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    lunes, 22 de julio de 2013

    Señales de la Fe

    Fe y Vida | Juan Manuel Pérez. Cómo manifestamos nuestra fe.

    Es una práctica generalizada el uso de símbolos y señales para manifestar ante los demás nuestra pertenencia a un grupo social, a una asociación cultural, a un club deportivo o simplemente manifestar que estamos en la cosa. No queremos sentirnos aislados y nos agrada que los otros nos vean integrados en el ambiente en que vivimos.
    Este deseo de dar a conocer nuestra integración por medio de símbolos alusivos abarca prácticamente todas las actividades u ocupaciones: el amor a la patria, la orientación política, el deporte, la tendencia cultural o la orientación ideológica. Los colgamos del cuello, los pegamos a la ropa o en el carro de forma que sean bien visibles. Últimamente algunos los gravan en la piel con tatuajes.

    Cómo señalamos nuestra fe. Esta inclinación, que parece algo natural, de utilizar símbolos y señales alusivos para mostrar nuestra pertenencia e integración se da también en la manifestación pública de nuestra fe y de nuestra actitud religiosa. Es el punto que quiero comentar hoy: ¿cómo manifestamos a los demás nuestra actitud y postura religiosa? Damos por supuesto que la manera de manifestar nuestra actitud religiosa es una cuestión muy personal y muy variada, pues depende del temperamento de cada uno, del ambiente en que se vive y de la educación y costumbres heredadas. Sin embargo, atendiendo al nivel de significado y de compromiso, podemos clasificar esas señales exteriores en tres grupos diferentes:

    1.- Señales exteriores de nuestra fe. La gente manifiesta su pertenencia a la iglesia o su devoción concreta exhibiendo de forma visible símbolos religiosos colgados del cuello: una medalla, el crucifijo, la simple cruz; en la ropa: pegatinas, botones; en el carro: el rosario colgando del espejo retrovisor, frases reproducidas en la parte posterior del carro propio o en los medios de comunicación de compañías (los autobuses de una línea anuncian que “Cristo cuenta contigo”, en los de otra línea se afirma que “Grande es Jehová”); en la vivienda: la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, de la Virgen de La Altagracia. El uso de símbolos religiosos es tan generalizado que la venta de rosarios, medallas, estampas, calendarios, etc. es un importante renglón comercial en las librerías religiosas y en los santuarios.

    Valoración de estas señales. La manifestación a base de símbolos o frases pegadas es una práctica muy generalizada en nuestro ambiente y no siempre podemos decir que es una señal clara de fe, porque todas las señales exteriores son ambiguas. Es decir, pueden ser señales manifiestas de una adhesión sincera a la fe, pero pueden tener otro significado muy distinto. Por ejemplo, se pueden usar (y se usan) como amuletos para alejar los males (la mala suerte) al ejemplo de la manito de azabache que se ponía al niño o a la niña para evitar el mal-de-ojo o como un talismán para atraer la buena suerte o la protección divina. En este caso el uso de símbolos religiosos significaría, más que manifestación de la fe, su abandono siendo sustituida por la magia. Pueden ser exhibidas (y se exhiben de hecho) como prendas valiosas, como verdaderas joyas para indicar el nivel económico, en cuyo caso no sería precisamente una manifestación de fe, de la actitud religiosa, sino una señal de autoestima, de querer aparecer como superiores a los demás. O también pueden ser usadas como simples adornos, como complementos de belleza. Incluso su significado puede que no sea propiamente de tipo religioso, sino la expresión de estar en la moda (¿cuántas agrupaciones mafiosas utilizan el signo de la cruz o del crucifijo como señal de formar parte del grupo y de compromiso?).

    La ambigüedad de las señales exteriores es manifiesta. Y por lo mismo no es posible conocer la verdadera actitud cristiana de una persona si atendemos sólo a los símbolos o señales exteriores. Por eso es necesario que cada uno revise el significado de los símbolos religiosos que utiliza.

    2.- Las señales institucionales, como el acta de bautismo y otros certificados, más que señales, son documentos que certifican la pertenencia a la iglesia o su condición dentro de la comunidad eclesial.

    Valoración. El acta de bautismo certifica la pertenencia a la iglesia, pero no dice nada acerca de la vivencia de los compromisos adquiridos en el bautismo. Y esto también vale para valorar todas las actas de haber recibido un sacramento. En la mayoría de los casos, cuando se pide el acta de bautismo, se busca un documento de identidad personal más que una prueba de estar bautizado. En el acta de bautismo figuran datos precisos que identifican a una persona: nombre, fecha y lugar de nacimiento, nombre de los padres y puede suplir en algunos casos al acta de nacimiento (no aparece, se ha perdido o se duda de su autenticidad). Con mucha frecuencia se saca el acta de bautismo porque la exige el consulado americano para conceder la visa, porque duda de la autenticidad del acta de nacimiento.
    El bautismo es primer sacramento de la iniciación cristiana y, en consecuencia, exige la continuación en la formación hasta llegar a la madurez de la fe. Es lo que afirma la
    carta del papa anterior para iniciar el Año de la Fe: “Sin la liturgia y los sacramentos la profesión de fe no tendría eficacia, pues carecería de la gracia que sostiene el testimonio de los cristianos” (Porta fidei, 11).

    3.- Señal de vida. Los apóstoles vivieron en comunión de vida con Jesús, que les instruía con sus enseñanzas, dejándoles una nueva regla de vida por la que serían reconocidos como sus discípulos (Porta fidei, 13). La señal que fijó Jesús como distintivo de nuestra actitud cristiana no se apoya en señales exteriores, sino en el testimonio de la vida cristiana. Dice expresamente: En esto conocerá la gente que ustedes son discípulos míos en que se aman unos a otros (Jn 13, 35).

    Valoración. Es la única señal que no engaña, pues en ella no hay ambigüedad ni caben falsas interpretaciones. Es la señal fehaciente de la identidad cristiana, la única señal que prueba nuestra condición de ser discípulos de Jesús de Nazaret.

    En resumen. Estamos en lo de siempre: no podemos dar testimonio de nuestra fe a base de símbolos ni de documentos, sino únicamente con nuestro comportamiento. En este sentido siempre será interesante meditar la carta de Santiago. La fe sin obras está muerta. Tu pretendes manifestar tu fe sin obras por medio de señales exteriores, de quita y pon, pero la única señal de nuestra fe son las obras (cf St 2, 14-18). Deberíamos insistir menos en los símbolos religiosos y más en nuestra manera de comportarnos con los demás según el mandato de Jesús. Ámense unos a otros (Jn 13, 34).

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