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    jueves, 5 de enero de 2012

    Nuestras Felicitaciones


    Nuestras Felicitaciones




    Época de las felicitaciones. Navidad y Año Nuevo son fechas para enviar y recibir felicitaciones. En principio la felicitación navideña estaba motivada por el nacimiento del Salvador, acontecimiento que cambió la historia despertó la esperanza de salvación. Digo que “estaba motivada” porque hoy parece que la felicitación navideña ya no manifiesta la alegría del nacimiento de Cristo, sino el deseo de unos días de fiesta: comidas, encuentros, un paréntesis en la dura lucha por la vida. La felicitación por la llegada del Año Nuevo normalmente se expresa con la fórmula de Feliz y Próspero Año Nuevo. Próspero, no porque nos consideremos comerciantes, sino porque la difícil situación económica se ha convertido en una preocupación tan apremiante que no concibe la felicidad sin la abundancia de bienes económicos. Los norteamericanos llaman “season’s greetings”a este intercambio de felicitaciones al final y comienzo de año. Es decir, no hay ningún motivo manifiesto para felicitar; se felicita simplemente porque llegó la época de intercambiar felicitaciones. Nosotros, sin darnos cuenta, vamos por el mismo camino: en Navidad y Año Nuevo: enviamos felicitaciones por es la costumbre. Se perdió el motivo original de la felicitación navideña y se van apartando los símbolos tradicionales del misterio de la Encarnación (el Niño en el pesebre, ante la contemplación de María y José, la estrella, los pastores, los ángeles), sustituyéndolos por otros símbolos que no tienen nada que ver con la Navidad: el arbolito, las luces, Papá Noel.

    ¿Tiene sentido desear un feliz año? Sabemos que el nacimiento de Jesús en Belén no ofrece sin más la felicidad, pero sí señala el camino. Para el cristiano el deseo de una vida feliz se hace esperanza, pues anima y orienta nuestro actuar en la vida, que para entendernos la medimos por años. En este sentido la felicitación de Navidad debe continuar viva y operante a lo largo del año que comienza. Pero en el mundo en que vivimos ¿es posible pensar en un año feliz? Porque vivimos en un mundo organizado de tal forma que la mayoría de la población queda excluida, un mundo de marginación; dirigido y gobernado por el poder y las armas de los más fuertes y poderosos; un mundo en el que la actividad económica es la ganancia de unos pocos y no cubrir las necesidades de la gente; un mundo que no reconoce ni respeta la dignidad que tiene todo ser humano; un mundo que está marcado por la injusticia, donde abunda la violencia, las guerras y, en consecuencia, un mundo donde es imposible la convivencia como iguales y hermanos.

    Un mundo donde habite la justicia Lo dice san Pedro: “Nosotros esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva, un mundo donde habite la justicia según la promesa de Dios” (2Pe 3,13) Es decir, la esperanza del cristiano supone la desaparición de este mundo y la creación de otro mundo, donde podamos vivir todos con dignidad y sin opresión. Cielos nuevos y tierra nueva no quiere decir que van a desaparecer el sol, ni la luna, ni las estrellas ni el planeta tierra en que vivimos. Se trata de cambiar del mundo de las relaciones humanas, dominado por la injusticia, que hemos creado, y en su lugar crear un mundo donde habite la justicia. Jesús nos indica la manera de crear ese mundo nuevo de que habla san Pedro: Busquen ante todo el Reino de Dios y su justicia. Lo demás llegará por añadidura” (Mt 6, 33) El Reino de Dios es el resumen del mensaje evangélico anunciado e iniciado por Cristo y es la misión de la Iglesia: hacer que llegue el Reino de Dios. En el evangelio de Juan el Reino de Dios se contrapone a “este mundo”, “todo él puesto bajo el poder del Maligno” (1Jn 5,19) 

    La justicia del Reino La justicia tiene por objeto el derecho del otro. Es la disposición firme y permanente de dar a cada uno lo que le corresponde y primero que corresponde al otro es reconocer y respetar su dignidad como persona. Por eso la justicia es la virtud fundamental para que exista una auténtica convivencia humana. La justicia anula la dicotomía existente en las relaciones sociales de superior-inferior, opresor-sometido, privilegiado-excluido y se establece la verdadera relación entre iguales, todos miembros de la misma sociedad con los mismos derechos y en la vivencia cristiana como hermanos, todos hijos de Dios. Los que viven según el proyecto del Reino de Dios son llamados justos. Lo que quiere decir que la justicia del Reino no se reduce al cumplimiento de leyes y mandatos. Es mucho más amplia y profunda, pues incluye la manera de ser y todo el comportamiento del cristiano. En la vida cristiana todas las virtudes están unidas; no se da una sin las otras. San Pablo un pasaje de la carta a los Romanos describe las actitudes fundamentales de la justicia del Reino. Respeto de la dignidad del otro hasta considerarle superior a uno mismo; actitud de servicio y de ayuda, manifestada en la compasión, en el sentir común: llorar con los que lloran y alegrarse con los que están contentos; esfuerzo por mantener la paz con todos, superando el deseo de venganza; disposición permanente de entrega como signo del amor entre hermanos; mantener el contacto permanente con Dios para conocer su proyecto para el ser humano y vivir confiados y alegres en la esperanza sabiendo que Dios nos acompaña (cf Rom 13, 9-21).

    Feliz Año Nuevo Sabemos de sobra que nuestros deseos no son eficaces, es decir, no causan lo que se desea. Pero siempre es bueno manifestar nuestros buenos deseos a familiares, a amigos y a nuestros relacionados pues ayuda a mantener las buenas relaciones existentes y puede ayudar a recomponer las relaciones rotas. Pero, al desear feliz año nuevo a los lectores de Amigo del Hogar, no quiero quedarme en el mero deseo, sino que pedirles que pongan atención a la petición que hacen al rezar el padrenuestro “venga a nosotros tu Reino”. No podemos quedarnos en la petición, sino que debemos luchar para que, a lo largo de este año que comenzamos, sea manifestando en nuestra vida personal, en nuestra familia, en nuestro barrio y en la sociedad.

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