Reflexiones | Telésforo Isaac / Obispo emérito Iglesia Episcopal / Anglicana
Pretensiones que se vuelven culto a la voluntad
“El final de los ambiciosos: su propia ambición los mata”. (Proverbios 1: 19)
Es conveniente tomar tiempo y espacio para pensar y analizar lo que se entiende y se podrÃa aceptar o no, tranquilamente por: pretensiones o culto a la voluntad. Este ejercicio puede ser beneficioso, cuando sabemos de individuos, grupos religiosos, emprendedores, polÃticos, y otros en áreas de los quehaceres nacionales, que están dando demostraciones fehacientes de esta condición, no muy santa, y por tanto, despreciable. De hecho, las manifestaciones rayan con la inmodestia y el engreimiento, porque se hacen de manera exagerada y sin contemplación.
Ser pretencioso es tener sentido de ambición, tener voluntad. Esto no es negativo o malo necesariamente, siempre y cuando esté enmarcado en los parámetros aceptables de ética-moral y la legalidad. “Quien tiene la voluntad tiene la fuerza”. Asà decÃa el filósofo, Menandro (Atenas, ca. 324 a.C.); más, la fuerza no debe ser ejercida de manera arbitraria, brutal o inhumana, ni debe ser como ritual de personificación superficial.
Las pretensiones se vuelven cultos de la voluntad, cuando se manifiestan como conjuntos de actos, y extravagantes exclamaciones, con el consentimiento de un individuo, o de los camaradas de asociación cultural, comunidad religiosa, o partido polÃtico.
Los seres humanos necesitan tener voluntad propia, libre albedrÃo, libertad, y sentido de equidad, a fin de vivir y desarrollarse en las etapas sociales, y asà madurar la personalidad, establecer la inserción, permanencia justa en la familia, la comunidad y el pueblo.
Hay que tener fuerza de voluntad para que sirva de dinámica en la búsqueda de mejoramiento social, tranquilidad espiritual, y convivencia fraternal. Toda persona debe tener la capacidad, la oportunidad, y la condición ineludible para existir de manera aceptable y placentera en la sociedad; pero, la pretensión o el culto de la voluntad, fuera de lo común, son signos de egoÃsmo; y el individuo o grupo que trata de imponer esta condición, puede ser que carezca de escrúpulos. Esta posición aparece repetidas veces en lÃderes religiosos de vana espiritualidad, o verdadera vocación; es notable en emprendedores de conciencias endurecidas; es grave en polÃticos éticamente desnaturalizados; y es cuestionable en personas que no presentan sentimientos de culpa en el proceso de las actividades de la vida, por falta de dominio de las virtudes cardinales, o amabilidad y confraternidad en las relaciones con otros seres humanos.
El comportamiento idóneo de toda persona o grupo, debe tener fundamento en los principios éticos-morales, ponderada concepción conductual, paciencia, tolerancia, humildad, estabilidad emocional, e intensión de ejercer justicia, respetando la dignidad del prójimo. Son muchos los casos en que Jesús, el Enviado de Dios, predicó, amonestó y señaló modelos de que se deben seguir en la vida, para no dar demostraciones de fatuas presentaciones y culto a la voluntad. Sigamos, pues, los pasos de Jesús el Cristo. ADH 784
jueves, 6 de noviembre de 2014
Reflexión
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