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    jueves, 28 de septiembre de 2017

    Enfoques de competencias y Educación dominicana

    No es lo mismo ni es igual | Pablo Mella / Instituto Superior Bonó


    El enfoque de competencias y la educación dominicana
    Como en muchas partes del planeta tierra, el denominado enfoque de competencias ha llegado a República Dominicana como propuesta para reformar la educación nacional. La agenda es patrocinada por importantes agentes multilaterales, entre los que destaca el Banco Mundial. Los pasos apresurados que se dan en esa dirección se explican en buena medida por compromisos adquiridos con estas agencias. Mientras tanto, nos hablan de revoluciones educativas logradas a través de una ideal república digital.
    Al igual que otras modas educativas, el enfoque de competencias promete muchas cosas, por no decir todas. Se promueve sin prestar debida atención a los propósitos de la educación intercultural, la cual invita a tomar debidamente en cuenta la pluralidad de grupos que componen toda cultura, a promover el diálogo de saberes y a contrarrestar las relaciones de poder contextual que condicionan ese diálogo.

    Conocer críticamente el enfoque de competencias
    Sucede con el enfoque de competencias algo parecido a otras temáticas del saber. Existen diversas interpretaciones y versiones. Muchos historiadores de la educación contemporánea sostienen que el enfoque de competencias, en sus distintas versiones, procede del mundo laboral. En este ámbito, se espera que el obrero muestre desempeños medibles de su trabajo, que sepa lo que tiene que hacer y lo haga bien y sin discutir. Por lo tanto, el marco de comprensión es micro, local; nunca apunta a cuestionar la organización social como un todo. Responde a una visión funcionalista de la sociedad. La comprensión histórica y sociopolítica de esos cambios es dejada de lado.
    Esta visión de la acción humana late en el fondo de todas las propuestas del enfoque de competencias que conozco. De hecho, este modelo pedagógico comenzó a implementarse sobre todo en los centros escolares dedicados a la enseñanza técnica. A falta de espacio, analicemos la definición de competencias dada por la Oficina Internacional de Educación (OIE), adscrita a la UNESCO. Adopta la definición de la pedagoga argentina Cecilia Braslavsky, para quien educar en competencias se funda en «el desarrollo de las capacidades complejas que permiten a los estudiantes pensar y actuar en diversos ámbitos […]. Consiste en la adquisición de conocimiento a través de la acción, resultado de una cultura de base sólida que puede ponerse en práctica y utilizarse para explicar qué es lo que está sucediendo». Conocida originalmente por su concepción pública e igualitaria de la educación, esta educadora argentina acaba sucumbiendo en una concepción única de cultura y en una visión individualista del ser humano. Al definir la educación por competencias, los entornos sociales parecen apenas «ámbitos» que cambian asépticamente para que la acción individual con fines utilitarios. No obstante, lo positivo de esta definición es que apuesta por el «el desarrollo de capacidades complejas» y se orienta a la explicación de «lo que está sucediendo». He aquí un buen punto de partida.
    El enfoque intercultural nos advierte que la comprensión de lo que está sucediendo viene condicionada por los saberes dominantes y por la posición social que se ocupa. Los documentos de educación dominicanos repiten la jerga internacional de las agencias de desarrollo; no han partido de un diagnóstico cultural del pueblo dominicano. Por ejemplo, suelen señalar que nos preparamos para la llamada «sociedad de la información», cuando la mayoría de las veces estamos viviendo en la sociedad de la manipulación de la información.
    La definición de competencias dada por las por el MINERD en las Bases de la revisión y actualización curricular de 2015 responde a la propuesta por el proyecto DeSeCo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Su objetivo es promover un conjunto de «competencias genéricas» o «competencias básicas», que fundamentalmente son establecidas por un grupo selecto de especialistas. Convertidos en consultores, estos suelen trabajar en talleres con los centros educativos o con los ministerios; pero al revisar los documentos finales, se verá una tendencia a la estandarización de las competencias básicas esperadas en cualquier parte del planeta. Ciertamente, la estandarización no es mala en sí; pero debe ser objeto de contrapeso con una valorización más decidida de lo que realmente está aconteciendo con las personas, las clases sociales, los colectivos culturales y las minorías estigmatizadas.
    El proyecto DeSeCo justifica la importancia de educar a partir de competencias básicas con estas palabras: «Las sociedades actuales demandan que los individuos se enfrenten a la complejidad de muchas áreas de sus vidas. ¿Qué implican estas demandas para las competencias clave que los individuos necesitan adquirir? Definir dichas competencias puede mejorar las evaluaciones de qué tan bien están preparados los jóvenes y los adultos para los desafíos de la vida, al mismo tiempo que se identifican las metas transversales para los sistemas de educación y un aprendizaje para la vida. Una competencia es más que conocimientos y destrezas. Involucra la habilidad de enfrentar demandas complejas, apoyándose en y movilizando recursos psicosociales (incluyendo destrezas y actitudes) en un contexto en particular». Basta comparar la página 34 de las Bases para la revisión curricular del MINERD y se verá que la definición está prácticamente calcada.
    La propuesta apunta, como se ve, a la eficacia, al ser operativos, a la «movilización» de los conocimientos, a responder a evaluaciones. Las cosas de la vida, visualizadas como «demandas», son para ser «enfrentadas». Subrepticiamente, los estudiantes se conciben bancariamente como receptáculos de competencias que necesitan adquirir.
    De todas maneras, lo problemático del enfoque de competencias no es tanto de orden conceptual. Integra significativas propuestas educativas del siglo XX, como las del informe La educación encierra un gran tesoro, auspiciado por la UNESCO y presidido por Jacques Delors. En ese tenor, el enfoque de competencias quiere integrar las situaciones de la vida y el cultivo de la afectividad en los procesos de enseñanza-aprendizaje, superando un modelo educativo centrado en el aprendizaje cognitivo de conceptos. Lo problemático de este enfoque radica más bien en su tono mesiánico, su modo de operar avasallador y su alto potencial estandarizador. En la práctica, corre el riesgo de negar lo que en teoría propone. No empodera a las comunidades educativas; su complejidad no favorece la personalización; somete a un proceso burocrático bastante complicado, sobre todo en el momento de evaluar los aprendizajes.

    Una comunidad educativa empoderada
    Para sacar provecho del enfoque de competencias resulta imprescindible trabajar en el empoderamiento de los centros escolares y sus comunidades educativas. Soluciones estandarizadas, sobre todo si son cocinadas a todo vapor para fines de períodos electorales, no ofrecerán la educación que necesitamos.
    Como punto de partida, podemos tomar otra cita de la misma educadora argentina Cecilia Braslavsky, que se sitúa hasta cierto punto en el extremo opuesto del proceso mundial que ha expandido el enfoque de competencias: «Una escuela inteligente es aquella capaz de formularse buenas preguntas habiendo asumido el desafío de formar sujetos competentes con identidades múltiples y solventes (…) es más inteligente una escuela que rechaza las soluciones estereotipadas que puso en práctica durante un largo período de su historia, porque detecta problemas que no están bien resueltos, que aquella que no los detecta y sigue cumpliendo con sus actividades de manera rutinaria. Del mismo modo, se puede pensar que es más inteligente una institución educativa que resiste reflexivamente alternativas nuevas que no comprende, que otra que asume cualquier propuesta sin formularse preguntas».
    En mis diversos contactos educativos, echo de menos este formularse preguntas acerca del enfoque de competencias que muchos no comprenden. Para comenzar esta tarea, sugiero que se retomen los aspectos centrales de la Escuela Nueva en forma de cuestionamientos. Propongo diez, a manera de decálogo indicativo:
    -Primero: ¿La comunidad educativa cuestiona el modelo educativo dominante desde una visión crítica de la sociedad?
    -Segundo: ¿El conjunto de actividades del centro educativo fomenta estudiantes pasivos o estudiantes activos en el proceso de enseñanza-aprendizaje? ¿Se sigue poniendo el énfasis pedagógico en la memorización pasiva de contenidos o se promueve un proceso de aprendizaje-aprendizaje activo, participativo y personalizado, centrado en el estudiante?
    -Tercero: ¿El currículo oculto de la escuela fomenta personalidades competitivas o personas solidarias?
    -Cuarto: ¿Se favorece el aprendizaje grupal y lúdico?
    -Quinto: ¿Los canales de coordinación y la toma de decisiones del centro educativo se hacen desde los valores democráticos o se reproducen los modelos autoritarios y mesiánicos de la cultura política dominicana?
    -Sexto: ¿Se presta especial atención a la diversidad y se fomentan actitudes de acogida a sectores excluidos de la población?
    -Séptimo: ¿Nuestros estudiantes salen convenientemente motivados de las aulas o se refuerza una actitud apática ante la vida?
    -Octavo: ¿Están formulados los grandes objetivos del proceso educativo de manera clara, sencilla y abierta, de modo que los miembros de la comunidad educativa puedan actuar empoderados con libertad y creatividad?
    -Noveno: ¿Los materiales didácticos y los instrumentos de evaluación están al alcance de los estudiantes y favorecen los objetivos generales de la oferta educativa o se favorecen acríticamente los medios propios de la cultura global dominante?
    -Décimo: ¿Se integra adecuadamente la escuela con la comunidad y se resiste prudentemente a la politización partidaria de la educación con su mesianismo político?
    Otros cuestionamientos pueden hacerse desde la tradición de la escuela nueva. Estos diez se han formulado buscando reaccionar críticamente a la actual propuesta del enfoque de competencias. Ojalá que contribuyamos a sacar provecho del gran ímpetu educativo que atraviesa la sociedad dominicana al comenzar el nuevo año escolar. Adh 815

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