Apuntes Misioneros | Pedro Ruquoy, cicm.
"Para que seamos libres nos liberó el MesÃas!" (Gálatas 5,1).
Ayer en la tarde, me tocó vivir un acontecimiento que me permitió dar un paso más en la mente de muchos africanos y africanas. Alrededor del mediodÃa, Mama Masucio, responsable de velar sobre nuestras muchachas, entró en mi habitación:
"¡Padre, nuestro vecino, el Señor Kaonga, acaba de perder uno de sus nietos!"
De una vez pensé en el pequeño Emmanuel quien nació a los pocos dÃas de yo llegar a este lugar y con quien tenÃa relaciones de mucha ternura.
"¿Espero que no es Emma?" le pregunté.
"¡SÃ! Es él: Una serpiente lo mordió ayer mientras cuidaba las vacas y esta mañana murió." Realmente esta noticia me consternó profundamente puesto que habÃa visto a este niño crecer y él tenÃa la costumbre de jugar con nuestros muchachitos en el patio de nuestra casa. Entonces me puse de camino hacia la choza del Señor Kaonga, nuestro vecino.
Después de 20 minutos de caminata por un sendero tortuoso, llegué a la casa: el Señor Kaonga y otros campesinos estaban sentado en la enramada y las mujeres estaban velando el cadáver del niño. Rezamos juntos, bendije el cuerpo y el Señor Kaonga me mostró la pierna del muchachito:
"Mire. la serpiente lo picó tres veces. Es algo muy raro! Normalmente las serpientes pican una sola vez!"
Yo no respondà nada y contemplé el cuerpo de Emma que parecÃa dormido. Su cara no habÃa cambiado por nada y él no parecÃa haber sido envenenado por la vÃbora.
Regresé a la casa y me topé con Gibson, uno de nuestros adolescentes:
"¡Este niño no fue matado por una serpiente!"
"¿No? - le dije - Y ¿qué fue entonces?"
"¡Un brujo! la gente dice que la serpiente tenÃa una cabeza grande como la cabeza del dueño del conuco donde la tragedia ocurrió".
Pero Gibson no quiso darme más explicaciones y se fue con sus amiguitos.
El ataque de la serpiente
Esta mañana me tocó ir a la ciudad de Kabwe con nuestro viejo camión. Al regresar alrededor de la 1 de la tarde, dimos una bola al dueño del conuco donde Emmanuel fue atacado por la serpiente. El y su esposa se instalaron en la cama del camión. Yo estaba al lado del chófer con el Señor Lungu, uno de los más importantes lÃderes de nuestro campito. Entonces entablamos una conversación sobre la muerte del pequeño Emmanuel:
"¡SÃ! Es cierto lo que dice la gente. Y este señor que está atrás tiene la reputación de ser un brujo. Los muchachos que acompañaban al pequeño Emmanuel dijeron que el animal que atacó tenÃa la misma cabeza que ese señor."
"¡Ah, Señor Lungu! entonces ¿aquà los brujos tienen serpientes y los controlan?"
"¡Asà es! Y para esto, buscan un huevo de serpiente, le hacen un pequeño hoyo y le ponen un poco de su propia sangre. Después lo entierran en un cruce de camino por unos dÃas. Y cuando la serpiente nace, tiene la cabeza del dueño. ¡Eso sÃ! esa serpiente y el brujo están Ãntimamente unidos y si la serpiente muere, en el mismo momento muere el brujo..."
Las explicaciones del señor Lungu bailaban en mi cabeza cuando llegué a casa hace apenas dos horas. De una vez llamé a Mulenga, uno de los adolescentes que viven conmigo desde hace más de seis años. El es uno de los muchachos más inteligentes de la casa y es el primero de su promoción en la escuela secundaria. Le expliqué en detalles la conversación con el Señor Lungu y le pregunté su opinión:
"¡Asà es! ¡Ese niño fue matado por ese brujo!"
"Pero, Mulenga, ¿Qué beneficios saca ese señor al matar asà a un niñito?" Le dije!
"¡Oh! A cambio de la vida de la gente, él recibe dinero. Usted no se ha fijado que ese brujo es muy rico. Y casi no trabaja. Recibe dinero de los espÃritus malos cuando él entrega una vida humana."
De una vez pensé en los famosos "vacás" del suroeste de la República Dominicana. En el campito de cabeza de Toro, cuando llegué allá en 1975, la gente decÃa que los agricultores ricos del lugar poseÃan un "vacá" que pasaba la noche robando la flor de la cosecha de los pobres campesinos. Aquà no hay "vacá" pero "serpientes especiales" que enriquecen a sus dueños con la sangre de los más pequeños. Pero también aquà esas serpientes mágicas salen de noche para robar la flor de la cosecha de los pobres. Pero como en la República Dominicana no hay serpientes venenosas, surgieron los famosos "vacás" para realizar el mismo trabajo sucio. Pensé entonces que nuestro mundo está lleno de brujos: ¡todos esos millonarios que se enriquecen a costa del sudor y de la sangre de los pequeños que ellos explotan sin ninguna compasión!
Después Mulenga empezó a contarme que la madre de su abuela era una bruja. Ella habÃa tenido 15 hijos y durante 12 años, cada año en el mes de abril uno de esos hijos morÃa de una manera muy rara. Cuando falleció el año pasado, le quedaban solamente tres hijos:
".... Y ella mató también a mi madre quien era su nieta. Mi hermano Victor pensó quemarla viva en su choza pero cambió de idea. Cada mañana esa mujer daba de comer a su serpiente. Cuando murió todos nos pusimos muy contentos!"
Me di cuenta que, en esas tierras, casi todo el mundo está convencido de la existencia de esos brujos y de los espÃritus malos que andan matando la gente. Pensé en varias cosas:
Primero que, a pesar de todas las campañas contra el sida, casi nadie creÃa realmente en la existencia de ese virus que según los datos oficiales afecta 17% de la población. Cuando uno muere joven es porque un brujo ha metido el dedo. En segundo lugar pensé que todas esas creencias siembran el miedo en el corazón de la gente y representan verdaderas cadenas que destruyen la vida. Por fin, pensé que todavÃa hacÃa falta caminar mucho con este pueblo y a su ritmo para que descubriera al verdadero Jesús, quien nace en medio de los más pobres, para regalarles la libertad y la vida y para hacer brotar la nueva sociedad donde no habrá ni brujo, ni explotador, ni chupasangre sino sólo hermanos y hermanas.
¡Feliz Navidad a todas y a todos!
¡Que la presencia de Jesús en medio de los más pobres les haga cada dÃa más libres! ADH774
jueves, 2 de enero de 2014
Apuntes Misioneros
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