre, apareció a espuertas para restablecer y solidificar el sistema bancario y financiero. De esta manera los bancos seguirán disfrutando de un beneficio anual del 30% en sus operaciones, mientras que los obreros quedan en la calle sin empleo.

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