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    sábado, 5 de febrero de 2011

    Dios y la Ciencia














    ¿La fe en Dios y la ciencia se concilian o contradicen?
    Necesariamente la ciencia se desprende y se alimenta de la fuente divina. Los más brillantes y dotados pensadores de la humanidad han hallado el génesis de la última causa de los entes, en Dios como motor inmóvil y fuente de la creación.
    La ciencia se define como conjunto de conocimientos fundados en el estudio, como “la observación, identificación, descripción, investigación, experimentación y explicación teórica de un fenómeno. La ciencia es un método que los humanos pueden usar para adquirir un mayor entendimiento del universo total. Es la búsqueda del conocimiento a través de la observación y la conjetura.
    Los avances en la ciencia demuestran el alcance de la lógica y la imaginación humana. Y ese alcance puede elevarse mucho más toda vez que el ser humano ha sido dotado por Creador de un mayor potencial, pues muchos entienden que solo se está aplicando y desarrollando alrededor de un 10% de la capacidad cerebral.
    La creencia de un cristiano en la ciencia nunca debe ser como la creencia en Dios. Un cristiano puede tener fe en Dios y respeto por la ciencia, en tanto se tome en cuenta quién es perfecto y quién no lo es.
    Abundan los científicos creyentes en Dios. Ellos son testigos de que, por la ciencia, el corazón humilde descubre la grandeza de Dios. Y se dice que la verdadera enemiga de la fe es la soberbia y no la ciencia.
    Cabe resaltar aquí que los Físicos llaman al Creador como el océano de energía ilimitada. Estos científicos han viajado al momento de la explosión inicial que ha dado origen al mundo, “el tiempo cero” del origen de las galaxias (el Big Bang). ¿Qué había antes de ese momento? ¿Es la creación? ¿Quién puso esa fuerza expansiva y la programó de tal modo que, si el más mínimo elemento hubiese fallado, habría conducido al más espantoso de los caos?
    A continuación aparece una lista a modo de muestra de famosos intelectuales que se han visto ineluctablemente impulsados a creer, buscar, reposar y beber en la fuente divina.
    Muchos talentosos intelectuales han testimoniado, han confesado su creencia en Dios o han trabajado para el Reino, como San Agustín, Santo Tomás, Teilhard de Cardín, León Bloy (autor de “La Mujer Pobre”), quien sirvió de instrumento en la conversión de muchos al cristianismo, Jacques Maritain, etc.
    Juan Kepler, uno de los mayores astrónomos, expresa: Si Dios es grande, grande en su poder, grande su sabiduría. Alabadle, cielos y tierra. ¡Mi Señor y mi Creador! La magnificencia de tus obras quisiera yo anunciarla a los hombres en la medida en que mi limitada inteligencia puede comprenderla”.
    Isaac Newton se expresa con la humildad de los más sabios de la humanidad, al estilo de Sócrates y muchos otros que reconocen la limitada capacidad humana, cuando dice: “Lo que sabemos es una gota, lo que ignoramos, un inmenso océano. La admirable disposición y armonía del universo no ha podido salir sino del plan de un ser omnipotente y omnisciente”. Y añade: “Me basta con examinar una brizna de hierba, o un puñado de tierra, para confirmar la existencia de Dios”.
    Personalidades de gran desarrollo intelectual consideran la naturaleza como la inspiración de Dios. Y en esa tónica, refiere Nicolás Copérnico: “¿Quién, que vive en íntimo contacto con el orden más consumado y la sabiduría divina, no se sentirá estimulado a las aspiraciones más sublimes? ¿Quién no adorará al arquitecto de todas esas cosas?
    Albert Einstein dice: “A todo investigador profundo de la naturaleza no puede menos de sobrecogerle una especie de sentimiento religioso, porque le es imposible concebir que haya sido él, el primero en haber visto las relaciones delicadísimas que contempla. A través del universo incomprensible se manifiesta una inteligencia superior infinita”. Es precisamente ese el aspecto que más vincula Albert Eisntein con lo religioso, con Dios: “La ilimitada admiración por la estructura del mundo, hasta donde nuestra ciencia pueda revelarla”. Es decir, Einstein manifiesta la creencia en Dios que se revela en la armonía de todo lo que existe.
    A Debate / Lic. Pedro Grullón Torres (Msc)

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