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    domingo, 2 de diciembre de 2012

    Adviento: preparemos la Navidad

    Iniciamos los cuatro Domingos de adviento o preparación a la venida de Jesús. Esperamos y preparamos la venida del Señor en una doble vertiente litúrgica; como el Niño Dios que viene en la humildad, la indefensión y la pobreza en la celebración de Navidad y como el Rey y Señor que viene en la gloria y la majestad, en el juicio final.
    Ambas venidas se complementan y se entremezclan en las lecturas y en la liturgia, y ambas tienen en común tres características:
    • Jesús, el que viene es el HIJO DE DIOS ya sea bajo el signo de la humillación o de la glorificación.
    • Jesús viene para CONVOCAR a la humanidad, a todo hombre y mujer.
    • Jesús viene para otorgar LIBERTAD y salvación a la humanidad convocada.
    Ante su venida se nos pide mantener una actitud de ACOGIDA. Poder acogerlo en primer lugar por la fe, sobre todo en las celebraciones litúrgicas, especialmente en la Eucaristía, que actualiza la venida con una presencia real y sacramental; acogerlo en la reconciliación, que nos lleva a la conversión y al cambio de vida exigido por los profetas y reiterado por Juan el Bautista hace ya 2000 años. Y acogerlo en la sencillez y austeridad de las celebraciones de fin de año y de la Navidad. Si Jesús viene para CONVOCARNOS y reunirnos como pueblo, como comunidad de creyentes, debemos acrecentar todo lo que favorezca esa unión. Y esto tiene implicaciones. La primera es superando toda actitud alienante, enajenante, que nos ate, nos aprisione, nos esclavice e impida acudir a la convocación. El Evangelio habla de superar los excesos que nos aturden, especialmente ahora al final del año; cita la embriaguez y podemos añadir el consumismo, el ajetreo, la vanidad en los regalos y en las manifestaciones sociales.
    Si Jesús viene, no para condenar, sino para salvarnos lo que nos pide es “tener ánimo, levantar la cabeza porque está por llegar la liberación”. Ese levantar la cabeza no es para quedarnos absortos y pasivos mirando al cielo, como hicieron los apóstoles cuando Jesús ascendió a la derecha del Padre, sino levantarla para mirar a nuestro prójimo y realizar acciones de fraternidad y liberación practicando la justicia y el derecho en el país, como pide el profeta Jeremías. La justicia dando a cada uno lo que necesita para vivir con la dignidad de persona, y aquí entra tanto la justicia legal de los tribunales como la distributiva de los bienes, en la economía.

    Sentido del Adviento
    "El Adviento y la Navidad han experimentado un incremento de su aspecto externo y festivo profano tal que en el seno de la Iglesia surge de la fe misma una aspiración a un Adviento auténtico: la insuficiencia de ese ánimo festivo por sí sólo se deja sentir, y el objetivo de nuestras aspiraciones es el núcleo del acontecimiento, ese alimento del espíritu fuerte y consistente del que nos queda un reflejo en las palabras piadosas con que nos felicitamos las pascuas.

    ¿Cuál es ese núcleo de la vivencia del Adviento?
    Podemos tomar como punto de partida la palabra «Adviento»; este término no significa «espera», como podría suponerse, sino que es la traducción de la palabra griega parusía, que significa «presencia», o mejor dicho, «llegada», es decir, presencia comenzada. En la antigüedad se usaba para designar la presencia de un rey o señor, o también del dios al que se rinde culto y que regala a sus fieles el tiempo de su parusía. Es decir, que el Adviento significa la presencia comenzada de Dios mismo. Por eso nos recuerda dos cosas: primero, que la presencia de Dios en el mundo ya ha comenzado, y que él ya está presente de una manera oculta; en segundo lugar, que esa presencia de Dios acaba de comenzar, aún no es total, sino que esta proceso de crecimiento y maduración.

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