
La discusión más importante que se ha verificado en el mes de abril en República Dominicana gira en torno al ajuste salarial. El tema irrumpe como resultado lógico del “paquetazo fiscal” impuesto por el gobierno a fines del año pasado para tapar el déficit fiscal sin afectar al propio partido. La canasta básica de bienes y servicios ronda actualmente en los RD$ 27,000. En realidad, la discusión salarial seguirá focalizando la atención de la opinión pública hasta que no se llegue a un equilibrio que satisfaga mÃnimamente a empleadores y empleados.
Ahora bien, el tema del “salario justo” nos acompañará eternamente en nuestras búsquedas de una sociedad más justa y solidaria. PodrÃa decirse que los salarios normalmente son “injustos” y que las demandas asociadas al “salario justo” no hacen otra cosa que instaurar un necesario espacio de negociación polÃtica.
En este artÃculo vamos a reflexionar en tres momentos acerca del tema. En un primer momento, organizaremos los argumentos centrales de la doctrina social de la Iglesia acerca del salario justo. En un segundo momento, haremos un breve recorrido histórico sobre la realidad salarial en República Dominicana. En un tercer momento, se sugieren algunas pistas para seguir caminando.
1. El salario justo en la Doctrina Social de la Iglesia (DOSOI)
La reflexión ética sobre el salario justo es uno de los aspectos que separa a la DOSOI del liberalismo económico. Ya León XIII la consideró una cuestión de mayor importancia; pero las discusiones en torno al mismo ocuparon el foco de interés cuando la enseñanza social de la Iglesia esclareció suficientemente cómo comprendÃa el sentido social de la propiedad.
La DOSOI nunca ha creÃdo que la definición del salario se deba dejar al mero juego de las fuerzas del mercado. Para la fijación del salario justo, se necesita la participación activa de las asociaciones civiles, entre las que destacan los sindicatos. La DOSOI sugiere que no habrá salario justo sino interactúan conflictivamente los grupos ciudadanos organizados. Naturalmente, esta simpatÃa por la organización gremial no es ciega a la triste historia de la corrupción que acecha a cualquier gremio. No se trata, por tanto, de postular un paraÃso de la sociedad civil organizada como contrapuesta al Estado. Hay que tomar en cuenta otros criterios en el establecimiento de un salario justo.
El tema del salario justo fue abordado de manera explÃcita y sistemática en la encÃclica Quadragesimo Anno (Nn. 63-67; de ahora en adelante QA). La EncÃclica resalta en primer lugar la necesaria implicación de los obreros en el uso correcto del salario que ganan. Lógicamente, por mejor que sea una situación salarial, el uso responsable del propio dinero no está garantizado. Esta conciencia llevó a afirmar que el salario no es injusto en sà mismo, sino que está relacionado con sus usos sociales. De paso, la DOSOI tomaba distancia de la interpretación comunista que afirmaba que el salario era sinónimo de mecanismo de explotación. Puede decirse que la DOSOI siempre ha creÃdo que el salario es un medio aceptable para organizar las relaciones económicas en búsqueda de mayor justicia.
En ese sentido, la DOSOI ofrece una serie de pistas que permitan regular convenientemente el salario. La primera es un concepto nuevo de empresa. La QA sugiere nuevas formas asociativas empresariales, donde la distinción entre patronos y obreros se vea difuminada. A esto llamó “contrato de sociedad” y afirma haber conocido casos muy beneficiosos para las partes contractuales. Esta asociación puede ser en el dominio de la empresa (las acciones) o en la administración (parte gerencial), y está orientada a una distribución más equitativa de los beneficios.
Una segunda pista es considerar diversos factores en el momento de fijar un salario. La encÃclica estima como errónea la idea de aplicar una “regla única” en el momento de fijar el salario. Admite que la tarea es “dificilÃsima” y rechaza firmemente la “ligereza” del juicio en materia salarial. Concretamente, declara como ligera la idea de que el salario solo debe fijarse en función de lo producido por el trabajador, porque serÃa poner el capital sobre el trabajo.
Años más tarde, el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, N. 302, sistematizaba la enseñanza sobre el salario justo con estos términos:
La remuneración es el instrumento más importante para practicar la justicia en las relaciones laborales. El « salario justo es el fruto legÃtimo del trabajo»; comete una grave injusticia quien lo niega o no lo da a su debido tiempo y en la justa proporción al trabajo realizado (cf. Lv 19,13; Dt 24,14-15; St 5,4). El salario es el instrumento que permite al trabajador acceder a los bienes de la tierra: « La remuneración del trabajo debe ser tal que permita al hombre y a su familia una vida digna en el plano material, social, cultural y espiritual, teniendo presentes el puesto de trabajo y la productividad de cada uno, asà como las condiciones de la empresa y el bien común ». El simple acuerdo entre el trabajador y el patrono acerca de la remuneración, no basta para calificar de « justa » la remuneración acordada, porque ésta « no debe ser en manera alguna insuficiente» para el sustento del trabajador: la justicia natural es anterior y superior a la libertad del contrato.
2. El trasfondo histórico de la situación salarial dominicana en 2013
La realidad salarial se percibe mejor tomando en consideración lo que los economistas llaman “poder de compra del salario mÃnimo”. Teniendo como referencia el poder adquisitivo real, se puede afirmar que desde hace años la República Dominicana ha experimentado una desvalorización sistemática del valor del trabajo de los más pobres. Un obrero de una gran empresa dominicana podÃa comprar en 2012 solo el 74% de lo que podÃa comprar un obrero como él en 1968. Las cosas son más graves en otros espacios: en las empresas medias, el poder de compra bajó en el mismo perÃodo al 51%; en las pequeñas, al 45%. Y en las zonas francas, tantas veces aplaudidas, descendió al 58%. Esta tendencia de la caÃda del “salario real” fue continua hasta fines de los años 80 y después ha ido teniendo pequeñas subidas y bajadas; pero nunca una mejorÃa sustancial.
La planificación económica del paÃs ha sido perversa en ese sentido. Dicho en términos de la DOSOI, se ha privilegiado el capital sobre el trabajo. Las grandes inversiones han garantizado sus pingües ganancias manteniendo salarios deprimidos. Se puede decir que el gran crecimiento económico de República Dominicana se ha cimentado sobre la base de salarios indignos.
En los años sesenta del siglo XX primó en República Dominicana un modelo económico de industrialización que procuraba la sustitución de importaciones. Con el objetivo teórico de proteger la “naciente industria nacional”, las polÃticas oficiales aprobaron salarios deprimidos y se conformaron con un sistema de seguridad social muy precario. Durante los 12 años de Balaguer, el salario mÃnimo se mantuvo en los 60 pesos mensuales. Solo al final de aquellos años de represión subió el salario mÃnimo a 90 pesos mensuales. En cierta forma, la represión polÃtica era funcional con el modelo económico basado en la “naciente industria nacional”. Otro recurso para implementar el modelo fue una polÃtica de control de precios, sobre todo de los alimentos. Esa fue la función polÃtica del INESPRE, que afectó la consolidación de un sistema social de distribución alimentaria más equitativa y menos susceptible de clientelismo y robo. Entre sus efectos colaterales, esta polÃtica de control de precios empobreció a los productores del campo, sobre todo a los pequeños campesinos.
El modelo de sustitución de importaciones convivÃa con la antigua industria de exportación centrada en la caña de azúcar. Por los empujes del capitalismo global, este modelo cedió paso en la década de los 1980 al de zonas francas y turismo. Ello impidió el mejoramiento del salario, aunque pareciera un buen recurso contra el desempleo. También afectó la conquista de derechos laborales asociados a la seguridad social y ayudó a debilitar las luchas sindicales, las únicas que han conseguido mejorÃas salariales para los pobres a lo largo de la historia. Puede decirse más: si las zonas francas crecieron tanto fue por una polÃtica querida y aprobada de desplome salarial y de empeoramiento de la dignidad del trabajador. La rentabilidad de las zonas francas a escala mundial, todo el mundo lo sabe, se basa justamente en la depresión de los salarios. Este esquema se profundizó en los años 90, cuando se multiplicó sobre todo el sector exportador de ropas y los servicios hoteleros para el turismo internacional. Ahora se decÃa que los salarios (que no empeoraron sustancialmente, pero para nada mejoraron) debÃan mantenerse bajos “para garantizar la competitividad de la economÃa del paÃs en el mundo globalizado”. Esto llevó a crear un salario mÃnimo especial para las zonas francas, inferior al nacional. Como afirma el economista Pavel Isa de manera magistral en el artÃculo que ha servido de base para este recorrido histórico, “el funcionamiento de la economÃa cayó en una trampa en la que el éxito económico dependÃa del fracaso social”.
3. El escenario presente
Bajo este trasfondo histórico, se entiende por qué las luchas más recientes por salarios mÃnimos más dignos han sido infructuosas. Prácticamente, lo que han hecho es corregir la inflación. Es decir, en términos reales no ha habido un verdadero aumento salarial en los últimos años. A lo más, se ha compensado una parte del poder de compra perdido. Esta tendencia debe ser revertida. El punto es cómo. En este sentido van dos consideraciones finales.
En primer lugar, resulta importante hacer una polÃtica económica sostenida por varios años orientada a mejorar el salario mÃnimo real. Una manera serÃa hacer aumentos sistemáticos todos los años, un poco superiores a la inflación. De esta manera, las empresas o instituciones pueden planificarse con tiempo, haciendo los ajustes presupuestarios necesarios para dignificar a las personas trabajadoras y su trabajo. Esta medida podrÃa engendrar un cÃrculo virtuoso, expandiendo los mercados. Más gente con más capacidad de compra aumentará la demanda y en principio exigirá mayor actividad productiva o comercial.
En segundo lugar, y como consecuencia del primero, debe de darse una profunda transformación cultural en el mundo laboral dominicano. Las empresas tendrán que hacerse más eficientes; los dueños o empleadores más atentos a la vida real de sus empleados; y los empleados deberán trabajar con más disciplina y conocimiento de lo que tienen entre manos. Por eso, el aumento de salario en realidad exige una transformación de la polÃtica laboral, lo que puede hacer pensar, entre otras cosas, en la constitución de un Ministerio del Trabajo y de PolÃticas Sociales que nos saque de las polÃticas asistencialistas que promueven el Banco Mundial o el Banco Interamericano de Desarrollo.
Solo queda una pregunta para la acción: ¿quiénes son los responsables de dar los primeros pasos en esta dirección? He aquà otro horizonte de lucha para el movimiento social dominicano más organizado, una vez se consiga la justicia fiscal. El primer escenario es convertir el Comité Nacional de Salarios en un verdadero espacio plural y democrático, donde se oiga la voz de los más pobres.
| Liturgia
XVII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
San Juan MarÃa Vianney, Cura de Ars
Semana Mundial de la Lactancia Materna
Valor del Mes: Honestidad
“Es mejor tener poco con honradez, que mucho con injusticia”. (Prov 16, 8).
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