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    jueves, 27 de mayo de 2010

    El Trabajo dignifica

    Convivencia  El negrito del Batey.  
    Hace muchos, muchos años, se puso de moda en nuestro país una canción con ritmo tropical cuya letra decía: “A mí me dicen el negrito del Batey, porque el trabajo es para mí un enemigo; el trabajo se lo dejo todo al buey, pues el trabajo lo hizo Dios como castigo”. La canción ya no está de moda, pero la convicción de que el trabajo es algo malo que hay que soportar sigue vigente por lo menos para aquellos que no lo ven como un derecho humano, sino como un deber. Los que tienen que trabajar están esclavizados; los que aman su trabajo, son libres.

    El que no trabaja, que no coma (2 Tes 3, 10)
    ¡Ni modo! Si no trabajamos, no comemos. Esa es la motivación primordial para el trabajo y el hombre realmente no es libre hasta que no gana lo que se come. La mayoría de edad de los hijos no es en realidad a los 18 años, sino cuando comienzan a trabajar y a mantenerse a sí mismos. “El que mantiene retiene”, dice bien la sabiduría popular, muy válida en estos tiempos en los que la dependencia de los padres se prolonga debido a los estudios cada vez más largos. No podemos decir que un niño y un joven estudiantes no trabajan, pues su trabajo, en ese momento, es el estudio y su deber es tomarlo muy en serio, aunque no es raro ver que un gran número de estudiantes trabajan y estudian por la sencilla razón de que si no trabajan, no comen.
    “Yo siempre he trabajado en lo que me gusta y me han pagado por ello”, decía don Manolo Fábregas, un actor de teatro que se ganó el respeto y el recuerdo de su público. Ése sería el ideal: trabajar en aquello que nos gusta y que nos pagaran dignamente por ello.
    La realidad suele ser otra debido al desempleo constante en nuestro medio. Trabajamos en lo que podemos y ya debemos sentirnos satisfechos por el simple hecho de ganar con honradez nuestro pan de cada día, pero, ¿se sentirá satisfecha una licenciada en artes plásticas que vende boletos en el Metro, o un abogado que maneja un taxi? Ellos no pueden trabajar en aquello que les gusta.
    La educación profesional le sale muy cara a la sociedad y después desperdiciamos a nuestros profesionistas o los regalamos a países del primer mundo que los aprovechan porque no tuvieron la oportunidad de trabajar en su propia patria.
    A veces no se puede elegir el trabajo que hacemos y eso crea no sólo insatisfacción para el trabajador, sino ineficiencia para el que da el trabajo.
    ¿Qué es lo que mueve a los jóvenes a elegir una profesión? Nos gustaría decir que los mueve el anhelo de hacer el bien a la humanidad, pero, en su mayoría, lo que los mueve es el bienestar económico. Pero trabajar tan sólo para ganar dinero es frustrante, por mucho que se llegue a ganar.

    El derecho al trabajo
    El Estado tiene como misión velar por el recto ejercicio de los derechos de los ciudadanos. El trabajo es un derecho. Por eso vemos cómo los políticos proponen siempre acabar con el desempleo y mejorar los salarios. La situación de los campesinos, agricultores o ganaderos, es especialmente importante. Cuando lo que perciben por su trabajo es insuficiente para sobrevivir, comienza el éxodo hacia donde haya un empleo. Del campo a las ciudades y -desde hace ya mucho tiempo- al paraíso de los países ricos en donde, indocumentados, son tratados casi como esclavos.
    Los países donde hay desempleo se desangran. Sus mejores fuerzas huyen al extranjero.
    ¿No es este el carpintero? (Mc 6, 3)
    Por si alguien sigue pensando que el trabajo es un castigo, tenemos que recordar que Jesús es carpintero e hijo de carpintero; que los apóstoles salieron de entre los humildes trabajadores del pueblo y que Pablo se ganaba la vida, mientras predicaba, fabricando tiendas de campaña.
    Decimos que Jesús también redimió el trabajo ganando con sus manos su pan y el de su madre. Sus discípulos entendemos el trabajo como nuestra humilde colaboración a la labor creadora del Divino Artesano, Dios Creador. ¡Nuestro trabajo es creador!
    El trabajo es un valor
    • Cuando lo hacemos con gusto porque servimos al prójimo y construimos un mundo mejor para vivir.
    • Cuando nos permite nuestra realización humana y la aplicación del talento que hemos recibido.
    • Cuando nos da un pan para comer y un pan para compartir con nuestros hermanos más pobres.
    • Cuando nos permite tener el tiempo necesario para cultivar el amor familiar y para el crecimiento personal.
    • Cuando no vivimos para trabajar sino, que trabajamos para vivir.
    • Cuando el ambiente de trabajo se convierte en un segundo hogar por la concordia entre compañeros y por el trato digno que recibimos.
    Convivencia / P. Sergio G. Román

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