La finalidad del silencio en la liturgia
«El sacerdote
invita al pueblo a orar; y todos, a una con el sacerdote, permanecen un momento
en silencio para hacerse conscientes de estar en la presencia de Dios y formular
interiormente sus súplicas… » (OGMR 45).
Amables lectores,
después de una breve pausa, septiembre nos pone en comunicación de nuevo. Regresamos
a nuestra reflexión. Les invito a continuar con el silencio, que iniciamos la
entrega anterior, ahora centrados en su finalidad en la liturgia. Porque el
silencio litúrgico tiene diferentes naturalezas. No tiene una única expresión y
tampoco es uniforme.
Desde esa perspectiva, podemos identificar cuatro naturalezas del
silencio litúrgico:
1) Silencio que invita a la
concentración y al recogimiento. Por su naturaleza, la
celebración eucarÃstica, tiene unos
momentos que, de por sÃ, nos invitan a la calma, a disponernos a vivir lo que
Dios nos propone. Pueden ser: antes de empezar la celebración. ¡Cuánto ayuda un
ambiente tranquilo, sin ruidos, nos va disponiendo a vivir el misterio! “Es
laudable que se guarde, ya antes de la misma celebración, silencio en la
iglesia, en la sacristÃa y en los lugares más próximos, a fin de que todos
puedan disponerse adecuada y devotamente a las acciones sagradas” (OGMR 45).
Otro espacio muy expresivo de este silencio es cuando se nos invita al acto
penitencial y después de cada invitación: “oremos”. Para esos momentos el Misal
dice: “El sacerdote invita al pueblo a orar; y todos, a una con el sacerdote,
permanecen un momento en silencio para hacerse conscientes de estar en la
presencia de Dios y formular interiormente sus súplicas” (OGMR 54).
2) Silencio que invita a la
interiorización y apropiación. Son los momentos en que
somos invitados a “entrar en sà mismos y meditar o alabar y rezar a Dios en su
corazón” (DMN 37). El momento más expresivo de este silencio es, tanto antes,
como después de comulgar con el Cuerpo y Sangre de Cristo. Frente al misterio,
nuestra mejor postura es el silencio y un silencio agradecido, de alabanza. El
Misal invita a orar en secreto antes de comulgar y también después “pueden orar
un rato en secreto, en silencio” (OGMR 88, 164, 271).
3) Silencio que favorece un clima
de meditación. Después de escuchar lo que Dios nos
comunica por medio de su Palabra, después de cada lectura y de la homilÃa que
ha ayudado a profundizarla. Este silencio aquà es acogida interior a la
Palabra. La Liturgia de la Horas nos dice que este silencio busca: “lograr la
plena resonancia de la voz del EspÃritu Santo en los corazones y unir más
estrechamente la oración personal con la palabra de Dios y la voz pública de la
Iglesia…” (OGLH 202).
4)
Silencio que invita al descanso y la espera. Es
el silencio del momento de la preparación de los dones. Se nos invita a que
hagamos de ese momento un ambiente de
calma y respiro, porque vamos a adentrarnos en la solemnidad de la Plegaria
eucarÃstica, la cual “exige que todos la escuchen con silencio y reverencia”
(OGMR 78).
La finalidad del
silencio en la liturgia, en definitiva, es que no llenemos de palabras y
sonidos la celebración. No son necesarias todas esas moniciones y exhortaciones
moralizantes con las que se bombardean nuestras asambleas frecuentemente. Hay
que permitir que nuestras celebraciones puedan alcanzar un tono de
contemplación y serenidad y tener más confianza en los textos y los ritos, que
si son bien realizados, nos llevan a la sintonÃa interior. Y esto no significa
que la celebración eucarÃstica sea silenciosa, como fue en otra época, sino que
sea vivida en las mejores condiciones por parte de la comunidad. ADH 804.
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