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    viernes, 26 de mayo de 2017

    Obra de Misericordia: Consolar al triste

    Rincón de la Palabra | Hna. Angela Cabrera, MDR


    Obras espirituales de misericordia  
    4. Consolar al triste
    Jerusalén, en su historia, hizo la experiencia de total abandono. Privada de toda consolación por parte de sus aliados. En Isaías 40,1 se lee: “Consuelen, consuelen a mi pueblo”. Dios consuela a su pueblo con la bondad de un pastor (Is 40,11; Sal 23), con el efecto de un padre, con el ardor de un novio y de un esposo (Is 54), y con la ternura de una madre: Is 49,14-16: “Dice Sión: «Yahveh me ha abandonado, el Señor me ha olvidado.» - ¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ésas llegasen a olvidar, yo no te olvido. Míralo, en las palmas de mis manos te tengo tatuada, tus muros están ante mí perpetuamente”.
    La Biblia nos presenta que Dios se preocupa en consolar a su pueblo. El consuelo está íntimamente unido a la “liberación”. Solo se hace eficaz cuando se ejecutan acciones concretas para aliviar la carga del que sufre. Por esta hermosa misión, ha legado a su pueblo una promesa (Sal 119,50), su amor, la ley y los profetas (2M 15,9), y las Escrituras (Rm 15,4), los cuales permiten superar el desconsuelo y vivir en la esperanza.

    Jesús nos consuela
    Jesús, por su parte, anunciado como Mesías, “Consuelo de Israel” (Lc 2,25) y reconocido como consolador (1Jn 2,1), proclama “Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados” (Mt 5,5). También da coraje a los abrumados por sus pecados o por la enfermedad (Mt 9,2.22) y ofrece alivio a todos aquellos que están cansados y agobiados (Mt 11,28-30).

    El Apóstol Pablo
    San Pablo esboza las bases de una teología cristiana de la consolación en su presentación a la segunda carta a los Corintios 1,3-5:¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de los misericordias y Dios de toda consolación, que nos consuela en toda tribulación nuestra para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios! Pues, así como abundan en nosotros los sufrimientos de Cristo, igualmente abunda también por Cristo nuestra consolación”.
    El apóstol también recuerda que Cristo es la fuente de toda consolación (Flp 2,1) y que en la Iglesia, la función consoladora es esencial, ya que da testimonio de que Dios consuela permanentemente a los pobres y afligidos. Es significativo en el Apocalipsis se presente la imagen de un cielo nuevo y una tierra nueva donde el consuelo máximo será que Dios enjugará toda lágrima (Ap 7,17), pues no habrá muerte, ni duelo, ni llanto, ni dolor, porque lo primero ha desaparecido (Ap 21,4).

    Consolar al triste
    Para “consolar al triste” no necesariamente se necesitan muchas palabras. Algunas veces las palabras echan a perder el deseo. Por eso Job manda a callar a los amigos que, en su desgracia, lo visitan (Job 13,13). En ocasiones, consolar está vinculado a permanecer junto al doliente, sin “tapar” su duelo con las palabras. Se trata de dar espacio al otro, para que hable, se desahogue, cuente su experiencia, se alivie.
    •           ¿Cómo entiendo la frase franciscana: “que no busque ser consolado, sino consolar”?
    Animando al compromiso:

    • Revertir frases negativas que las personas se dicen, en mensajes de vida y esperanza.
    • Quitar las hojas secas de las plantas para que luzcan su belleza y esplendor.
    • Echarle agua a las plantas y árboles.
    • Acoger a las personas tristes para infundirles sabor a Cristo.

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