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    martes, 10 de noviembre de 2015

    Nuestra familia crece...

    Apuntes Misioneros | Pedro   RUQUOY, cicm 

    "Hijo mío, desde la juventud busca la instrucción, y hasta la vejez encontrarás sabiduría. Acércate a ella como quien ara y siega, esperando abundante cosecha…."
    (Eclesiástico 6, 18-19) 

    Nuestra familia crece más y más; por supuesto, también los problemas y las dificultades se multiplican: escapadas nocturnas, robos, pleitos, etc. Varias veces, recibo el consejo de no aceptar muchachos o muchachas que tienen más de 15 años de edad. Trato de tomar en cuenta ese sabio consejo: es obvio que los niños y las niñas pequeñas son más maleables y escuchan más fácilmente a los educadores que los adolescentes y jóvenes. Pero, los niños que llegaron aquí hace ocho años, tienen ahora 18 años y consideran nuestro centro como su familia verdadera. Todos los habitantes de nuestra casa saben que el compromiso de la familia de las Flores de Sol es acogerles hasta que terminen los estudios secundarios. Pero no es nada fácil para un joven lanzarse en la vida.

    Algunos ya se han casado y viven felices con sus hijos. Es el caso de Smarth. Hace unas semanas él nos visitó con la esposa y  los dos hijos, María-Pedro y Junior. Cuando Smarth vivía con nosotros, se enamoró de la vecina y la embarazó. Ambos fueron al dispensario con el plan de abortar. La enfermera se negó y me informó de la situación. Entonces, yo me reuní con Smarth; le mostré la foto del pequeño Jacob que yo había salvado del aborto en la República Dominicana hace más de 10 años. Le expliqué la historia con múltiples detalles y le hice la propuesta de esperar hasta el nacimiento del bebe: "Si ustedes no lo quieren, lo recibiré en nuestra casa y nos encargaremos de criarlo." Smarth aceptó y algunos meses después, nació María-Pedro. La pareja se enamoró de la recién nacida y decidió comenzar la aventura de la vida. Hoy Smarth y su familia viven felices y se sostienen gracias a un pequeño colmado.

    Otros de nuestros jóvenes han empezado estudios superiores: tres para ser enfermeros, uno para ser maestro de escuela y dos electricistas. Aquí en Zambia, los gastos de inscripción en las universidades y los institutos de estudios superiores son sumamente elevados lo que explica la escasez de profesionales en este país: por ejemplo, en los hospitales, la mayoría de los médicos son extranjeros y cuesta encontrar especialistas. Para todo el país, hay sólo dos neurólogos. En Kabwe, capital de la provincia central, no se encuentra ni un solo dentista…  

    Nuestros jóvenes no empiezan sus estudios superiores inmediatamente después del liceo. Hay varias condiciones: en primer lugar los resultados de los exámenes finales deben ser muy buenos, en segundo lugar, tienen que identificarse con la filosofía de nuestra familia y haber mostrado que comparten nuestro sueño de una sociedad nueva donde todos y todas se sienten hermanos y hermanas y, en tercer lugar, tienen que tener un padrino o una madrina dispuesto a pagar todos los gastos escolares. Esta última condición cuesta muchos esfuerzos y, a veces, los jóvenes tienen que esperar varios años antes de poder empezar los estudios superiores. Tal es el caso de Hastings quien terminó sus estudios segundarios hace cuatro años y tuvo que esperar hasta ahora para conseguir una madrina dispuesta a pagar  los estudios superiores. No todos deciden quedarse: como Smarth, varios se van y se lanzan en la vida pero no es nada fácil. A pesar de mis esfuerzos para que dejen este centro, se resisten: "¡Usted no está echando pa´fuera! ¿A dónde vamos a ir? Nuestra familia está aquí", me dijo Mulenga el año pasado cuando lo animé a irse. El es uno de los primeros que yo recibí en este hogar hace ocho años.

    Esto significa que por el momento, aquí en nuestra casa, tenemos un grupo de cinco muchachos que tienen más de 18 años de edad y que esperan la luz verde para empezar los estudios superiores. Terminaron la secundaria en diciembre del año pasado y están con nosotros. Ayer tuve una reunión larga con ellos con el fin de explicarles nuestra situación y de animarles a trabajar para superar nuestras dificultades económicas. Les mostré que nuestro centro dependía casi totalmente de fondos provenientes de benefactores extranjeros y que era tiempo de producir nosotros mismos lo que necesitamos para vivir. Les di el ejemplo de nuestro colmado: Mulenga, uno de los cinco muchachos en espera, es el responsable de este proyecto. Pasa el día entero recibiendo los clientes y vendiéndoles lo que quieren: Cada mes este colmado nos da un beneficio de más de 2,000 kwachas (250 dólares) que corresponden al salario de uno de nuestros educadores. Además, cada día preparamos panes y producimos huevos y legumbres. Pero hace falta una supervisión más seria. Les hice notar que nuestros puercos y gallinas necesitan más cuidados para que nos den beneficios reales….

    Y hablamos del famoso tractor que nos cayó del cielo hace unos tres meses: ¡Una verdadera joya! una asociación norteamericana nos lo regaló para que podamos cultivar las 35 hectáreas de tierra que tenemos alrededor de nuestro centro y para que podamos brindar un servicio a los agricultores del lugar. Cuando terminé mi larga explicación sobre nuestra difícil situación financiera y las posibilidades de generar fondos, les pedí darme su opinión. Pero se quedaron callados mirándome. Después de un largo silencio, se comprometieron a reunirse para escribir una propuesta realista.

    En todas mis conversaciones con nuestros jóvenes, enfatizo la importancia de nunca perder de vista el camino que lleva a la felicidad: "para ser felices en nuestra vida, tenemos que construir hoy y aquí une verdadera familia donde se comparte todo. ¡Esta es la verdadera sabiduría!" Resuena en mi mente las palabras del autor del libro del Eclesiástico, un tal Ben Sirá:


    "Hijo mío, desde la juventud busca la instrucción, y hasta la vejez encontrarás sabiduría. Acércate a ella como quien ara y siega, esperando abundante cosecha, cultivándola trabajarás un poco, y en seguida comerás sus frutos."  (Eclesiástico 6, 18-19). ADH 794.

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