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    domingo, 6 de enero de 2019

    La Santa Sede ante el Pacto Mundial Migraciones

    Internacional | Pablo Mella / Amigo del Hogar

    La perspectiva de la Santa Sede ante el Pacto Mundial para la Migración  
    El lunes 10 de diciembre, en el aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos, se firmó en Marruecos el Pacto Mundial para la Migración Segura, Regular y Ordenada promovido por la Organización de las Naciones Unidas (ONU). El tema ha alterado los ánimos de la esfera pública dominicana. Se hicieron circular informaciones inexactas que conviene discernir para comprender el alcance del texto en su justa dimensión.
    Queremos compartir algunos principios de reflexión inspirados en las enseñanzas de la Iglesia que orienten a los miembros de la Iglesia Católica que han participado en el debate. De todos modos, estos principios pueden ser compartidos por todas las personas de buena voluntad. Por ellos se ha guiado la Santa Sede como observadora del Pacto, cuyo texto seminal fue firmado en Nueva York hace dos años.

    1.     El trasfondo de la doctrina social de la Iglesia
    Según nos dice el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, «La inmigración puede ser un recurso más que un obstáculo para el desarrollo» (n. 297). Pero reconoce dos aspectos del fenómeno que deben ser tomados en cuenta: que la migración va en aumento a escala mundial y que este incremento causa tensión en los países más ricos porque la población local ve amenazados sus niveles de bienestar. Es normal, por tanto, que los ánimos se caldeen en las poblaciones de acogida. Por eso el tema debe de ser tratado con apego a la razón. Avanzando en la reflexión, el Compendio observa que el fenómeno migratorio se debe primordialmente a razones económicas. La gente migra hoy buscando sobre todo nuevas oportunidades de trabajo. Es decir, los flujos migratorios se producen principalmente porque no existen suficientes oportunidades económicas en la tierra natal. Por eso, sigue el documento, para que la inmigración pueda colaborar a mejorar la vida de todos, hace falta garantizar marcos institucionales que contrarresten las condiciones que favorecen la superexplotación de la mano de obra inmigrante. 
    Siguiendo esta lógica, el Compendio formula a seguidas el siguiente principio: «Las instituciones de los países que reciben inmigrantes deben vigilar cuidadosamente para que no se difunda la tentación de explotar a los trabajadores extranjeros, privándoles de los derechos garantizados a los trabajadores nacionales, que deben ser asegurados a todos sin discriminaciones.» (n. 298). El magisterio social de la Iglesia indica que para lograr este objetivo se deben garantizar, entre otras cosas, la regulación equitativa y equilibrada de los flujos migratorios, el respeto a la dignidad de la persona humana, el respeto a la integración de las familias, así como promover las oportunidades de trabajo en las comunidades de origen. Un aspecto importante es que estos esfuerzos pueden redundar al mismo tiempo en beneficio de la población local empobrecida que sufre las mismas faltas de derecho.
    El Pacto Mundial para la Migración Segura, Regular y Ordenada responde a estos principios de la doctrina social. Como todo instrumento legal, es susceptible de mejoras. Pero los 23 objetivos que se traza son coherentes con lo que su mismo nombre indica. Se trata de instaurar mecanismos de cooperación internacional para que la migración sea segura, regulada y ordenada. Una migración desordenada no conviene a nadie, en primer lugar, a las personas que por las razones que sea se ven obligadas a salir de su tierra, especialmente a las más débiles, como lo son los niños.

    2.     La posición de la Santa Sede ante el Pacto
    El Vaticano, como miembro de la organización de las Naciones Unidas, ha venido acompañando el proceso de redacción de este texto que, contrario a lo que se ha venido afirmando, no es vinculante (n. 7) y respeta explícitamente la soberanía nacional en materia migratoria (n. 15c). Monseñor Bernardito Auza, Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, declaró en julio pasado lo siguiente: «Este primer marco integral sobre migración servirá como punto de referencia internacional para buenas prácticas y cooperación internacional en el manejo global de la migración, no solo para gobiernos, sino también para las entidades no gubernamentales entre las que se encuentran organizaciones religiosas, que son verdaderamente las manos y pies en la tierra para asistir a los migrantes en dificultad».
    En el mismo tenor, el papa Francisco dirigió un mensaje de reflexión al VIII Foro Mundial de Migraciones, celebrado el 2 de noviembre pasado en México. Por un lado, señaló que los Pactos de la ONU constituyen un marco de referencia para «desarrollar propuestas políticas y poner en práctica medidas concretas». Por otro lado, invitó a las participantes del foro, provenientes del ámbito social, a comprometerse «para mejorar los acuerdos bilaterales y multilaterales en el ámbito migratorio, y que sean siempre para mayor beneficio de todos». El Santo Padre concluyó su mensaje recordando que las organizaciones de la sociedad civil y los movimientos populares están invitados a «identificar con prontitud las víctimas de la trata, realizando todos los esfuerzos necesarios para liberarlas y rehabilitarlas».
    En el momento de firmar el Pacto, la Sección de Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral comunicaba en nota de prensa que la Santa Sede recibía «con esperanza» este acuerdo. El comunicado fue firmado por el P. Michael Czerny SJ y el P. Fabio Baggio C.S., Subsecretarios de la Sección. Aun así, no dejaron de hacer algunas observaciones sobre aspectos que estarían en tensión con la moral de la Iglesia. Explicaron que la Santa Sede «tiene algunas reservas y observaciones sobre algunas referencias que incluyen una terminología, principios y directrices que no contienen un lenguaje acordado en la comunidad internacional, ni están en línea con los principios católicos, es decir, referencias a documentos que sugieren el llamado ‘Paquete de Servicios Iniciales Mínimos’ (PSIM), servicios para la salud sexual y reproductiva (que incluyen el aborto) y la agenda LGBTI».  De todos modos, los subsecretarios de este dicasterio afirmaron de manera clara que el Pacto «ha sido un importante ejercicio de multilateralismo, enfoque que muchos consideran ser el único modo de abordar o afrontar los principales problemas que afligen a la humanidad».
    La Sección de Migrantes del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano integral dirigió unas palabras especiales a los Estados que decidieran no firmar el Pacto: «la Iglesia seguirá implementando los cuatro verbos (de actitud hacia los migrantes: acoger, promover, proteger e integrar), sugiriendo opciones y prácticas que ayudan a satisfacer las necesidades de quienes acaban de llegar, así como de los residentes vulnerables de larga duración». «El objetivo último- afirman Czerny y Baggio – es el desarrollo humano integral de todos: migrantes, refugiados, su comunidad de origen y su nueva comunidad».

    3.     La necesidad de entender bien el Pacto
    Un párrafo del Pacto Mundial Para la Migración resulta fundamental para comprender su alcance. En el número 7 se establecen claramente los propósitos y límites del Pacto, así como su espíritu: «Este Pacto Mundial presenta un marco de cooperación no vinculante jurídicamente que se basa en los compromisos acordados por los Estados Miembros en la Declaración de Nueva York para los Refugiados y los Migrantes. Su propósito es fomentar la cooperación internacional sobre la migración entre todas las instancias pertinentes, reconociendo que ningún Estado puede abordar la migración en solitario, y respetar la soberanía de los Estados y sus obligaciones en virtud del derecho internacional».
    Entre las virtudes de este pacto se encuentra el conjunto de principios rectores (número 15) que por razones de espacio sencillamente enumeramos: a) centrarse en las personas, b) cooperación internacional, c) soberanía nacional, d) Estado de derecho y garantía procesales, e) desarrollo sostenible, f) derechos humanos, g) perspectiva de género, h) perspectiva infantil, i) enfoque pangubernamental, j) enfoque pansocial. Sencillamente, el compromiso es de todas y todos y exige un abordaje complejo e integral.
    Lograr que la migración sea segura, ordenada y regulada beneficia a todo el mundo. Solo una auténtica cooperación internacional, apegada a la equidad y a los derechos fundamentales, podrá enfrentar con eficacia y respeto el fenómeno migratorio global que alcanza proporciones nunca soñadas. Esto implicará, sobre todo, poner la propia casa en orden y, en el ámbito internacional, exigir a las naciones más ricas revertir los mecanismos económicos de acumulación que desestabilizan a los países más pobres del planeta.
    Con el papa Francisco, deseamos que este instrumento de Naciones Unidas colabore a tan nobles propósitos. Así se facilitará el camino que conduce al cumplimiento del mandato expresado en la Biblia: «el migrante que reside entre ustedes será para ustedes como uno de su pueblo: lo amarás como a ti mismo, porque emigrantes fueron en Egipto» (Lv 19, 34). ADH 830

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